EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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XI. Una de dos: o la muerte es una destrucción absoluta, ó es el tránsito del alma a otro paraje. Si debe aniquilarse todo, la muerte será como una de esas noches raras que pasames sin soñar y sin ninguna conciencia de nosotros mismos. Pero si la muerte sólo es un cambio de morada, el tránsito a un lugar en que los muertos deben reunirse, ¡qué diera volver a encontrar a los que hemos conocido! Mi mayor placer fuera poder examinar de cerca los habitantes de esa morada y distinguir en ellos, como aquí, a los que son sabios, de aquellos que creen serlo, y no lo son. Pero ya es hora de separarnos, yo para morir y vosotros para vivir. (Sócrates a sus Jueces). Según Sócrates los hombres que han vivido en la tierra, se vuelven a encontrar después de la muerte y se reconocen. El Espiritismo nos lo ofrece continuando las relaciones que tuvieron de tal modo, que la muerte no es ni una interrupción, ni una cesación de la vida, sino una transformación sin solución de continuidad. Si Sócrates y Platón hubiesen conocido las enseñanzas que Cristo dió 500 años después, y las que dan ahora los espíritus, hubieran dicho lo mismo. No debe sorprendernos esto si consideramos que las grandes verdades son eternas, que los espíritus adelantados debieron conocerlas antes de venir a tierra, a donde los trajeron; que Sócrates, Platón y los grandes filósofos de su tiempo, pudieron ser más tarde del número de aquellos que sécundaron a Cristo en su divina misión, siendo elegidos precisamente porque estaban más que los otros en disposición de comprender sus sublimes enseñanzas, y que, finalmente, pueden hoy formar parte del número de los espíritus encargados de venir a enseñar a los hombres las mismas verdades.