CAPÍTULO XVIII - Muchos son los llamados y pocos los escogidos
Parábola del festín de las bodas. - La puerta estrecha. - Los que dicen: ¡Señor! ¡Señor!
no entrarán todos en el reino de los cielos. - Se pedirá mucho al que haya recibido mucho.
- Instrucciones de los espíritus: Se dará al que ya tiene. - Se conoce al cristiano
por sus obras.
Parábola del festin de las bodas
1. Y respondiendo Jesús, les volvió a hablar otra vez en parábolas,
diciendo: semejante es el reino de los cielos a cierto rey, que hizo bodas a su hijo. -
Y envió sus siervos a llamar a los convidados a las bodas, mas no quisieron ir. -
Envió de nuevo otros siervos, diciendo: Decid a los convidados: He aquí
preparado mi banquete; mis toros y los animales cebados están ya muertos, todo
está pronto: venid a las bodas. - Mas ellos le despreciaron, y se fueron unos a su
granja, y otros a su tráfíco. - Y los otros echaron mano de los siervos, y después de
haberlos ultrajado, los mataron. - Y el rey cuando los oyó, se irritó; y enviando a
sus ejércitos acabó con aquellos homicidas y puso fuego a su ciudad.
Entonces dijo a sus siervos: Las bodas ciertamente están aparejadas, mas
los que habían sido convidados no fueron dignos. - Pues id a la salida de los
caminos y a cuantos halláreis, llamadlos a las bodas; y habiendo salido sus siervos
a los caminos, congregaron a cuantos hallaron, malos y buenos; y se llenaron las
bodas de convidados.
Y entró el rey para ver a los que estaban a la mesa, y vió allí an hombre
que no estaba vestido con vestidura de boda. - Y le dijo: Amigo, ¿cómo has
entrado aquí no teniendo vestidura de boda. Mas él enmudeció. - Entonces el rey
dijo a sus ministros: Atado de pies y manos arrojarle en las tinieblas exteriores:
allí será el llorar y el crugir de dientes. - Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos. (San Mateo, cap. XXII, v. de 1 a
14).
2. El incrédulo se burla de esta parábola que le parece de una sencillez pueril,
porque no comprende que se pusiesen tantas dificultades para asistir a un festín, y aun
menos que los convidados llevasen la resistencia hasta el extremo de matar atrozmente a
los enviados del Señor de la casa. "Las parábolas, dice, son sin duda figuras, pero es
preciso que no traspasen los límites de lo verosímil".
Lo mismo puede decirse de todas las alegorías y de las fábulas más ingeniosas, si
no se las despoja de su envoltura para buscar en ellas el sentido oculto. Jesús sacaba las
suyas de los usos más vulgares de la vida, y las adaptaba a las costumbres y al carácter
del pueblo al cual hablaba; la mayor parte tienen por objeto hacer penetrar en las masas
la idea de la vida espiritual; muchas veces el sentido sólo parece ininteligible porque no
se aparta de este punto de vista.
En esta parábola, Jesús compara el reino de los cielos en donde todo es alegría y
felicidad, a un festín. Por los primeros convidados hace alusión a los Hebreos que Dios
había llainado los primeros al conocimiento de su ley. Los enviados del maestro, son los
profetas que venían a exhortarles para que siguieran el camino de una verdadera
felicidad; pero sus palabras eran poco escuchadas, sus, advertencias eran despreciadas y
aun muchos fueron muertos alevosamente como los servidores de la parábola. Los
convidados que se excusan diciendo que tienen que cuidar sus campos y sus negocios,
son el emblema de las gentes de mundo, que absortos por las cosas terrestres, son
indiferentes para las celestes.
Era una creencia entre los judíos de entonces, que su nación debía adquirir la
supremacía sobre todas las otras. En efecto, Dios, ¿no había prometido a Abraham que
su posteridad cubriría toda la tierra? Pero siempre tomando la forma por el fondo, creían
en una dominación efectiva y material. Antes de la venida de Cristo, a excepción de los
hebreos, todos los pueblos eran idólatras y politeístas. si; algunos hombres superiores al
vulgo concibieron la idea de la unidad divina, esta idea quedó en el estado de sistema
personal pero en ninguna parte fué aceptada como verdad fundamental, sino por los
pueblos iniciados que ocultaban sus conocimientos bajo un velo misterioso e
impenetrable para las masas. Los hebreos fueron los primeros que practicaron
públicamente el monoteísmo, y a ellos transmitió Dios su ley, primero por Moisés, y
después por Jesús; de este pequeño foco salió la luz que debía esparcirse por todo el
mundo, triunfar del paganismo y dar a Abraham una posteridad espiritual "tan numerosa
como las estrellas del firmamento". Pero los judíos, rechazando la idolatría, habían
rechazado la ley moral, para dedicarse a la práctíca más fácil de las formas exteriores. El
mal llegó a su colmo; la nación esclavizada estaba destrozada por las fracciones y dividida
por las sectas; la misma incredulidad había penetrado hasta el santuario. Entonces
apareció Jesús, enviado para llamarlos a la observancia de la ley y abrirles los tiuevos
horizontes de la vida futura; convidados los primeros al gran banquete de la fe
universal, rechazaron la palabra del celeste Mesías, y le hicieron perecer; así perdieron el
fruto que hubieran podido recoger de su primera iniciativa.
Sería injusto, sin embargo, acusar al pueblo entero de este estado de cosas; la
responsabilidad incumbe principalmente a los fariseos y a los saduceos, que perdieron la
nación por el orgullo y fanatismo de unos y por la incredulidad de los otros. A éstos
sobre todo, compara Jesús con los convidados que rehusaron la comida de las bodas.
Después añade: "El Señor, viendo esto, hizo convidar a todos áquellos que se encontraron
en las encrucijadas de las calles, buenos y malos".
Entendía decir con esto que la palabra iba a ser predicada a todos los otros
pueblos, paganos e idólatras, y que aceptándola éstos, serían admitidos al festín en el
puesto de los primeros convidados.
Pero no basta ser convidado; no hasta llevar el nombre de cristiano ni sentarse a
la mesa para tomar parte en el celeste banquete: es menester, ante todo y con expresa
condición, estar revestido con la ropa nupcial, es decir, tener la pureza de corazón y
practicar la ley según el espíritu; y esta ley está completa en estas palabras: "Sin caridad
no hay salvación". Pero entre todos aquellos que oyen la palabra divina, ¡cuán pocos hay
que la guarden y se aprovechen de ella! ¡Cuán pocos se hacen dignos de entrar en el
reino de los cielos! Por esto dijo Jesús: "Serán muchos los llamados, y pocos los
escogidos".
La puerta estrecha
3. Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y espacioso el
camino que lleva a la perdición y muchos los que entran por él. - ¡Qué angosta es
la puerta, y qué estrecho el camino que lleva a la vida: y pocos son los que atinan
con él. (San Mateo, cap. VII, v. 13 y 14).
4. Y le dijo un hombre: Señor, ¿son pocos los que se salvan? Y él le dijo:
Porfiad a entrar por la puerta angosta: porque os digo que muchos procurarán
entrar, y no podrán. Y cuando el padre de familia hubiera entrado, y cerrado la
puerta, vosotros estaréis fuera y comenzaréis a llamar a la puerta, diciendo: Señor,
ábrenos: y él os responderá diciendo: no sé de donde sois vosotros. - Entonces
comenzaréis a decir: Delante de tí comimos y bebimos, y en nuestras plazas
enseñaste. - Y os dirá: No sé de donde sois vosotros: apartáos de mí todos los
obradores de la iniquidad.
Allí será d llorar, y el crugir de dientes: y cuando veréis a Abraham y a
Isaac y a Jacob, a todos los profetas en el reino de Dios, y que vosotros sois
arrojados fuera. - Y vendrá de Oriente y de Occidente, y de Aquilón y Austro y se
sentarán a la mesa en el reino de Dios. -- Y he aquí que son postreros los que serán
primeros, y que son primeros los que serán postreros. (San Lucas, cap. XIII, v. de
23 a 30).
5. La puerta de la perdición es ancha, porque las malas pasiones son numerosas y
el camino del mal es frecuentado por el mayor número. La de la salvación es estrecha,
porque el hombre que quiere penetrar por ella debe hacer grandes esfuerzos sobre sí
mismo para vencer sus malas tendencias, y pocos se resignan a ello; éste es el
complemento de la máxima: Muchos son los llamados y pocos los escogidos.
Tal es el estado actual de la humanidad terrestre, porque siendo la tierra un
mundo de expiación, el mal domina; cuando sea transformada, el camino del bien será
más frecuentado. Estas palabras, deben, pues, entenderse en sentido relativo y no en
sentido absoluto. Si tal debiese ser el estado normal de la humanidad, Dios hubiera
condenado voluntariamente a la perdición la inmensa mayoría de sus criaturas;
suposición inadmisible desde el momento que se reconoce que Dios es la justicia y la
bondad por excelencia.
Pero, ¿de qué maldades se hubiera hecho culpable esta humanidad para merecer
una suerte tan triste en su presente y en su porvenir, si toda estuviese relegada en la
tierra y si el alma no hubiera tenido otras existencias? ¿Por qué tantos inconvenientes
sembrados en su camino? ¿Por qué esta puerta tan estrecha en la que sólo puede
penetrar el más pequeño número, si la suerte del alma está fijada para siempre después
de la muerte? Así es que con la unidad de existencia, se está incesantemente en
contradicción consigo mismo y con la justicia de Dios. Con la anterioridad del alma y la
pluralidad de mundos, el horizonte se ensancha; se esclarecen los puntos más obscuros
de la fe; el presente y el porvenir son solidarios del pasado, y sólo entonces es cuando
puede comprenderse todo el fondo, toda la verdad y toda la sabiduría de las máximas de
Cristo.
Los que dicen: ¡Señor! ¡Señor!
6. No todo el que me dice: ¡Señor! ¡Señor! entrará en el reino de los cielos;
si no el que hace la voluntad de mi padre, que está en los cielos, ese entrará en el
reino de los cielos. -Muchos me dirán en aquel día: ¡Señor! ¡Señor! ¿pues no profetizamos
en tu nombre, y en tu nombre lanzamos demonios, y en tu nombre
hicimos muchos milagros? - Y entonces yo les dire claramente: Nunca os conocí:
Apartáos de mí los que obráis la iniquidad. (San Mateo, cap. VII, v. 21, 22 y 23).
7. Pues todo aquel que oye estas mis palabras y las cumple, comparado será
a un barón sabio, que edificó su casa sobre la peña. Que descendió lluvia, y
vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron impetuosamente en aquella casa, y no
cayó: Porque estaba cimentada sobre peña. - Y todo el que oye es tas mis palabras
y no las cumple, semejante será a un hombre loco, que edificó su casa sobre arena.
- Que descendió lluvía, vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron impetuosamente
sobre aquella casa, y cayó y fué su ruina grande. (San Mateo, cap. VII, v. de 24 a
27. San Lucas, cap. VI, v. de 46 a 49).
8. Por lo cual, quien quebrantare uno de estos mandamientos muy
pequeños, y enseñare así a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de
los cielos. Mas quien hiciere y enseñare, éste será llamado grande en el reino de los
cielos. (San Mateo, cap. V, v. 19).
9. Todos los que confiesan la misión de Jesús, dicen: ¡Señor! ¡Señor! ¿Pero de
qué sirve llamarle Maestro o Señor, si no se siguen sus preceptos? ¿Son acaso,
cristianos los que le honran por actos exteriores de devoción, y veneran al propio tiempo
al orgullo, al egoísmo, a la ambición y a todas sus pasiones? ¿Son, acaso, sus discípulos
aquellos que pasan días rogando, y, sin embargo, no son ni mejores, ni más caritativos,
ni más indulgentes para sus semejantes? No, porque, como los fariseos, tienen la oración
en los labios y no en el corazón. Con la forma pueden imponer a los hombres, pero no a
Dios. En vano dirán a Jesús: "Señor, hemos profetizado, es decir, enseñado en vuestro
nombre, - hemos comido y bebido con vos"; él responderá: "No sé quiénes sois;
apartaos de mí los que obráis la iniquidad, vosotros que desmentís vuestras palabras con vuestras acciones,
que calumniáis a vuestro prójimo, que despojáis a las viudas y cometéis adulterio;
apartaos de mí, vosotros cuyo corazón destila la ira y la hiel, vosotros que derramáis la
sangre de vuestros hermanos en mi nombre, que hacéis correr las lágrimas en vez de
enjugarlas. Para vosotros habrá lágrimas y crujir de dientes, porque el reino de Dios es
para aquellos que son dulces, humildes y caritativos. No esperéis doblar la justicia del
Señor con la multiplicidad de vuestras palabras y de vuestras genuflexiones; el sólo
camino que tenéis abierto para encontrar gracia ante El es la práctica sincera de la ley de
amor y de caridad".
Las palabras de Jesús son eternas, porque son la verdad. No sólo son la
salvaguardia de la vida celeste, si que también la prenda de la paz, de la tranquilidad y de
la estabilidad en las cosas de la vida terrestre; por esto todas las instituciones humanas,
políticas, sociales, religiosas, que se apoyen en esas palabras, serán estables como la
casa que se construye sobre la peña; los hombres las conservarán porque encontrarán en
ellas su felicidad; pero aquellas que fueren su violación, serán como la casa construída
en la arena; el viento de las revoluciones y el torrente del progreso las arrastrarán.
Se pedirá mucho al que ha recibido mucho
10. Porque aquel siervo que supo la voluntad de su Señor y no se apercibió,
y no hizo conforme a su voluntad, será muy bien azotado. - Mas el que no supo e
hizo cosas dignas de castigo, poco será azotado. Porque a todo aquél a quien
mucho fué dado, mucho le será demandado; y al que mucho encomendaron, más
le pedirán, (San Lucas, cap. XII, v. 47 y 48).
11. Y Jesús dijo: Yo vine a este mundo para juicio: para que vean los que
no ven, y los que ven sean hechos ciegos. - Y lo oyeron algunos de los fariseos, que
estaban con El. Y le dijeron: ¿pues qué, nosotros somos también ciegos? - Jesús les dijo: Si fuéseis ciegos no tendríais pecado: mas ahora porque decís vemos, por eso
permanece vuestro pecado. (San Juan, capítulo IX, v. 39, 40 y 41.)
12. Estas máximas, sobre todo, encuentran su explicación en la enseñanza de los
espíritus. Cualquiera que conozca los preceptos de Cristo, seguramente es culpable si no
los practica; pero como que el Evangelio que los contiene no está esparcido sino en las
sectas cristianas, entre éstas, ¡cuántas personas hay que no le comprenden! Resulta de
esto que las mismas palabras de Jesús son perdidas para el mayor número.
La enseñanza de los espiritus que reproduce estas maximas bajo diferentes
formas, que las desarrolla y comenta para ponerlas al alcance de todos, tiene de
particular que no está circunscripta, y que todos los letrados e iletrados, creyentes e
incrédulos, cristianos o no, puedan recibirla, puesto que los Espíritus se comunican por
todas partes; ninguno de los que la reciben directa o indirectamente pueden pretextar
ignorancia; no pueden excusarse ni con su falta de instrucción ni con la obscuridad de su
sentido alegórico. Aquel, pues, que no saca provecho de ella para su mejoramiento, que
la admira como cosa interesante y curiosa, sin que su corazón se conmueva, que no es ni
menos vano ni menos orgulloso, ni menos egoísta ni menos apasionado por los bienes
materiales, ni mejor para su prójimo, es tanto más culpable cuantos más medios tiene de
conocer la verdad.
Los médiums que obtienen comunicaciones buenas son aún más reprensibles si
persisten en el mal; por-que muchas veces escriben su propia condenación y porque, si
no les cegara el orgullo, reconocerían que los espíritus se dirigen a ellos mismos. Pero
en lugar de tomar para ellos las lecciones que escriben, o que ven escribir, su sólo
pensamiento es aplicarlas a los otros, realizando de este modo estas palabras de Jesús:
"Veis una paja en el ojo de vuestro vecino y no veis una viga en el vuestro". (Capítulo
X, nº 9).
Por estas otras palabras: "Si fuéseis ciegos no tendríais pecado", Jesús entiende
que la culpabilidad está en razón de las luces que uno posee; así, pues, los fariseos que
tenían la pretensión de ser y que en efecto eran la parte más ilustrada de la nación, eran,
por lo mismo, más reprensibles a los ojos de Dios que el pueblo ignorante. Lo mismo
sucede hoy.
A los espiritistas, pues, se les pedirá mucho, porque han recibido mucho; pero
también se dará mucho a los que se habrán aprovechado.
El primer pensamiento de todo espiritista sincero debe ser el de buscar en los
consejos dados por los espíritus, si hay alguna cosa que le concierne.
El Espiritismo viene a aumentar el número de los "llamados"; por la fe que da,
también multiplicará el número de los "escogidos".
INSTRUCCIONES DE LOS ESPÍRITUS
Se dará al que ya tiene
13. Y llegándose los discípulos, le dijeron: ¿Por qué les hablas por
parábolas? - El respondió y dijo: Porque a vosotros os es dado saber los misterios
del reino de los cielos: mas a ellos no les es dado. - Porque al que tiene se le dará y
tendrá más: mas al que no tiene, aún lo que tiene, se le quitará. - Por eso les hablo
por parábolas: porque viendo no ven, y oyendo, ni oyen ni entienden. (San Mateo,
cap. XIII, v. de 10 a 14.)
14. Y les decía: Atended a lo que vais a oir. Con la medida con que
midiéreis os medirán a vosotros y se os añadirá: - Porque al que tiene se dará. Y al
que no tiene, aún lo que tiene se le quitará. (San Marcos, cap. IV, v. 24 y 25.)
15. "Porque al que tiene se le dará y tendrá más; mas al que no tiene, aun lo que
tiene se le quitará". Meditad estas grandes lecciones, que muchas veces os han parecido
paradojas. El que ha recibido es aquel que posee el sentido de la palabra divina; ha recibido porque ha procurado hacerse
digno, y porque el Señor, en su amor misericordioso, anima los esfuerzos que se dirigen
al bien. Estos esfuerzos, sostenidos y perseverantes, atraen las gracias del Señor; es un
imán que atrae a El las mejoras progresivas y las gracias abundantes que os hacen
fuertes para subir al monte santo, en cuya cúspide está el descanso después del trabajo.
"Se quitará al que nada tiene, o que tiene poco". Tomad esto como una
oposición figurada. Dios no retira a sus criaturas el bien que se ha dignado hacerlas.
¡Hombres ciegos y sordos!, abrid vuestras inteligencias, y vuestros corazones, mirad por
vuestro espíritu, oíd por vuestra alma y no interpretéís de una manera tan groseramente
injusta las palabras de aquel que ha hecho resplandecer a vuestros ojos la justicia del
Señor. No es Dios el que quita al que ha recibido poco, sino el mismo espíritu que,
pródigo e indolente, no sabe conservar lo que tiene y aumentar, fecundándolo, el óbolo
caído en su corazón.
El que no cultiva el campo que el trabajo de su padre le ha ganado y él hereda,
ve cubrir este campo de hierbas parásitas. ¿Es, acaso, su padre el que le vuelve a tomar
las cosechas que no ha querido preparar? Si ha dejado perder el grano destinado al
campo para fructificar por falta de cuidado, ¿debe acusar a su padre si no produce nada?
No, no; en vez de acusar al que todo lo había preparado para él, de volverle a quitar lo
que le dió, que acuse al verdadero autor de sus miserias, y entonces, arrepentido y
activo, se ponga a la obra con ánimo; que rompa la tierra ingrata por el esfuerzo de su
voluntad, que la trabaje hasta el corazón con la ayuda del arrepentimiento y de la esperanza,
que eche con confianza el grano que tendrá elegido, bueno entre los malos, que lo
rocíe con su amor y con su caridad, y Dios, el Dios de amor, dará al que ya ha recibido.
Entonces verá sus esfuerzos coronados de éxito, y un grano producirá ciento y otro mil.
Animo, obreros; tomad vuestro rastrillo y vuestros arados, trabajad vuestros corazones y
arrancad de ellos la cizaña; sembrad el grano que el Señor os ha confiado, y el rocío de
amor le hará producir frutos de caridad. (Un espíritu amigo. Bordeaux, 1862).
Se conoce al cristiano por sus obras
16. "Los que me dicen: Señor, Señor, no entrarán todos en el reino de los
cielos, mas sólo aquel que hace la voluntad de mi padre, que está en los cielos".
Escuchad estas palabras del maestro todos los que rechazáis la doctrina
espiritista como una obra del demonio. Abrid vuestros oídos; el momento de escuchar
ha llegado.
¿Basta llevar la librea del Señor para ser un fiel servidor? ¿Basta decir: "Soy
cristiano", para seguir a Cristo? Buscad a los buenos cristianos y los encontraréis en sus
obras. "Un buen árbol no puede dar mal fruto, ni un mal árbol puede dar buen fruto.
Todo árbol que no da buenos frutos es cortado y echado al fuego". Estas son las
palabras del Maestro; discípulos de Cristo, comprendedlas bien. ¿Cuáles son los frutos
que debe dar el árbol del cristianismo, árbol poderoso cuyo ramaje copudo cubre con su
sombra una parte del mundo, pero que no ha abrigado aún a todos los que deben
agruparse a su alrededor? Los frutos del árbol de la vida son frutos de vida, de
esperanza y de fe. El cristianismo, tal como lo ha hecho desde muchos siglos, predica
siempre esas divinas virtudes, procura esparcir sus frutos, pero ¡cuán pocos lo cogen! El
árbol es siempre bueno, pero los jardineros son malos. Han querido cultivarlo a su
modo, han querido modelarlo según sus necesidades, y lo han achicado y mutilado; sus
ramas estériles no darán malos frutos, pero no dan ninguno. El viajero que tiene sed y se
para bajo su sombra para coger el fruto de la esperanza que debe darle la fuerza y el
valor, sólo ve ramas áridas que hacen presentir la tempestad. En vano pide el fruto de vida al árbol de la vida; las hojas
caen secas, ¡el hombre las ha manoseado tanto, que las ha quemado!
¡Abrid, pues, vuestros oídos y vuestros corazones, queridos míos! Cultivad este
árbol de vida cuyos frutos dan la vida eterna. El que lo ha plantado os invita a cuidarlo
con amor, y vosotros le veréis aún dar con abundancia sus frutos divinos. Dejadlo tal
como Cristo os lo dió; no lo mutiléis; su sombra inmensa quiere extenderse por todo el
universo; no recortéis sus ramas; sus frutos bienhechores caen en abundancia para
sostener al viajero sediento que quiere llegar al fin; no recojáis estos frutos para
encerrarles y dejarles podrir y que no sirvan para nadie. "Muchos son los llamados y
pocos los escogidos"; es que hay acaparadores para el pan de la vida, como los hay
muchas veces para el pan material. No seáis de este número; el árbol que da buenos
frutos debe esparcirse por todas partes. Marchad, pues, a buscar a aquellos que están
sedientos; conducidles bajo las ramas del árbol y com partid con ellos el abrigo que os
ofrece. "No se cogen uvas", hermanos míos; alejaos, pues, de aquellos que os llaman
para presentaros los abrojos del camino, y seguid a aquellos que os conducen a la
sombra del árbol de la vida.
El divino Salvador, el justo por excelencia, lo ha dicho y sus palabras no faltarán.
"Aquellos que me dicen: ¡ Señor, Señor!, no entrarán todos en el reino de los cielos,
sino sólo aquellos que hacen la voluntad de mi padre, que está en los cielos".
Que el Señor de bendición os bendiga; que el Dios de luz os ilumine; que el árbol
de la vida derrame sobre vosotros sus frutos con abundancia. Creed y rogad. (Simeón.
Bordeaux, 1863).