EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

Volver al menú
2. Y se levantó un doctor de la ley, y le dijo por tentarle: Maestro, ¿qué haré para poseer la vida eterna? - Y él le dijo: ¿En la ley, qué has escrito? ¿Cómo lees? El respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios de todo corazón, y de toda tu alma, y de toda tus fuerzas, y de todo su entendimiento, y a tu prójimo como a tí mismo. - Y le dijo: Bien has respondido, haz eso y vivirás.


Mas él, queriéndose justificar a si mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?


Y Jesús, tomando la palabra, dijo: Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y dió en manos de unos ladrones; los cuales le despojaron: y después de haberlo herido le dejaron medio muerto y se fueron. - Aconteció, pues, que pasaba por el mismo camino un sacerdote, y cuando le vió, pasó de largo. - Y así mismo un levita, llegando cerca de aquel lugar y viéndole pasó también de largo. - Mas un samaritano que iba por su camino, se llegó cerca de él, y cuando le vió, se movió a compasión. - Y acercándose le vendó las heridas, echando en ellas aceite y vino, y poniéndolo sobre su bestia, lo llevó a una venta, y tuvo cuidado de el. - Y otro día sacó dos denarios y los dió al mesonero y le dijo: Cuídamele: y cuanto gastares de más yo te lo daré cuando vuelva.


¿Cuál de estos tres te parece que fué el prójimo de aquel que dió en manos de los ladrones? - Aquél, respondió el doctor, que usó con él de misericordia. Pues vé, le dijo entonces, Jesús, y haz tú lo mismo. (San Lucas, cap. X, v. de 25 a 37).