8. Pongamos un ejemplo: Un hombre se ha perdido en el desierto y sufre una sed
horrible; siéntese desfallecer y se deja caer en el suelo; ruega a Dios que le asista, y
espera; pero ningún ángel viene a traerle agua. Sin embargo, un buen espíritu le ha
"sugerido" el pensamiento de levantarse, seguir uno de los senderos que se presentan
ante él, y entonces por un movimiento maquinal, se reviste de ánimo, se levanta y
marcha a la ventura. Llega a una colina, descubre lejos un arroyuelo, y a esta vista,
recobra ánimo. Si tiene fe, exclamará: "Gracias, Dios mío, por el pensamiento que me
habéis inspirado y por la fuerza que me habéis dado". Si no tiene fe, dirá: "¡Qué buen
pensamiento he tenido! ¡Qué suerte haber tomado el camino de la derecha más bien que
el de la izquierda! la casualidad, verdaderamente, nos sirve bien algunas veces. ¡Cuánto
me felicito por mi valor en no dejarme abatir!"
Pero dirán algunos: "¿por qué el buen espíritu no le dijo bien claro, sigue esta
senda, y al extremo encontrarás lo que te hace falta? ¿Por qué no se le ha manifestado,
para guiarle y sostenerdle en su abatimiento? De este modo le hubiera convencido de la
intervención de la Providencia". En primer lugar sucede así para enseñarle que debe
ayudarse a sí mismo y hacer uso de sus propias fuerzas, y luego, por tal incertidumbre,
Dios pone a prueba la confianza que en El se tiene, así como la sumisión a su voluntad.
Ese hombre estaba en la situación de un niño que cae, y si ve a alguno, grita y espera
que le vayan a levantar; si no ve a nadie, hace esfuerzos y se levanta solo.
Si el ángel que acompañó a Tobías le hubiese dicho: "Soy el enviado de Dios
para guiarte en tu viaje y preservarte de todo peligro", Tobias no hubiera tenido ningún mérito; confiando en su
compañero, ni aun hubiera tenido necesidad de pensar; por esto el angel no se dió a
conocer hasta el regreso.
Acción de la oración.