3. Los judíos tenían ideas muy inciertas de la vida futura; creían en los ángeles, a quienes miraban como seres privilegiados de la creación, pero no sabían que los hombres pudieran ser un día ángeles y participar de su felicidad. Según ellos, la observancia de las leyes de Dios era recompensada con los bienes de la tierra, con la supremacía de su nación y las victorias alcanzadas sobre sus enemigos; las calamidades públicas y las derrotas, eran el castigo de su desobediencia. Moisés no podía decir otra cosa a un pueblo pastor e ignorante que debía conmoverse, ante todo, por las cosas de este mundo. Más tarde vino Jesús a revelarles que hay otro mundo en el que la justicia de Dios sigue su curso; este es el mundo que promete a los que observan los mandamientos de Dios, y en donde los buenos encontrarán su recompensa; este es su reino; allí es donde está en toda su gloria, y a donde regresará al dejar la tierra.
Sin embargo, Jesús, acomodando su enseñanza al estado de los hombres de su época, no creyó deber darles una luz completa que les hubiera deslumbrado sin iluminarles, porque no la hubieran comprendido; de cierto modo se límitó a anunciar en principio la vida futura como una ley de la naturaleza, la cual nadie puede evitar. Todo cristiano cree, pues, en la vida futura forzosamente; pero la idea que muchos se forman de ella es vaga, incompleta, y por lo mismo, falsa en muchos puntos; para un gran número, ésta sólo es una creencia sin certidumbre absoluta: de aquí se siguen las dudas, la incredulidad.
El espiritismo ha venido a completar en este punto, como en muchos otros, la enseñanza de Cristo, cuando los hombres han estado en disposición de comprender la verdad. Con el Espiritismo la vida futura ya no es un simple artículo de fe, una hipótesis; es una realidad material demostrada por los hechos, porque son testigos oculares los que vienen a describirla en todas sus fases y con todas sus peripecias, de tal modo que no sólo no es posible la duda, sino que la inteligencia más vulgar puede representársela bajo su verdadero aspecto, como nos representamos al país del que se lee una descripción detallada; así, pues, esta descripción de la vida futura es de tal modo circunstanciada, y las condiciones de existencia feliz o desgraciada de los que se encuentran en ella son tan racionales, que es forzoso decir que no puede ser de otro modo, y que esta es la verdadera justicia de Dios.