EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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6. Estas máximas son consecuencia del principio de humildad que Jesús no cesa de sentar como condición esencial de la felicidad prometida para los elegidos del Señor, y que ha formulado con estas palabras: "Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos". Tomó un niño como tipo de la sencillez de corazón, y dijo: "Cualquiera, pues, que se humillare como este niño", éste es el mayor en el reino de los cielos, es decir, el que no tendrá ninguna pretensión a la superioridad o a la infalibilidad.


El mismo pensamiento fundamental se encuentra en esta otra máxima: "Todo el que quiera ser mayor será vuestro criado", y en esta otra: "Porque aquél que se ensalza, humillado será, y el que se humilla, será ensalzado".


El Espiritismo viene a sancionar la teoría con el ejemplo, enseñándonos grandes en el mundo de los espíritus a aquellos que eran pequeños en la tierra, y a menudo, muy pequeños a aquellos que estaban en ella como grandes poderosos. Consiste en que los primeros se llevaron, al morir, sólo aquello que hace la verdadera grandeza en el Cielo, y no se pierde: las virtudes; mientras que los otros, tuvieron que dejar lo que constituía su grandeza en la tierra y no puede llevarse: la fortuna, los títulos, la gloria, el nacimiento; no teniendo otra cosa, llegan al otro mundo desprovistos de todo, como los náufragos que lo perdieron todo, hasta sus vestidos; sólo conservaron su orgullo, que hace su nueva posición más humillante porque ven superiores a ellos y resplandecientes de gloria, a los que pisotearon en la tierra.


El Espiritismo nos enseña otra aplicación de este principio en las encarnaciones sucesivas en las que aquéllos que estuvieron más elevados en una existencia, han bajado a la última clase en una existencia siguiente, si han sido dominados por el orgullo y la ambición. No busquéis, pues, el primer puesto en la tierra, ni procuréis poneros más altos que los otros, si no queréis veros obligados a bajar; buscad, por el contrario, el más humilde, y el más modesto, porque Dios sabrá daros uno más elevado en el Cielo, si lo merecéis.