EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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10. Los judíos habían descuidado los verdaderos mandamientos de Dios, para observar la práctica de los reglamentos establecidos por los hombres y cuyos rígidos observadores se hacían de ella un cargo de conciencia; el fondo, muy sencillo, había concluído por desaparecer bajo la complicación de la forma. Como era mucho más cómodo observar los actos exteriores que el reformarse moralmente "lavarse las manos que limpiarse el corazón", los hombres se engañaron a sí mismos, y se creían en paz con Dios, porque se con formaban a esas prácticas permaneciendo lo mismo que eran antes, porque se les enseñaba que Dios no pedía más. Por esto dijo el profeta; "Y en vano me honran enseñando doctrinas y mandamientos de hombres". Lo mismo ha sucedido con la doctrina moral de Cristo, que ha hecho que muchos cristianos, a ejemplo de los antiguos judíos, creen su salvación más asegurada con las prácticas exteriores que con las de la moral. A estas adiciones hechas por los hombres a la ley de Dios, son a las que Jesús hacía alusión cuando dijo: "Toda planta que mi padre celestial no ha plantado, será arrancada de raíz".


El objeto de la religión es conducir al hombre a Dios; así, pues, el hombre no llega a Dios hasta que es perfecto; toda religión que no hace al hombre mejor, no consigue su objeto, y aquélla en la cual cree apoyarse para hacer el mal, es o falsa, o falseada en su principio. Tal es el resultado de todas aquellas cuya forma altera el fondo. La creencia en la eficacia de las formas exteriores es nula si no impide el cometer asesinatos, adulterios, robos, calumniar y hacer daño a su prójimo de cualquier modo que sea. Hace supersticiosos, hipócritas o fanáticos, pero no hace hombres de bien.


No basta, pues, tener las apariencias de la pureza; ante todo es preciso tener la pureza del corazón.