17. La oración sólo tiene valor por el pensamiento que se une a ella, y es
imposible unir el pensamiento a lo que no se comprende, por qué lo que no se comprende
no puede conmover al corazón. Para la inmensa mayoría, las oraciones en un lenguaje
incomprensible sólo son un conjunto de palabras que nada dicen al espíritu. Para que la
oración conmueva, es preciso que cada palabra despierte una idea, y si no se comprende
no puede despertar ninguna. Se repite como una simple fórmula, suponiéndole más o
menos virtud según el número de veces que se repite; muchos oran por el deber y otros
por conformarse con los usos; por esto creen haber cumplido su deber cuando han dicho
una oración número de veces determinado, siguiendo tal o cual orden. Dios lee en el
fondo del corazón y ve el pensamiento y la sinceridad; sería rebajarle creerle más
sensible a la forma que al fondo. (Cap. XXVIII, número 2).