8. Cuando Jesús dijo: "Id a reconciliaros con vuestro hermano antes de presentar
vuestra ofrenda al altar", enseñó que el sacrificio más agradable al Señor es el del
resentimiento propio, que antes de presentarse para ser perdonado, es preciso que
perdone él mismo, y que si ha hecho algún daño a sus hermanos, es preciso que se haya
reparado; sólo entonces será agradable la ofrenda, porque procederá de un corazón puro
de todo mal pensamiento. Materializa este precepto porque los judíos ofrecían
sacrificios materiales y debían conformar sus palabras a sus usos. El cristiano no ofrece
dones materiales: ha espiritualizado el sacrificio, pero el precepto tiene por ello más
fuerza; ofrece su alma a Dios, y esta alma debe estar purificada; "entrando en el templo
del Señor, debe dejar fuera todo sentimiento de odio y de animosidad, todo mal
pensamiento contra su hermano"; sólo entonces es cuando su plegaria será llevada por
los ángeles a los pies del Eterno. Esto es lo que enseña Jesús con estas palabras: Dejad
vuestra ofrenda al pie del altar; id primero a reconciliaros con vuestro hermano, si
queréis ser agradables al Señor.