EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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La puerta estrecha

3. Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición y muchos los que entran por él. - ¡Qué angosta es la puerta, y qué estrecho el camino que lleva a la vida: y pocos son los que atinan con él. (San Mateo, cap. VII, v. 13 y 14).


4. Y le dijo un hombre: Señor, ¿son pocos los que se salvan? Y él le dijo: Porfiad a entrar por la puerta angosta: porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán. Y cuando el padre de familia hubiera entrado, y cerrado la puerta, vosotros estaréis fuera y comenzaréis a llamar a la puerta, diciendo: Señor, ábrenos: y él os responderá diciendo: no sé de donde sois vosotros. - Entonces comenzaréis a decir: Delante de tí comimos y bebimos, y en nuestras plazas enseñaste. - Y os dirá: No sé de donde sois vosotros: apartáos de mí todos los obradores de la iniquidad.


Allí será d llorar, y el crugir de dientes: y cuando veréis a Abraham y a Isaac y a Jacob, a todos los profetas en el reino de Dios, y que vosotros sois arrojados fuera. - Y vendrá de Oriente y de Occidente, y de Aquilón y Austro y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. -- Y he aquí que son postreros los que serán primeros, y que son primeros los que serán postreros. (San Lucas, cap. XIII, v. de 23 a 30).



5. La puerta de la perdición es ancha, porque las malas pasiones son numerosas y el camino del mal es frecuentado por el mayor número. La de la salvación es estrecha, porque el hombre que quiere penetrar por ella debe hacer grandes esfuerzos sobre sí mismo para vencer sus malas tendencias, y pocos se resignan a ello; éste es el complemento de la máxima: Muchos son los llamados y pocos los escogidos.


Tal es el estado actual de la humanidad terrestre, porque siendo la tierra un mundo de expiación, el mal domina; cuando sea transformada, el camino del bien será más frecuentado. Estas palabras, deben, pues, entenderse en sentido relativo y no en sentido absoluto. Si tal debiese ser el estado normal de la humanidad, Dios hubiera condenado voluntariamente a la perdición la inmensa mayoría de sus criaturas; suposición inadmisible desde el momento que se reconoce que Dios es la justicia y la bondad por excelencia.


Pero, ¿de qué maldades se hubiera hecho culpable esta humanidad para merecer una suerte tan triste en su presente y en su porvenir, si toda estuviese relegada en la tierra y si el alma no hubiera tenido otras existencias? ¿Por qué tantos inconvenientes sembrados en su camino? ¿Por qué esta puerta tan estrecha en la que sólo puede penetrar el más pequeño número, si la suerte del alma está fijada para siempre después de la muerte? Así es que con la unidad de existencia, se está incesantemente en contradicción consigo mismo y con la justicia de Dios. Con la anterioridad del alma y la pluralidad de mundos, el horizonte se ensancha; se esclarecen los puntos más obscuros de la fe; el presente y el porvenir son solidarios del pasado, y sólo entonces es cuando puede comprenderse todo el fondo, toda la verdad y toda la sabiduría de las máximas de Cristo.