2. Todos los sufrimientos, miserias, desengaños, dolores físicos y pérdidas de
seres queridos, encuentran su consuelo en la fe del porvenir y en la confianza en la
justicia de Dios que Cristo vino a enseñar a los hombres. Para el que nada espera
después de esta vida, o que simplemente duda, al contrario, las aflicciones caen sobre él
con todo su peso y ninguna esperanza viene a endulzar su amargura. Esto es lo que hizo
décir a Jesús "venid a mí, todos los que estáis trabajados, y cargados y yo os aliviaré".
Sin embargo, Jesús pone una condición a su asistencia y a la felicidad que
promete a los afligidos, esta condición está en la ley que enseña; su yugo es la observancia
de esta ley, pero aquél, es ligero y éste suave, puesto que impone por deber el
amor y la caridad.