EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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8. Si alguno os dice: "Cristo está aquí", no vayáis, sino por el contrario, preveníos porque los falsos profetas serán numerosos. Mas, ¿no veis las hojas de la higuera que empiezan a blanquear? ¿No veis sus numerosos renuevos esperando la época de florecer, y acaso no os ha dicho Cristo: Por el fruto se conoce el árbol? Sí, pues, los frutos son amargos, juzgad que el árbol es malo; pero si son dulces y saludables, decid: Nada puro puede salir de un mal tronco.


Así, hermanos míos, es cómo debéis juzgar; las obras son las que debéis examinar. Si los que dicen estar revestidos del poder divino están acompañados de todas las señales de semejante misión, es decir, si poseen allí más alto grado las virtudes cristianas y eternas: la caridad, el amor, la indulgencia, la bondad que concília todos los corazones; si, en apoyo de las palabras, unen los actos, entonces podréis decir: verdaderamente son éstos los enviados de Dios.


Mas desconfiad de las palabras melifluas, desconfiad de los escribas y fariseos que ruegan en las plazas públicas vestidos con largos ropajes. ¡Desconfiad de aquellos que pretenden tener el sólo y único monopolio de la verdad!


No, no; Cristo no está allí, porque los que El envíe a propagar su santa doctrina y a regenerar a su pueblo, serán, a ejemplo del Maestro, dulces y humildes de corazón sobre todas las cosas; aquellos que deben por sus ejemplos y sus consejos, salvar a la humanídad que corre a su pérdida y vaga en las sendas tortuosas, aquellos serán, sobre todo, modestos y humildes. Todo lo que revela un átomo de orgullo, separadlo de vosotros como una lepra contagiosa que corrompe todo lo que toca. Acordaos de que "cada criatura lleva en su frente, sobre todo en sus actos, el sello de grandeza o de su decadencia.


Id, pues, mi muy amados hijos, marchad sin desviaros, sin segunda intención, por la bendita senda que habéis emprendido. Marchad, marchad siempre sin miedo, alejad con valor todo lo que pudiera poner trabas a vuestra marcha hacia el fin eterno. Viajeros, no estaréis mucho tiempo en las tinieblas y en los dolores de la prueba, si os entregáis de corazón a esta dulce doctrina que viene a revelaros las leyes eternas y a satisfacer todas lás aspiraciones de vuestra alma hacia lo desconocido. De hoy en adelante podéis dar un cuerpo a esas sílfides ligeras que veis pasar en vuestros sueños y que, efmeras sólo podían encantar a vuestro espíritu, pero nada decían a vuestro corazon. Ahora? amados míos, la muerte ha desaparecido para hacer lugar al ángel radiante que conocéis: ¡al ángel de la esperanza y de la reunión! Ahora vosotros, que habéis cumplido bien la tarea impuesta por el Señor, nada tenéis que temer de su justicia, porque es padre y perdona siempre a sus hijos extraviados que piden misericordia. Continuad, pues, y avanzad sin cesar; que vuestra divisa sea la del progreso, la del progreso continuo y en todas las cosas, hasta que lleguéis, en fin, a ese término feliz en donde os esperan todos aquellos que os han precedido. (Luis. Bordeaux, 1861).