8. Las tribulaciones de la vida pueden ser impuestas a espíritus endurecidos o demasiado ignorantes para hacer una elección con conocimiento de causa; pero son elegidas libremente y aceptadas por los espíritus arrepentidos que quieren reparar el mal que han hecho y acostumbrarse a obrar mejor. Lo mismo sucede con el que, habiendo cumplido mal su tarea, pide que se le deje empezar de nuevo para no perder el beneficio de su trabajo. Estas tribulaciones son, pues, a la vez, expiaciones por el pasado que castigan y prueban para el porvenir que preparan. Demos gracias a Dios porque en su bondad concede al hombre la facultad de la reparación y no le condena irrevocablemente por una primera falta.