EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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37. Oración. A vos, Dios mío, y a vos, mi ángel de la guarda, os doy las gracias por el socorro que me habéis enviado cuando el peligro me amenazaba. Que este riesgo sea para mí un aviso que me ilumine sobre las faltas que han podido conducirme a él. Comprendo, Señor, que mi vida está en vuestras manos, y que podéis quitármela cuando bien os parezca. Inspíradme, por los buenos espíritus que me asisten, el pensamiento de emplear útilmente el tiempo que me permitáis estar aún en este mundo.


Angel custodio, sostenedme en la resolución que tomo de reparar mis agravios y de hacer todo el bien que de mí dependa, con el fin de llegar con menos imperfecciones al mundo de los espíritus cuando quiera Dios llamarme.