CAPÍTULO III - Hay muchas moradas en la casa de mi padre
Diferentes estados del alma en la erraticidad. - Diferentes categorías de mundos
habitados. - Destino de la tierra. - Causas de las miserias humanas. - Instrucciones de
los espíritus: Mundos superiores y mundos inferiores. - Mundos de expiación y de
pruebas. - Mundos regeneradores. - Progresión de los mundos.
1. No se turbe vuestro corazón. - Creéis en Dios, creed también en mi. -
"En la casa de mi padre hay muchas moradas". Si así no fuera, yo os lo hubiera
dicho: Pues voy a aparejaros el lugar. - Y si me fuere, y os aparejare lugar, vendré
otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que en donde yo estoy estéis también
vosotros. (San Juan, cap. XIV, v. 1, 2, 3).
Diferentes estados del alma en la erraticidad
2. La casa del Padre es el universo; las diferentes moradas son los mundos que
circulan en el espacio infinito y ofrecen a los espíritus encarnados estancias apropiadas a
su adelantamiento.
Independiente de la diversidad de mundos, estas palabras pueden también
entenderse del estado feliz o desgraciado del espíritu en la erraticidad. Según esté más o
menos purificado y desprendido de los lazos materiales, el centro en que se encuentra, el
aspecto de las cosas, las sensaciones que experimenta, las percepciones que posee,
varían hasta lo infinito; mientras que los unos no pueden alejarse de la esfera en que
vivieron, los otros se elevan y recorren el espacio y los mundos; mientras que ciertos espíritus culpables van errantes en las tinieblas, los
felices gozan de una claridad resplandeciente y del sublime espectáculo del infinito; en
fin, mientras que el malo atormentado por los remordimientos, por los pesares, muchas
veces solo, sin consuelo y separado de los objetos de su afecto, gime bajo el peso de los
sufrimientos morales, el justo, reunido con los que ama, saborea las dulzuras de una
indecible felicidad. También allí hay diferentes moradas, aun cuando no estén
circunscritas ni localizadas.
Diferentes categorías de mundos habitados
3. De la enseñanza dada por los espíritus resulta que los diversos mundos están
en condiciones muy diferentes los unos de los otros, en cuanto al grado de adelanto o de
inferioridad de sus habitantes. Entre ellos los hay cuyos moradores son inferiores aún a
los de la tierra, física o moralmente; otros están en el mismo grado y otros les son más o
menos superiores en todos conceptos. En los mundos inferiores, la existencia es
enteramente material, las pasiones imperan soberanamente, la vida moral es casi nula. A
medida que ésta se desarrolla, la influencia de la materia disminuye, de tal modo, que en
los mundos más adelantados, la vida, por decirlo así, es enteramente espiritual.
4. En los mundos intermediarios hay mezcla de bien y de mal, predominio del
uno y del otro, según el grado de adelanto. Aun cuando no pueda hacerse una
clasificación absoluta de los mundos, sin embargo, se hace atendido a su estado y a su
destino y basándose en sus grados más marcados, dívidiéndolos de un modo general
como sigue, a saber: mundos primitivos, afectos a las primeras encarnaciones del alma
humana; mundos de expiación y pruebas, en donde el mal domina; mundos
regeneradores, en donde las almas que aun no tienen que expiar adquieren nueva fuerza, descansando de las fatigas de la lucha; mundos felices, en donde el bien
sobrepuja al mal, y mundos celestes o divinos, morada de los espíritus purificados en
donde el bien reina sin mezcla alguna. La tierra pertenece a la categoría de los mundos
de expiación y de pruebas, y por esto el hombre está en ella sujeto a tantas miserias.
5. Los espíritus encarnados en un mundo no están sujetos a él indefinidamente,
ni cumplen tampoco en él todas las fases progresivas que deben recorrer para llegar a la
perfección. Cuando han alcanzado en un mundo el grado de adelanto que él permite,
pasan a otro más avanzado, y así sucesivamente hasta que han llegado al estado de
espíritus puros; estas son otras tantas estaciones, en cada una de las cuales encuentran
elementos de progreso proporcionados a su adelanto. Para ellos es una recompensa el
pasar a un mundo de orden más elevado, así como es un castigo el prolongar su
permanencia en un mundo desgraciado, o el ser relegado a un mundo más desgraciado
aun que aquel que se ven obligados a dejar cuando se obstinan en el mal.
Destino de la tierra. - Causas de las miserias humanas
6. Nos maravillamos de encontrar en la tierra tanta maldad y malas pasiones,
tantas miserias y enfermedades de todas clases, y de esto sacamos en consecuencia que
la especie humana es lina triste cosa. Este juicio proviene del punto de vista limitado en
que nos colocamos y que da una fslsa idea del conjunto. Es menester considerar que en
la tierra no se ve toda la humanidad, sino una pequeña fracción de ella. En efecto, la
especie humana comprende todos los seres dotados de razón que pueblan los
innumerables mundos del universo; así, pues, ¿ qué es la población de la tierra con
respecto a la población total de estos mundos? Muchu menos que una aldea al lado de
un grande imperio. La situación material y moral de la humanidad terrestre nada tiene de
extraordinario si nos hacemos cargo del destino de la tierra y de la naturaleza de los que
la habitan.
7. Nos formaríamos una idea muy falsa de los habitantes de una gran ciudad si
los juzgásemos por la población de los barrios más ínfimos y sórdidos. En un hospital,
sólo se ven enfermos y lisiados; en un presidio sólo se ven todos los vicios, todas las
torpezas reunidas; en las comarcas insalubles la mayor parte de los habitantes están
pálidos, enfermizos y achacosos. Pues bien, figurémonos que la tierra es un arrabal, una
penitenciaría, un país malsano, porque es a la vez todo esto, y se comprenderá por qué
las aflicciones sobrepujan a los goces; por qué no se llevan al hospital a los que tienen
buena salud, ni a las casas de corrección a aquellos que no han hecho daño; pues ni los
hospitales ni las casas de corrección son lugares de delicias.
Pues así como en una ciudad, toda su población no está en los hospitales o en las
cárceles, tampoco toda la humanidad está en la tierra; de la misma manera que uno sale
de un hospital cuando está curado y de la cárcel cuando ha sufrido su condena, el
hombre deja la tierra por mundos más felices, cuando está curado de sus dolencias
morales.
INSTRUCCIONES DE LOS ESPÍRITUS
Mundos inferiores y mundos superiores
8. La clasificación de mundos inferiores y mundos superiores es más bien relativa
que absoluta, porque un mundo es inferior o superior con relación a los que están
encima o debajo de él en la escala progresiva.
Tomando la tierra como un punto de comparación, podemos formarnos una idea
del estado de un mundo inferior, suponiendo al hombre en el grado de las razas salvajes o de las naciones
bárbaras que aun se encuentran en su superficie, y que son restos de su estado primitivo.
En los mundos más atrasados los seres que los habitan son de algún modo rudimentarios;
tienen la forma humana, pero sin ninguna hermosura; los instintos no están
templados por ningún sentimiento de delicadeza ni de benevolencia, ni por las nociones
de lo justo y de lo injusto, la única ley es allí la fuerza brutal. Sin industria y sin invenciones,
los habitantes emplean su vida en conquistar su alimentación. Sin embargo, Dios no
abandona ninguna de sus criaturas: en el fondo de las tinieblas de la inteligencia yace
latente la vaga intuición de un Ser supremo, más o menos desarrollada. Este instinto
basta para hacer que unos sean superiores a otros, preparando su aparición a un~ vida
más completa, porque éstos no son seres degradados, sino niños que crecen.
Entre estos grados inferiores y los más elevados, hay innumerables escalones, y
entre los espíritus puros desmaterializados y resplandecientes de gloria con dificultad se
reconocen aquellos que animaron esos seres primitivos, de la misma manera que en el
hombre adulto es difícil reconocer el embrión.
9. En los mundos llegados ya al grado superior, las condiciones de la vida moral
y material son muy diferentes, lo mismo que en la tierra. La forma del cuerpo es
siempre, como en todas partes, la forma humana pero embellecida, perfeccionada, y
sobre todo, purificada. El cuerpo allí nada tiene de la materialidad terrestre, y por
consiguiente no está sujeto, ni a las necesidades ni a las enfermedades, ni a los
deterioros que engendra el predominio de la materia; los sentidos más exquisitos tienen
percepciones que en la tierra embotan lo grosero de los órganos; la ligereza específica
de los cuerpos hace la locomoción rápida y fácil: en vez de arrastrarse penosamente por
el suelo, se deslizan, digámoslo así, por la superficie, o se suspenden
en la atmósfera sin otro esfuerzo que el de la voluntad, así es como se pintan los ángeles
y como los antiguos representaban los manes en los Campos Elíseos. Los hombres
conservan a su gusto las facciones de sus existencias pasadas, y aparecen a sus amigos
tales como les conocieron; pero iluminados por una luz divina y transformados por las
impresiones interiores, que son siempre elevadas. En vez de rostros deslucidos,
demacrados por los sufrimientos y las pasiones, la inteligencia y la vida irradian con ese
esplendor que los pintores han traducido por diadema o aureola de los santos.
La poca resistencia que ofrece la materia a los espíritus ya muy avanzados, hace
que el desarrollo de los cuerpos sea rápido y la infancia corta o casi nula; la vida exenta
de cuidados y de congojas, es proporcionalmente mucho más larga que en la tierra. En
principio la longevidad está proporcionada al grado de adelantos de los mundos. La
muerte no tiene ninguno de los horrores de la descomposición: lejos de ser un motivo de
espanto, es considerada como una transformación feliz, porque allí no existe la duda
sobre el porvenir. Durante la vida, no estando el alma encerrada en una materia
compacta, irradia y goza de una lucidez que la pone en un estado casi permanente de
emancipación, y permite la libre transmisión del pensamiento.
10. En esos mundos felices, las relaciones de pueblo a pueblo, siempre
amistosas, nunca se turban por la ambición de esclavizar a su vecino, ni por la guerra,
consecuencia de aquélla. Allí no hay ni amos, ni esclavos, ni privilegiados por
nacimiento; la superioridad moral e inteligente es la única que establece la diferencia de
condición y da la supremacía. La autoridad es siempre respetada, porque sólo se da al
mérito y porque siempre se ejerce con justicia. El hombre no procura elevarse sobre el
hombre, sino sobre sí mismo, perfeccionándose; y este deseo incesante no
es un tormento, sino una noble ambición que le hace estudiar con ardor para llegar a
igualarles. Todos los sentimientos tiernos y elevados de la naturaleza humana se
encuentran allí aumentados y purificados; los enconos, los celos mezquinos y las bajas
codicias de la envidia son desconocidas; un lazo de amor y fraternidad reune a todos los
hombres, y los más fuertes ayudan a los más débiles. Poseen más o menos según lo que
han adquirido por su inteligencia, pero nadie sufre por falta de lo necesario, porque
nadie está allí por expiación; en una palabra, el mal no existe.
11. En vuestro mundo tenéis necesidad del mal para sentir el bien, de la noche
para admirar la luz, de la enfermedad para apreciar la salud; allí no son necesarios esos
contrastes; la eterna luz, la eterna hermosura, la eterna calma procuran una eterna
alegría el contacto de los malos que no tienen entrada. Esto que no turban ni las
angustias de la vida material, ni es lo que difícilmente comprende el espíritu humano; ha
sido ingenioso para pintar los tormentos del infierno, pero nunca ha podido
representarse los goces del cielo; ¿y por qué?; porque siendo inferior sólo ha sufrido
pcnas y miserias y no ha entrevisto los esplendores celestes; sólo puede hablar de lo que
conoce; pero a medida que se eleva y purifica, se esclarece el horizonte y comprende el
bien que está delante de si, así como ha comprendido el mal que se ha dejado detrás.
12. Sin embargo, esos mundos afortunados no son mundos privilegiados porque
Dios no tiene parcialidades para ninguno de sus hijos; da a todos los mismos derechos y
las mismas facilidades para llegar a ellos, a todos los hace partir de un mismo punto, y
no dota a unos más que a otros; los primeros puestos son accesibles a todos; a ellos
corresponde el conquistarlos por medio del trabajo; a ellos corresponde alcanzarlos lo
más pronto posible, o languidecer durante siglos y siglos en lo más bajo de la humanidad. (Resumen de la enseñanza de todos los espíritus
superiores).
Mundos de expiación y de pruebas
13. ¿Qué queréis que os diga de los mundos de expiación que vosotros no sepáis
ya, puesto que os hasta el considerar la tierra que habitáis? La superioridad de la
inteligencia, entre un gran número de sus habitantes, indica que no es un mundo
primitivo destinado a la encarnación de espíritus recién salidos de las manos del Criador.
Las cualidades innatas que llevan consigo son prueba de que han vivido ya y de que han
realizado cierto progreso; pero también los numerosos vicios a que se inclinan, son
indicio de una gran imperfección moral; por esto Dios los ha colocado en una tierra
ingrata para expiar en ellas sus faltas por medio de un trabajo penoso y por las miserias
de la vida, hasta que hayan merecido ir a un mundo más feliz.
14. Sin embargo, todos los espíritus encarnados en la tierra no han sido enviados
por expiación. Las razas que vosotros llamáis salvajes son espíritus apenas salidos de la
infancia, y que están, por decirlo así, educándose, y se desarrollan por el contacto de
espíritus más avanzados. Luego vienen las razas medio civilizadas, formadas de los
mismos espíritus que están progresando. Estos son, hasta cierto punto, las razas indígenas
de la tierra, que se han desarrollado poco a poco después de largos períodos
seculares, algunas de las cuales han podido alcanzar la perfección intelectual de los
pueblos más ilustrados.
Los espíritus en expiación son en ella, si podemos expresarnos así, exóticos; han
vivido ya en otros mundos, de los que han sido excluidos a consecuencia de su
obstinación en el mal, y porque serían causa de turbación entre los buenos; han sido
relegados por un tiempo entre los espíritus más atrasados y tiene por
misión hacerles adelantar, porque han llevado consigo la inteligencia desarrollada y el
germen de los conocimientos adquiridos; por esto los espíritus castigados se encuentran
entre las razas menos inteligentes: son también aquellos para quienes las miserias de la
vida tienen más amargura, porque hay en ellos más sensibilidad y son más probados por
el contacto de las razas primitivas, cuyo sentido moral es más obtuso.
15. La tierra es, pues, uno de los tipos de los mundos expiatorios, cuyas
variedades son infinitas; pero que tienen por carácter común el servir de lugar de
destierro a los espíritus rebeldes a la ley de Dios. Ahí estos espíritus tienen que luchar, a
la vez, contra la perversidad de los hombres y contra la inclemencia de la naturaleza,
doble trabajo penoso que desarrolla al mismo tiempo las cualidades del corazón y las de
la inteligencia. Así es como Dios en su bondad, hace que el castigo redunde en provecho
del progreso del espíritu. (San Agustín. París, 1862.)
Mundos regeneradores
16. Entre esas estrellas que resplandecen en la bóveda azulada, ¡cuántos mundos
hay como el vuestro designados por el Señor para expiación y para prueba! Pero los hay
también más miserables y mejores, así como los hay transitorios que pueden llamárseles
regeneradores. Cada torbellino planetario, corriendo en el espacio alrededor de un foco
común, arrastra con él sus mundos primitivos, de destierro, de prueba, de regeneración y
de felicidad. Se os ha hablado de esos mundos en donde es colocada el alma naciente,
cuando ignorante aún del bien y del mal, puede marchar hacia Dios, dueña de si misma,
en posesión de su libre albedrío; se os ha hablado de cuán amplias facultades ha sido
dotada el alma para hacer el bien; pero ¡ah! las hay que sucumben y no queriendo Dios
anonadarlas, las permite ir a esos mundos en donde, de encarnaciones en encarnaciones, se purifican, se regeneran y se harán dignas de la gloria que
se les ha destinado.
17. Los mundos regeneradores sirven de transición entre los mundos de
expiación y los mundos felices; el alma que se arrepiente encuentra allí la calma y el
reposo acabándose de purificar. Sin duda en esos mundos el hombre está aun sujeto a
las leyes que rigen la materia; la humanidad experimenta vuestras sensaciones y vuestros
deseos, pero está dispensada de las pasiones desordenadas de las que sois esclavos; allí
no existe el orgullo que hace callar el corazón, la envidia que lo tortura y el odio que lo
ahoga; la palabra amor está escrita en todas las frentes, y una perfecta equidad arregla
las relaciones sociales; todos reconocen a Dios y procuran ir a El siguiendo sus leyes.
Con todo, allí no se encuentra aún la perfecta felicidad, pero sí su aurora. El
hombre aun es carnal y por lo mismo está sujeto a vicisitudes de las que no se eximen
sino los seres completamente desmaterializados; aun quedan pruebas que pasar, pero no
tienen las punzantes amarguras de la expiación. Esos mundos, comparados con la tierra,
son muy felices y muchos de entre vosotros estaríais satisfechos de quedaros allí porque
es la calma después de la tempestad, la convalecencia después de la cruel enfermedad;
pero el hombre menos entregado a las cosas materiales, entrevé mejor el porvenir que
vosotros, comprende que hay otros goces que el Señor promete a aquellos que se hacen
merecedores de ellos, cuando la muerte ha segado de nuevo sus cuerpos para darles la
verdadera vida. Entonces será cuando el alma libre dominará todos los horizontes; ya no
tendrá sensaciones materiales y groseras, sino los sentidos de un espíritu puro y celeste,
aspirando las emanaciones de Dios, bajo los perfumes de amor y de caridad que se
derraman de su seno.
18. Pero ¡ah! en esos mundos el hombre es aún falible, y el espíritu del mal no ha
perdido en ellos
completamente su imperio. No avanzar es retroceder, y si no está firme en el camino del
bien, puede volver a caer en los mundos de expiación en donde le esperan nuevas y más
terribles pruebas.
Contemplad, pues, esa bóveda azulada por la noche, a la hora del descanso y de
la oración, y en esas innumerables esferas que brillan sobre vuestras cabezas, dirigid
vuestras súplicas a Dios y rogadle que un mundo regenerador os abra su seno después
de la expiacion de la tierra. (San Agustín. Paris, 1862.)
Progresión de los mundos
19. El progreso es una de las leyes de la naturaleza; todos los seres de la
creación animados e inanimados están sometidos a la voluntad de Dios, que quiere que
todo se engrandezca y prospere. La misma destrucción que a los hombres parece el
término de las cosas, sólo es un medio de llegar por la transformación a un estado más
perfecto, porque todo muere para volver a nacer, y nada vuelve a entrar en la nada.
Al mismo tiempo que los seres vivientes progresan moralmente, los mundos que
habitan progresan materialmente. El que pudiera seguir a un mundo en sus diversas fases
desde el instante en que se aglomeraron los primeros átomos que sirvieron para
constituirlo, lo vería recorrer una escala incesantemente progresiva, por grados
insensibles para cada generación y ofrecer a sus habitantes una morada más agradable a
medida que éstos adelantan en el camino del progreso. De este modo marcha
paralelamente al progreso del hombre, el de los animales, sus auxiliares, el de los
vegetales y el de la habitación, porque no hay nada estacionario en la naturaleza. ¡Cuán
grande y digna de la majestad del Criador es esta idea! y por el contrario, ¡cuán pequeña
e indigna de su poder es aquélla que concentra su solicitud y su providencia en el
imperceptible grano
de arena de la tierra, y concreta la humanidad a algunos hombres que la habitan!
La tierra, siguiendo esta ley, ha estado material y moralmente en una situación
inferior a la que tiene hoy, y alcanzará, bajo esta doble relación, un grado más avanzado.
Ha llegado ya a uno de sus períodos de transformación, en que de mundo de expiación
va a pasar a un mundo regenerador; entonces los hombres serán en ella felices porque
reinará la ley de Dios. (San Agustín. París, 1862.)