EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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81. Prefacio. La obsesión es la acción persistente que un espíritu malo ejerce sobre un individuo. Presenta caracteres muy diferentes, desde la simple influencia moral, sin señales exteriores sensibles, hasta la perturbación completa del organismo y de las facultades mentales. Altera todas las facultades medianímicas, y en la mediumnidad por la escritura, se conoce por la obstinación de un espíritu en manifestarse, con exclusión de todos los otros.


Los espirítus malos pululan alrededor de la Tierra a consecuencia de la inferioridad moral de sus habitantes. Su acción malhechora forma parte de las plagas que la humanidad sufre en la tierra. La obsesión, como las enfermedades y todas las atribuciones de la vida, debe, pues, ser considerada como una prueba o una expiación, aceptada como tal.


De la misma manera que las enfermedades son resultado de las imperfecciones físicas que hacen al cuerpo accesible a las influencias perniciosas exteriores, la obsesión lo es siempre de una imperfección moral que da acceso a uno o varios espíritus malos. A una causa física, se opone otra fuerza física; a una causa moral, es preciso poner otra fuerza moral. Para precaver las enfermedades se fortifica el cuerpo; para precaverse de la obsesión, es preciso fortificar el alma. De esto se deduce que el obsesado debe trabajar por su propio mejoramiento, lo que muchas veces basta para desembarazarse del obsesor sin el socorro de personas extrañas. Este socorro se hace necesario cuando la obsesión degenera en suyugación y en posesión, porque entonces el paciente pierde a veces su voluntad y su libre albedrío. La obsesión es casi siempre producto de una venganza ejercida por un espíritu, y lo más a menudo tiene su origen en las relaciones que el obsesado ha tenido con él en una existencia precedente. (Cap. X, núm. 6; cap. XII, núms. 5 y 6).


En los casos de obsesión grave, el obsesado está como envuelto e impregnado de un fluido pernicioso que neutraliza la acción de los fluidos saludables y los rechaza. De este fluido es preciso desembarazarle, y un mal fluído no puede ser rechazado por otro fluído malo.


Por una acción idéntica a la de un médium curandero, en el caso de enfermedad, es menester expulsar el fluído malo con la ayuda de un fluído mejor, que en cierto modo produce el efecto de un reactivo. Esta es la acción mecánica, pero no basta: también, y sobre todo es necesario "obrar sobre el ser inteligente", al que es preciso tener el derecho de hablar con autoridad, y esta autoridad corresponde sólo a la superioridad moral; cuanto más grande es ésta, tanto mayor es la autoridad.


Es necesario hacer más; para asegurar el libramiento, es preciso conducir al espíritu perverso a renunciar a sus malos designios, es menester hacer nacer en él el arrepentimiento y deseo del bien, con ayuda de instrucciones hábilmente dirigidas en evocaciones particulares hechas con la mira de la educación moral; entonces puede tenerse la doble satisfacción de librar a un encarnado y de convertir a un espíritu imperfecto.


La tarea se hace más fácil cuando el obsesado, comprendiendo su situación, presta su concurso con la voluntad y la oración; no sucede lo mismo cuando está seducido por el espíritu engañador, cuando se hace ilusiones sobre las cualidades del que le domina, complaciéndose en el error en que le tiene este último, porque entonces, lejos de secundar, rechaza toda asistencia. Es el caso de la fascinación, siempre infínitamente más rebelde que la subyugación más violenta. ("Libro de los Médiums", cap. XXIII).


En todos los casos de obsesión, la oración es un poderoso auxiliar para obrar contra el espíritu obsesor.