EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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30. Prefacio. Cuando tenemos un motivo de aflicción, si buscamos la causa encontraremos muchas veces que es consecuencia de nuestra imprudencia, de nuestra impresión, o de una acción anterior; en este caso, a nadie debemos culpar sino a nosotros mismos. Si la causa de una desgracia es independiente de toda participación nuestra, es una prueba para esta vida o la expiación de una existencia pasada, y en este último caso, la naturaleza de la expiación puede hacernos conocer la naturaleza de la falta, porque siempre somos castigados por donde hemos pecado. (Cap. V, núms. 4, 6 y siguientes.)


En lo que nos aflige, en general, sólo vemos el mal presente, y no las consecuencias ulteriores favorables que esto puede tener. El bien es muchas veces consecuencia del mal pasajero, como la curación de un enfermo es resultado de los medios dolorosos que se han empleado para obtenerla. En todos los casos debemos someternos a la voluntad de Dios y soportar con valor las tribulaciones de la vida, si queremos que se nos tome en cuenta y que se nos apliquen estas palabras de Cristo: Bienaventurados los que sufren. (Cap. V, núm. 18.)