21. Observación. Cuando una aflicción no es consecuencia de los actos de la vida presente, es preciso buscar su causa en una vida anterior. Lo que se llaman caprichos de la suerte, no son otra cosa que efectos de la justicia de Dios. Dios no castiga arbitrariamente: quiere que entre la falta y la pena haya siempre correlación. Si en su bondad ha echado un velo a nuestros actos pasados, nos pone sin embargo en su camino, diciendo: "El que ha herido por la espada, perecerá por la espada"; palabras que pueden traducirse de este modo: "Siempre somos castigados por donde hemos pecado". Si alguno, pues, es castigado por la pérdida de la vista, es porque la vista ha sido causa de su falta. También puede ser que haya sido causa de la pérdida de la vista de otro; puede que alguno haya quedado ciego por el exceso del trabajo que se le ha impuesto, o por consecuencia de malos tratamientos, falta de cuidados, etc., y entonces sufre la pena del Talión. El mismo, en su arrepentimiento, pudo escoger esta expiación, aplicándose estas palabras de Jesús: "Si vuestro ojo es motivo de escándalo, arrancadle".