EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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CAPÍTULO PRIMERO - Yo no he venido a destruir la ley

Las tres revelaciones: Moisés; Cristo; el Espiritismo. - Alianza de la ciencia y de la religión. - Instrucciones de los espíritus: La nueva era.

1. No penséis que he venido a abrogar la ley o los profetas: no he venido a abrogarlos, sino a darles cumplimiento; porque en verdad os digo, que hasta que pase el cielo y la tierra, no pasará de la ley ni un punto, ni un tilde, sin que todo sea cumplido. (San Mateo, cap. V, v. 17 y 18).

Moisés

2. La ley mosáica se compone de dos partes distintas: la ley de Dios, promulgada en el monte Sinaí, y la ley civil o disciplinaria, establecida por Moisés; la una, es invariable, y la otra, apropiada a las costumbres y al carácter del pueblo, se modifica con el tiempo. La ley de Dios está formada en los diez mandamientos siguientes:

I. Yo soy el Señor tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre. - No tendrás Dioses ajenos delante de mí. - No harás para tí obra de escultura ni figura, de lo que hay arriba del cielo, ni de lo que hay abajo en la tierra, ni de las cosas que están en las aguas debajo de la tierra. No las adorarás ni les darás culto.
II. No tomarás el nombre del Señor tu Dios en vano.
III. Acuérdate de santificar el día de sábado.
IV. Honra a tu padre y a tu madre para que seas de larga vida en la tierra, que el Señor tu Dios te dará.
V. No matarás.
VI. No cometerás adulterio.
VII. No hurtarás.
VIII. No levantarás contra tu prójimo falso testimonio.
IX. No desearás la mujer de tu prójimo.
X. No codiciarás la casa de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de las que son de él.

Esta ley es de todos tiempos y de todos los países y por lo mismo tiene un carácter divino. Las leyes establecidas por Moisés, obligado a contener por el miedo a un pueblo naturalmente turbulento e indisciplinado, en que tenía que combatir abusos arraigados y preocupaciones adquiridas en la servidumbre de Egipto, son muy diferentes. Para revestir de autoridad sus leyes, debió atribuirles su origen divino, como lo hicieron todos los legisladores de los pueblos primitivos; la autoridad del hombre debía apoyarse en la autoridad de Dios, pues sólo la idea de un Dios terrible podía impresionar a hombres ignorantes, en quienes el sentido moral y el sentimiento de una exquisita justicia estaban aun poco desarrollados. Es evidente que el que había establecido en sus mandamientos: No matarás, no harás mal a tu prójimo, etc., no podía contradecirse elevando a deber el exterminio. Las leyes mosáicas propiamente dichas, tenían, pues, un carácter esencialmente transitorio.

Cristo

3. Jesús no vino a destruir la ley; es decir, la ley de Dios; vino a darla cumplimiento, esto es, a desarrollarla, a darla su verdadero sentido, y a apropiarla al grado de adelantamiento de los hombres; por esto se encuentra en esa ley el principio de los deberes para con Dios y el prójimo, que son la base de la doctrina. En cuanto a las leyes de Moisés propiamente dichas, por el contrario, las modificó profundamente, ya en el fondo, ya en la forma; combatió constantemente los abusos de las prácticas exteriores y las falsas interpretaciones y no pudo hacerlas sufrir una reforma más radical que reduciéndolas a estas palabras:

"Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo", añadiendo: "Esta es toda la ley y los Profetas".

Con esas palabras: "El cielo y la tierra no pasarán sin que todo sea cumplido hasta un tilde", Jesús quiso decir, que era menester que la ley de Dios recibiese su cumplimiento: es decir, que fuese practicada por la tierra en toda su pureza, con todo su desarrollo y todas sus consecuencias; pues ¿de qué serviría haber estahíecido esta ley, si quedase subsistente el privilegio de algunos hombres o de un solo pueblo? Siéndo todos los hombres hijos de Dios, son, sin distinción, objeto de una misma solicitud.

4. Pero la misión de Jesús no fué simplemente la de un legislador moralista sin más autoridad que su palabra; vino a cumplir las profecías que anunciaron su venida; recibía su autoridad de la naturaleza excepcional de su espíritu y de su visión divina, vino a enseñar a los hombres que la verdadera vida po está en la tierra, sino en el reino de los cielos; a enseñarles el camino que conduce a ella, los medios para reconciliarse con Dios, y hacer presentir la marcha de las cosas futuras, para el cumplimiento de los destinos humanos. Sin embargo, no lo dijo todo, y sobre muchos puntos se limitó a dejar el gérmen de verdades que El mismo declara que no podían ser comprendidas; habló de todo, pero en términos más o menos explícitos, porque para entender el sentido oculto de aquellas palabras, era preciso que ideas nuevas y conocimientos nuevos vinieran a dar la clave, y estas ideas no podían venir antes de cierto grado de madurez del espíritu humano. La ciencia debía contribuir poderosamente al nacimiento y al desarrollo de estas ideas; luego era preciso dar a la ciencia el tiempo para progresar.

El Espiritismo.

5. El Espiritismo es la nueva ciencia que viene a revelar a los hombres, con pruebas irrecusables, la existencia y la naturaleza del mundo espiritual y sus relaciones con el mundo corporal; nos lo presenta, no como una cosa sobrenatural, sino, al contrario, como una de las fuerzas vivas y que incesantemente obran en la naturaleza, como el origen de una multitud de fenómenos incomprensibles hasta ahora y relegados, por esta razón, al dominio de lo fantástico y de lo maravilloso. A estas relaciones es a las que Cristo hace alusión en diferentes circunstancias; y por esto muchas de las cosas que dijo han sido ininteligibles o falsamente interpretadas. El Espiritismo es la clave con que todo se explica fácilmente.

6. La ley del Antiguo Testamento está personificada en Moisés, y la del Nuevo en Cristo; el Espiritismo es la tercera revelación de la ley de Dios, pero no está personificado en ningún individuo, porque es producto de la enseñanza dada, no por un hombre, sino por los espíritus, que son las "voces del cielo" en todas las partes de la tierra y por multitud de innumerables intermediarios; es, en cierto modo, un ser colectivo que comprende el conjunto de los seres del mundo espiritual, viniendo cada uno a traer a los hombres el tributo de sus luces para hacerles conocer aquel mundo y la suerte que en él les espera.

7. Así como Cristo dijo: "No vengo a destruir la ley, sino a cumplirla", el Espiritismo dice también: "No vengo a destruir la ley cristiana, sino a cumplir-la". No enseña nada contrario a lo que enseñó Cristo, pero desarrolla, completa y explica, en términos claros para todo el mundo, lo que se dijo bajo la forma alegórica; viene a cumplir en los tiempos predichos lo que Cristo anunció, y a preparar el cumplimiento de las cosas futuras. Es, pues, obra de Cristo, que el mismo preside, así como a la regeneración que se opera y prepara el reino de Dios en la tierra como igualmente lo anunció.

Alianza de la ciencia y la religión

8. La ciencia y la religión son las dos palancas de la inteligencia humana; la una revela las leyes del mundo material, la otra las leyes del mundo moral; pero teniendo "las unas y las otras el mismo principio, que es Dios", no puede contradecirse; si una es la negación de la otra, la una tiene necesariamente razón y la otra no, porque Dios no puede querer destruir su propia obra. La incompatibilidad que se ha creído ver entre estos dos órdenes de ideas, se debe a una falta de observación y al sobrado exclusivismo de una y otra parte; de esto se ha seguido un conflicto, del que han nacido la incredulidad y la intolerancia.

Han llegado los tiempos en que las enseñanzas de Cristo deben recibir su complemento, en que el velo echado a propósito sobre algunas partes de esas enseñanzas, debe levantarse; en que la ciencia, cesando de ser exclusivamente materialista, debe tomar en cuenta el elemento espiritual, y en que la religión, cesando de desconocer las leyes orgánicas e inmutables de la materia, apoyándose la una en la otra y marchando estas dos fuerzas de concierto, se presenta mutuo apoyo. Entonces la religión, no siendo ya desmentida por la ciencia, adquirirá un poder indestructible, porque estará conforme con la razón y porque no podrá oponérsele la irresistible lógica de los hechos.

La ciencia y la religión no han podido entenderse hasta hoy, porque mirando cada uno las cosas desde su punto de vista exclusivo, se rechazaban mutuamente. Faltaba algo para llenar el vacío que las separaba, un lazo que las aproximase; este lazo consiste en el conocimiento de las leyes que rigen y entrelazan el mundo espiritual con el mundo corporal; leyes tan inmutables como las que regulan el movimiento de los astros y la existencia de los séres. Una vez patentizadas estas relaciones por la experiencia, háse hecho una nueva luz, la fe se ha dirigido a la razón, la razón no ha encontrado nada ilógico en la fe, y el materialismo ha sido vencido. Pero en esto, como en todo, hay personas que se quedan rezagadas, hasta que son arrastradas por el movimiento general que les aplasta, si quieren resistir, en vez de entregarse a él. Es una verdadera resolución moral la que se opera en este momento y trabaja los espíritus; después de haberse elaborado durante más de dieciocho siglos, toca a su cumplimiento y va a marcar una nueva era de la humanidad. Las consecuencias de esta revolución son fáciles de prever; debe introducir en las relaciones sociales inevitables modificaciones, y no está en el poder de nadie el oponerse a ellas, porque entran en los designios del Todopoderoso y son consecuencia de la ley del progreso, que es una ley de Dios.

INSTRUCCIONES DE LOS ESPÍRITUS

La nueva era

9. Dios es único, y Moisés el espíritu que Dios envió en misión para darle a conocer, no sólo a los hebreos sino a los pueblos paganos. El pueblo hebreo, fue el instrumento del que Dios se valió para hacer su revelación por medio de Moisés y los profetas, pues las vicisitudes de este pueblo eran a propósito para impresionar y rasgar el velo que ocultaba a los hombres la divinidad.

Los mandamientos de Dios dados por Moisés envuelven el germen de la más alta moral cristiana; los comentarios de la Biblia restringían el sentido, porque puesta en obra en toda su pureza, no se hubiera comprendido; pero los diez mandamientos de Dios no dejaron por esto de ser el frontispicio brillante, como el faro que debía iluminar a la humanidad en el camino que tenía que recorrer.

La moral enseñada por Moisés era apropiada al estado de adelanto en que se encontraban los pueblos que debía regenerar, y estos pueblos, medio salvajes en cuanto al perfeccionamiento de su alma, no hubieran comprendido que se pudiese adorar a Dios de otra manera que por medio de holocaustos, ni que hubiese de perdonarse al enemigo. Su inteligencia, notable respecto de las cosas materiales y aun respecto de las artes y de las ciencias, estaba muy atrasada en moralidad, y no se hubiera sujetado al imperio de una religión enteramente espiritual; les era necesario una representación semi-material tal como la ofrecía entonces la religión hebrea. Así es que los holocaustos hablaban a sus sentidos, mientras que la idea de Dios hablaba a su espíritu.

Cristo fué el iniciador de la más pura moral, la más sublime, de la moral evangélica cristiana que debe renovar el mundo, reunir a los hombres y hacerlos hermanos; que debe hacer brotar de todos los corazones humanos la caridad y el amor al prójimo, y crear entre todos los hombres una solidaridad común; en fin de una moral que debe transformar la tierra y hacer de ella una morada para espíritus superiores a los que hoy la habitan. Es la ley del progreso, a la que está sometida la naturaleza, que se cumple, y el Espiritismo es la palanca de que Dios se sirve para hacer avanzar a la humanidad.

Han llegado los tiempos en que las ideas morales deben desarrollarse para realizar los progresos que entran en los designios de Dios, siguiendo el mismo camino que han recorrido las ideas de libertad y que fueron sus precursores. Pero no creais que este desarrollo se realice sin luchas, no; esas ideas necesitan, para llegar a la madurez, sacudimientos y discusiones, con el fin de que llamen la atención de las masas; una vez fijada la atención, la hermosura y la santidad de la moral impresionarán a una ciencia que les da la clave de la vida futura y les abre las puertas de la eterna felicidad. Moisés fué el que abrió el camino; Jesús el que continuó la obra; el Espiritismo la concluirá. (Un espíritu israelita. Mulhouse, 1861).

10. Un día Dios, en su caridad inagotable, permitió al hombre viera que la verdad atravesaba las tinieblas; este día fué el advenimiento de Cristo. Después de la luz viva, volvieron las tinieblas; el mundo, después de las alternativas de verdad y de obscuridad, se perdia de nuevo. En ese momento es cuando los espíritus, semejantes a los profetas del Antiguo Testamento, os hablan y advierten; ¡el mundo está conmovido en sus cimientos: el trueno rugirá, estad firmes!

El Espiritismo es de orden divino, puesto que descansa en las mismas leyes de la naturaleza; y creed que todo lo que es de orden divino, tiene un objeto grande y útil. Vuestro mundo se perdía; la ciencia, desarrollada a expensas de lo que es de orden moral, conduciéndoos al fin material, redundaba en provecho del espíritu de las tinieblas. Vosotros lo sabéis, cristianos; el corazón y el amor deben marchar unidos a la ciencia. El reino de Cristo ¡ah! después de dieciocho siglos, y a pesar de la sangre de tantos mártires, aun no ha llegado. Cristianos, volved al maestro que quiere salvaros. Todo le es fácil al que cree y ama; el amor le llena de un goce inefable. Sí, hijos míos; el mundo está conmovido, los espíritus buenos os lo dicen a menudo, dobláos bajo el soplo precursor de la tempestad, a fin de que no seáis derribados; es decir, preparáos, y no os parezcáis a las vírgenes locas que estaban desprevenidas a la llegada del esposo.

La revolución que se prepara es más bien moral que material; los grandes espíritus, mensajeros divinos, inspiran la fe para que todos vosotros, operarios, esclarecidos y ardientes, hagáis oír vuestra humilde voz; porque vosotros sois el grano de arena, y sin granos de arena no habría montañas. Así, pues, que esta expresión "somos pequeños", no tenga sentido para vosotros. A cada uno su misión, a cada uno su trabajo. ¿No construye la hormiga el edificio de su república y los animalitos imperceptibles no levantan acaso continentes? La nueva cruzada ha empezado; apóstoles de una paz universal y no de la guerra, san Bernardos modernos, mirad y marchad adelante: la ley de los mundos es la ley del progreso. (Fenelón. Poitiers, 1861).


11. San Agustín es uno de los más grandes propagadores del Espiritismo; se manifiesta casi en todas partes, y la razón de ello está en la vida de este gran filósofo cristiano. Pertenece a aquella vigorosa falange de Padres de la Iglesia a los cuales la cristiandad debe sus más sólidos apoyos. Como muchos, fué arrebatado al paganismo, mejor dicho, a la más profunda impiedad, por el resplandor de la verdad. Cuando en medio de sus desvíos sintió en su alma esta vibración extraña que le hizo volver en sí mismo y comprender que la felicidad estaba en otra parte y no en los placeres embriagadores y fugitivos; cuando, en fin, marchando por el camino de Damasco, oyó también la voz santa que le gritaba; Saul, Saul, ¿por qué me persigues?, exclamó: ¡Dios mío! ¡Dios mío! perdóname, creo, ¡soy cristiano!; y desde entonces fué uno de los más firmes defensores del Evangelio. Se pueden leer en las notables confesiones que nos dejó este espíritu eminente, las palabras características y proféticas al mismo tiempo, que pronunció después de haber perdido a santa Mónica: "Estoy convencido de que mi madre volverá a visitarme y a darme consejos, revelándome lo que nos espera en la vida futura". ¡Qué enseñanza en estas palabras, y que resplandeciente previsión de la futura doctrina! Por esto hoy día, viendo llegada la hora para divulgar la verdad que en otro tiempo presintió, se ha hecho su ardiente propagador y se multiplica, por decirlo así, para acudir a todos los que le llaman. (Erasto, discípulo de San Pablo. París, 1863).

Nota. - ¿Acaso San Agustín viene a echar abajo aquello que edificó? Seguramente que no; pero como tantos otros, ve con los ojos del espíritu lo que no veía como hombre; su alma desprendida entrevé nuevas claridades y comprende lo que no comprendía antes; nuevas ideas le han revelado el verdadero sentido de ciertas palabras; en la tierra juzgaba las cosas según los conocimientos que poseía, pero luego que se hizo para él una nueva luz, pudo juzgarlos más sanamente; así es que ha reformado su creencia respecto a los espíritus íncubos y síncubos y sobre el anatema que lanzó contra la teoría de los antípodas. Ahora que el cristianismo se le presenta en toda su pureza, puede pensar sobre ciertos puntos de otro modo que cuando vivía, sin dejar de ser el apóstol cristiano y sin renegar de su fe, puede hacerse propagador del Espiritismo, porque ve en él el cumplimiento de las cosas predichas; proclamándolo hoy, no hace otra cosa que conducirnos a una interpretación más sana y más lógica que los textos. Lo mismo sucede con otros espíritus que se encuentran en una posición análoga