EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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VIII. Si el alma es inmaterial, debe pasar después de esta vida a un mundo igualmente invisible e inmaterial, del mismo modo que el cuerpo, cuando se descompone vuelve a la materia. Sólo que conviene mucho distinguir bien el alma pura, verdaderamente inmaterial, que se alimenta como Dios de la ciencia y de los pensamientos, del alma más o menos manchada de impurezas materiales, que la impiden elevarse hacia lo divino y la retienen en los lugares de su morada terrestre. Sócrates y Platón, como se ve, comprendían perfectamente los diferentes grados de desmateríalización del alma, e insisten sobre la diferencia de situación que resulta para ella de su mayor o menor pureza. Lo que ellos decían por intuición, el Espiritismo lo prueba con numerosos ejemplos que pone a nuestra vista. (Cielo e Infierno, 2ª parte).