CAPÍTULO XXI - Habrá falsos Cristos y falsos profetas
Por el fruto se conoce el árbol. - Misión de los profetas. - Prodigios de los falsos
profetas. - No creáis a todos los espíritus. - Instrucciones de los espíritus: Los falsos
profetas. -Caracteres del verdadero profeta. - Los falsos profetas de la erraticidad. -
Jeremías y los falsos profetas.
Por el fruto se conoce el árbol
1. Porque no es buen árbol el que cría frutos malos. Ni mal árbol el que
lleva buenos frutos. - Pues cada árbol es conocido por su fruto. Porque ni cogen
higos de espino, ni vendimian uvas de zarzas. - El hombre bueno, del buen tesoro
de su corazón saca bien: Y el hombre malo, del mal tesoro saca mal. Porque de la
abundancia del corazón habla la boca. (San Lucas, cap. VI, v. 43, 44 y 45).
2. "Guardáos de los falsos profetas", que vienen a vosotros con vestidos de
ovejas, y dentro son lobos robadores. - Por sus frutos luego los conoceréis, "¿por
ventura cogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos?" Así todo árbol bueno
lleva buenos frutos; y el mal árbol lleva malos frutos. - "No puede el árbol bueno
llevar malos frutos ni el árbol malo llevar buenos frutos". - Todo árbol que no
lleva buen fruto será cortado y metido al fuego. - Así, pues, por los frutos de ellos
les conoceréis. (San Mateo, cap. VI. v. de 15 a 20).
3. Y respondiendo Jesús, les dijo: Guardáos que no os engañe alguno. -
Porque vendrán muchos en mi nombre, y dirán: Yo soy el Cristo: y a muchos
engañarán.
Y se levantarán muchos falsos profetas, y enganarán a muchos. Y porque
se multiplicará la iniquidad, se resfriará la caridad de muchos. - Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo.
Entonces si alguno os dijere: Mirad, el Cristo está aquí o allí; no lo creáis. -
"Porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas y darán grandes señales y
prodigios", de modo, que si puede ser, caigan en error aun los escogidos. (San
Mateo, capítulo XXIV, v. 4, 5, 12, 13, 23 y 24. - San Marcos, capítulo XIII, v. 5, 6,
21 y 22).
Misión de los profetas.
4. Se atribuye vulgarmente a los profetas el don de revelar el porvenir, de
manera que las palabras "Profecías y predicciones", han venido a ser sinónimas. En el
sentido evangélico, la palabra profeta tiene una significación más extensa; se llama así a
todo enviado de Dios con misión de instruir a los hombres y revelarles las cosas ocultas
y los misterios de la vida espiritual. Un hombre puede, pues, ser profeta sin hacer
predicciones, y ésta era la idea de los judíos en tiempos de Jesús; por esto cuando fué
conducido ante el gran sacerdote Caifás, los Escribas y los Ancianos, estando reunidos
le escupieron al rostro, le dieron puñetazos y bofetones, diciendo: "Cristo, profetízanos
y dí quién te ha pegado". Sin embargo, sucedió que los profetas tuvieron la ciencia
anticipada del porvenir, sea por intuición, sea por revelación providencial, a fin de dar
advertencias a los hombres; habiéndose realizado estos acontecimientos, el don de
pronosticar el porvenir ha sido mirado como uno de los atributos de la cualidad de
profeta.
Prodigios de los falsos profetas
5. "Se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, que harán grandes prodigios y
cosas sorprendentes para seducir a los mismos elegidos". Estas palabras dan el
verdadero sentido de la palabra prodigio. En la acepción telógica, los prodigios y los
milagros son fenómenos excepcionales, fuera de la ley de la naturaleza. Siendo obras de Dios sólo las leyes de la naturaleza, puede derogarlas sin duda si
le place, pero el simple buen sentido dice que no puede haber dado a los seres inferiores
y perversos un poder igual al suyo, y aun menos el derecho de deshacer lo que ha hecho.
Jesús no puede haber consagrado tal principio. Si, pues, según el sentido que se da a
estas palabras, el espíritu del mal tiene el poder de hacer prodigios tales que los mismos
elegidos sean engañados, resultaría que, pudiendo hacer lo que Dios hace, los prodigios
y los milagros no son privilegio exclusivo de los enviados de Dios, y nada prueban
puesto que nada distingue los milagros de los santos, de los milagros del demonio. Es,
pues, preciso buscar un sentido más racional a estas palabras.
A los ojos del vulgo ignorante, todo fenómeno cuya causa no se conoce pasa por
sobrenatural, maravilloso y milagroso; una vez conocida la causa, se reconoce que el
fenómeno, por extraordinario que parezca, no es otra cosa que la aplicación de una ley
de la naturaleza. Así es que el círculo de los hechos sobrenaturales se estrecha a medida
que se ensancha el de la ciencia. En todos los tiempos los hombres han explotado, en
provecho de su ambición, de su interés y de su dominación, ciertos conocimientos que
poseían, a fin de adquirir el prestigio de un poder digamos sobrehumano, o de una
pretendida misión divina. Estos son falsos Cristos y falsos profetas; la difusión de las
luces mata su crédito, y por esto su número disminuye a medida que los hombres se
ilustran. El hecho de obrar aquello que a los ojos de ciertas gentes pasa por prodigio, no
es, pues, señal de una misión divina, puesto que puede ser resultado de los
conocimientos que cada uno puede adquirir, o de las facultades orgánicas especiales que
el más indigno puede poseer, lo mismo que el más digno. El verdadero profeta se
reconoce por caracteres más formales y exclusivamente morales.
No creais a todos los espíritus.
6. Carísimos, "no queráis creer a todo espíritu", mas probad a los espíritus
si son de Dios; porque muchos falsos profetas, se han levantado en el mundo. (San
Juan, epístola I, cap. IV, versículo 1).
7. Los fenómenos espiritistas, lejos de acreditar los falsos Cristos y los falsos
profetas, como afectan algunos decirlo, por el contrario, vienen a darles el golpe de
gracia. No pidáis al Espiritismo ni milagros ni prodigios, porque declara formalmente
que no los produce; así como la física, la química, la astronomía, la geología, etc.,
vinieron a revelar las leyes del mundo material, él viene a revelar las otras leyes desconocidas,
las que rigen las relaciones del mundo corporal y del mundo espiritual, y como
sus hermanas mayores de la ciencia, no son menos leyes de la naturaleza, y da la
explicación de cierto orden de fenómenos incomprensibles hasta este día destruyendo lo
que quedaba aún en el dominio de lo maravilloso. Aquellos, pues, que intentasen
explotar esos fenómenos en provecho suyo haciéndose pasar por mesías de Dios, no
podrían abusar mucho tiempo de la credulidad y muy pronto serían descubiertos. Por lo
demás, así como se ha dicho ya, estos fenómenos solos nada prueban; la misión se
prueba por los efectos morales, que no es dado producir a un cualquiera. Este es uno de
los resultados del desarrollo de la ciencia espiritista; averiguando la causa de ciertos
fenómenos, levanta el velo de muchos misterios. Los que prefieren la obscuridad a la
luz, son los únicos que tienen interés en combatirla; pero la verdad es como el sol: disipa
las más densas nieblas.
El Espiritismo viene a revelar otra categoría mucho más perniciosa de falsos
Cristos y de falsos profetas, que se encuentra, no entre los hombres, sino entre los
desencarnados: es la de los espíritus embusteros, hipócritas, orgullosos y pretendidos
sabios que de la tierra han pasado a la erraticidad y toman nombres venerados para procurar a favor
de la máscara con que se cubren, acreditar ideas a menudo muy extravagantes y
absurdas. Antes de que las relaciones medianícas fuesen conocidas, ejercían su acción de
un modo menos ostensible: por la inspiración, la mediumnidad inconsciente, auditiva o
parlante. El número de los que en diversas épocas, pero sobre todo en estos últimos
tiempos, se han presentado por alguno de los antiguos profetas, por Cristo, por María,
madre de Cristo, y aun por Dios, es considerable. San Juan previene contra ellos cuando
dice: "Estimados míos, no creáis a todo espíritu, mas probad los espíritus si son de Dios;
porque muchos falsos profetas se han levantado en el mundo". El Espiritismo da los
medios de probarles, indicando los caracteres en que se reconocen los buenos espíritus,
caracteres "siempre mortales y jamás materiales" (1). Al discernimiento de los buenos o
malos espíritus es, sobre todo, a lo que deben aplicarse estas palabras de Jesús: "Se
conoce la clase de árbol por su fruto; un buen árbol no puede producir malos frutos, y
un mal árbol no puede producirlos buenos". Por la calidad de sus obras se juzga a los
espíritus, como un árbol por la calidad de sus frutos.
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(1) Véase, para la distinción de los espíritus, el "Libro de los Médiums", cap. XXIV y siguientes.
INSTRUCCIONES DE LOS ESPÍRITUS
Los falsos profetas
8. Si alguno os dice: "Cristo está aquí", no vayáis, sino por el contrario,
preveníos porque los falsos profetas serán numerosos. Mas, ¿no veis las hojas de la
higuera que empiezan a blanquear? ¿No veis sus numerosos renuevos esperando la
época de florecer, y acaso no os ha dicho Cristo: Por el fruto se conoce el árbol? Sí, pues, los frutos son amargos, juzgad que el árbol es malo; pero si son dulces y
saludables, decid: Nada puro puede salir de un mal tronco.
Así, hermanos míos, es cómo debéis juzgar; las obras son las que debéis
examinar. Si los que dicen estar revestidos del poder divino están acompañados de todas
las señales de semejante misión, es decir, si poseen allí más alto grado las virtudes
cristianas y eternas: la caridad, el amor, la indulgencia, la bondad que concília todos los
corazones; si, en apoyo de las palabras, unen los actos, entonces podréis decir: verdaderamente
son éstos los enviados de Dios.
Mas desconfiad de las palabras melifluas, desconfiad de los escribas y fariseos
que ruegan en las plazas públicas vestidos con largos ropajes. ¡Desconfiad de aquellos
que pretenden tener el sólo y único monopolio de la verdad!
No, no; Cristo no está allí, porque los que El envíe a propagar su santa doctrina
y a regenerar a su pueblo, serán, a ejemplo del Maestro, dulces y humildes de corazón
sobre todas las cosas; aquellos que deben por sus ejemplos y sus consejos, salvar a la
humanídad que corre a su pérdida y vaga en las sendas tortuosas, aquellos serán, sobre
todo, modestos y humildes. Todo lo que revela un átomo de orgullo, separadlo de
vosotros como una lepra contagiosa que corrompe todo lo que toca. Acordaos de que
"cada criatura lleva en su frente, sobre todo en sus actos, el sello de grandeza o de su
decadencia.
Id, pues, mi muy amados hijos, marchad sin desviaros, sin segunda intención, por
la bendita senda que habéis emprendido. Marchad, marchad siempre sin miedo, alejad
con valor todo lo que pudiera poner trabas a vuestra marcha hacia el fin eterno.
Viajeros, no estaréis mucho tiempo en las tinieblas y en los dolores de la prueba, si os
entregáis de corazón a esta dulce doctrina que viene a revelaros las leyes eternas y a
satisfacer todas lás aspiraciones de vuestra alma hacia lo desconocido. De hoy en adelante podéis dar un cuerpo a esas sílfides ligeras que
veis pasar en vuestros sueños y que, efmeras sólo podían encantar a vuestro espíritu,
pero nada decían a vuestro corazon. Ahora? amados míos, la muerte ha desaparecido
para hacer lugar al ángel radiante que conocéis: ¡al ángel de la esperanza y de la
reunión! Ahora vosotros, que habéis cumplido bien la tarea impuesta por el Señor, nada
tenéis que temer de su justicia, porque es padre y perdona siempre a sus hijos
extraviados que piden misericordia. Continuad, pues, y avanzad sin cesar; que vuestra
divisa sea la del progreso, la del progreso continuo y en todas las cosas, hasta que
lleguéis, en fin, a ese término feliz en donde os esperan todos aquellos que os han
precedido. (Luis. Bordeaux, 1861).
Caracteres del verdadero profeta
9. "Desconfiad de los falsos profetas". Esta recomendación es útil en todos
tiempos, pero, sobre todo, en los momentos de transición en que, como en éste, se
elabora una transformación de la humanidad, porque entonces una multitud de
ambiciosos y de intrigantes se convierten en reformadores y en mesías. Contra estos
impostores debe irse con mucho cuidado, y es deber de todo hombre honrado el
descubrirlos. Sin duda que vosotros preguntaréis cómo podéis reconocerlos; yo os daré
las señales.
No se confía el mando de un ejército sino a un general hábil y capaz de dirigirlo;
¿creéis, pues, que Dios es menos prudente que los hombres? Estad ciertos de que El no
confía las misiones importantes sino a los que son capaces de llenarlas, porque las
grandes misiones son cargas muy pesadas que aniquilan al hombre demasiado débil para
llevarlas. Como en todas las cosas el maestro debe saber más que el discípulo; para
hacer avanzar a la humanidad moral e intelectualmente son necesarios hombres superiores en inteligencia y en moralidad; por
eso son siempre espíritus muy adelantados, que han hecho ya sus pruebas en otras
existencias, los que se encarnan con este objeto, porque si no son superiores el centro en
el que deben obrar, su acción será nula.
Sentado esto, deducid que el verdadero misionero de Dios debe justificar su
mision por su superioridad, por sus virtudes, por su grandeza, por el resultado y la
influencia moralizadora de sus obras. Sacad también la consecuencia de que si por su
carácter, por sus virtudes, por su inteligencia, está fuera del papel que quiere
representar, o del personaje cuyo nombre tome, es sólo un histrión de baja esfera, que ni
siquiera sabe copiar su modelo.
Otra consideración es necesaria, y es que la mayor parte de los verdaderos
misioneros de Dios, lo ignoran; cumplen aquello para lo que han sido llamados por la
fuerza de su genio, secundado por el poder oculto que les inspira, y les dirige sin
saberlo, pero sin designio premeditado. En una palabra: "los verdaderos profetas se
revelan por sus actos; por ellos se les conoce; mientras que los falsos profetas se llaman
a si mismos enviados de Dios"; el primero es humilde y modesto; el segundo es
orgulloso y lleno de sí mismo, habla con altanería, y como todos los mentirosos, siempre
teme no ser creído.
Se han visto de estos impostores querer pasar por apóstoles de Cristo, otros por
el mismo Cristo, y, lo más vergonzoso para la humanidad, es que hayan encontrado
gentes bastante crédulas para dar fe a semejantes torpezas. Sin embargo, una
consideración bien sencilla debería abrir los ojos del más ciego, y es que si Cristo se
volviese a encarnar en la tierra, vendría con todo su poder y todas sus virtudes, a menos
de admitir, lo que sería un absurdo, que hubiese degenerado; pues lo mismo que si
quitáseis a Dios uno sólo de sus atributos no tendríais Dios; si quitáseis una sola de las virtudes de Cristo, no tendríais ya Cristo. Los que quieren pasar por
Cristo, ¿poseen, acaso, todas sus virtudes? Esta es la cuestión; mirad, escudriñad sus
pensamientos y sus actos, y reconoceréis que sobre todo les faltan las cualidades
instintivas de Cristo: la humildad y la caridad, mientras que tienen lo que El no tenía: la
ambición y el orgullo. Notad, además, que hay en este momento y en diferentes países,
muchos pretendidos Cristos, como hay muchos pretendidos Elías, San Juan o San
Pedro, y que necesariamente no pueden ser todos verdaderos. Tened por cierto que
éstas son gentes que explotan la credulidad y encuentran cómodo el vivir a expensas de
aquellos que les escuchan.
No os fiéis, pues, de los falsos profetas, sobre todo en un tiempo de renovación,
porque muchos impostores se llamarán enviados de Dios; se procuran una vana
satisfacción en la tierra, pero una terrible justicia les espera; podéis tenerlo por seguro.
(Erasto. París, 1862).
Los falsos profetas de la erraticidad
10. Los falsos profetas no están solos entre los encarnados; están también, en
mucho mayor número, entre los espíritus orgullosos que, bajo apariencias de amor y de
caridad, siembran la desunión y retrasan la obra emancipadora de la humanidad
emitiendo a diestro y a siniestro sus sistemas absurdos que hacen aceptar por los
médiums; y para mejor fascinar a aquellos que quieren engañar y para dar más peso a
sus teorías, se apropian sin escrúpulo nombres que sólo con respeto pronuncian los
hombres.
Ellos son los que siembran los principios de antagonismos en los grupos, que les
inducen a aislarse los unos de los otros y a mirarse con mal ojo. Esto basta para
descubrirlos, porque obrando de este modo ellos mismos dan el más formal mentís a lo
que pretenden ser. Los hombres, pues, que caen en un lazo tan grosero, son ciegos.
Pero hay otros medios de conocerles. Los Espíritus del orden al cual dicen
pertenecer deben ser no sólo muy buenos, si que también eminentemente lógicos y
racionales. ¡Pues bien! Pasad sus sistemas por el tamiz de la razón y del buen sentido, y
veréis lo que quedará de ellos. Convenid, pues, conmigo, que todas las veces que un
espíritu indica como remedio a los males de la humanidad o como medios de llegar a su
transformación cosas utópicas e impracticables, medidas pueriles y ridículas, cuando
formula un sistema que se contradice con las más vulgares nociones de la ciencia, no
puede ser sino un espíritu ignorante y mentiroso.
Por otra parte, creed bien que si la verdad no es siempre apreciada por los
individuos, lo es por el buen sentido de las masas, y esto es también un criterio. Si dos
principios se contradicen, tendréis el peso de su valor intrínseco buscando al que tenga
más eco y simpatía: "sería ilógico", en efecto, "admitir que una doctrina que viese
disminuir el número de sus partidarios, fuese más verdadera que la que los viese
aumentar" Dios, queriendo que la verdad llegue para todos, no la concreta a un círculo
estrecho y limitado; la hace brotar de diferentes puntos con el fin de que por todas
partes la luz esté al lado de las tinieblas.
Rechazad decididamente a todos esos espíritus que se presentan como
consejeros exclusivos predicando la división y el aislamiento. Casi siempre son espíritus
vanidosos y medianos, que procuran imponerse a los hombres débiles y crédulos
prodigándoles alabanzas exageradas, a fin de fascinarles y ponerles bajo su dominio.
Generalmente, éstos más bien son espíritus hambrientos de poder que, siendo déspotas
públicos o privados cuando vivían, quieren tener aún víctimas para tiranizar después de
su muerte. En general, "desconfiad de las comunicaciones que tienen un carácter de
misticismo y extrañeza, o que prescriben ceremonias o actos extravagantes; en este caso hay siempre un motivo legítimo de sospecha.
Por otra parte, debéis creer también que cuando debe revelarse una verdad a la
humanidad, se comunica, por decirlo así, instantáneamente a todos los grupos formales
que poseen buenos médiums, y no a uno solo con exclusión de los demás. Nadie es
médium perfecto si está obsesado; y hay obsesión manifiesta cuando un médium sólo es
apto para recibir las comunicaciones de un espíritu especial, por alto que quiera ponerse
él mismo. En consecuencia, todo médium, todo grupo que se creyera privilegiado por
las cornunicaciones que sólo ellos pueden recibir, y que, por otra parte, están sujetos a
prácticas que rayan en superstición, están indudablemente bajo el peso de una obsesión
de las más caracterizadas, sobre todo cuando el espíritu dominador usa nombre que
todos, espíritus y encarnados, debemos honrar y respetar, y no dejar que se tomen en
boca a cada instante.
Es incontestable que sometiendo al crisol de la razón y de la lógica todos los
datos y todas las comunicaciones de los espíritus, será fácil rechazar el absurdo y el
error. Un médium puede estar fascinado, un grupo engañado; pero la comprobación
severa de los otros grupos, mas la ciencia adquirida y la elevada autoridad moral de los
jefes de los grupos, mas las comunicaciones de los principales médiums, que reciben un
sello de lógica y de autenticidad de nuestros mejores médiunis, harán rápidamente
justicia a esos dictados mentirosos y astutos, dimanados de una turba de espíritus
engañadores y malos. (Etasto, discípulo de San Pablo. París, 1862).
Nota. Uno de los caracteres distintivos de estos espíritus que quieren imponerse
y hacer aceptar sus ideas extravagantes y sistemáticas, es el pretender, aun siendo ellos
solos en su opinión, tener razón contra todo el mundo. Su táctica es evitar la discusión,
y cuando se ven combatidos victoriosamente por las armas irresistibles de la lógica, rehusan desdeñosamente responder y prescriben a sus médiums
el que se alejen de los centros en que no son acogidas sus ideas. Este aislamiento es lo
más fatal para los médiums; parece que sufren sin contrapeso el yugo de estos espíritus
obsesores que les conducen, como ciegos, y los llevan a menudo por caminos
perniciosos.
(Véase en la Introducción el párrafo II: "Comprobación universal de la
enseñanza de los espíritus". - Libro de los Médiums, cap. XXIII: "De la obsesión").
Jeremías y los falsos profetas
11. Esto dice el Señor de los ejércitos: no queráis oír las palabras de los profetas
que os profetizan y os engañan: "hablan visión de su corazón", no de la boca del Señor:
- Dicen a aquellos que me blasfeman: El Señor dijo: paz tendréis; y a todo el que anda
en la perversidad de su corazón, dijeron: No os vendrá mal. - ¿Mas quién asistió al
consejo del Señor, que vió y oyó lo que dijo? "Yo no enviaba estos profetas, y ellos
corrían; no les hablaba y ellos profetizaban". - He oído lo que dijeron los profetas que en
mi nombre profetizan mentira y dicen: He soñado, he soñado. - ¿Hasta cuándo será esto
en el corazón de los profetas, que vaticinan mentira, y que profetizan engaños de su
corazón? - Pues si te preguntare este pueblo, o un profeta, o un sacerdote diciendo:
¿Cuál es la carga del Señor? Les dirás: Vosotros sois la carga y yo os arrojaré, dice el
Señor. (Jeremías, capítulo XXIII, v. 16, 17, 18, 21, 25, 26 y 33).
Voy a hablaros sobre este pasaje del profeta Jeremías, amigos míos. Dios,
hablando por su boca, dijo: "Hablan visión de su corazón". Estas palabras indican
claramente que ya en aquella época los charlatanes y los exaltados abusaban del don de
profecía y lo explotaban. Abusaban, por consiguiente, de la fe sencilla y casi ciega del pueblo, "profetizando por el dinero" las cosas buenas y agradables. Esta
especie de engaño era bastante general entre la nación Judía y es fácil comprender que el
pobre pueblo, en su ignorancia, estaba en la imposibilidad de distinguir los buenos de los
malos, y era siempre más o menos engañado por los que se daban el nombre de profetas,
que sólo eran impostores o fanáticos. ¿Hay nada más significativo que estas palabras:
"Yo no enviaba estos profetas y ellos profetizaban"? Más adelante dijo: "He oído lo que
dijeron los profetas, que en mi nombre profetizan mentira y dicen: He soñado, he
soñado"; indica de este modo uno de los medios empleados para explotar la confianza
que se tenía en ellos. La multitud, siempre crédula, no pensaba averiguar la veracidad de
sus sueños o de sus visiones; encontraba esto muy natural e invitaba siempre a estos
profetas a que hablasen.
Después de las palabras del profeta, escuchad los sabios consejos del apóstol San
Juan, cuando dijo: "No creáis a todo espíritu, mas probad si los espíritus son de Dios";
porque entre los invisibles los hay también que se complacen en embaucar cuando tienen
ocasión de hacerlo, si bien los más burlados son los médiums cuando no toman bastantes
precauciones. Este es, sin duda, uno de los grandes escollos contra los cuales se
estrellan algunos, sobre todo cuando son novicios en el Espiritismo. Para ellos es una
prueba de la que no pueden triunfar sino con grande prudencia. Aprended, pues, a
distinguir los malos de los buenos espíritus, para que vosotros mismos no vengáis a ser
falsos profetas. (Luoz, espíritu protector. Carlsruhe, 1861).