CAPÍTULO XXIV - No pongáis la lámpara debajo del celemín
Lámpara debajo del celemín. - Por qué Jesús habla por parábolas. - No vayáis hacia los
gentiles. - Los que están sanos no tienen necesidad de médico. - El valor de la fe. -
Llevar su cruz. - El que quisiere salvar su vida, la perderá.
Lámpara debajo del celemín. - Por qué Jesús habla
por parábolas
1. Ni encienden una antorcha y la ponen debajo del celemín sino sobre el
candelero, para que alumbre, a todos los que están en la casa. (San Mateo, cap. V,
y. 15).
2. Nadie enciende una antorcha y la cubre con alguna vasija, o la pone
debajo de la cama: mas la pone sobre el candelero, para que vean la luz los que
entran. - Porque no hay cosa encubierta que no haya de ser manifestada: ni
escondida, que no haya de ser descubierta y hacerse pública. (San Lucas, capítulo
VIII, v. 16 y 17).
3. Y llegándose los discípulos, le dijeron: ¿Por qué les hablas por
parábolas? - Y les respondió y dijo: Porque a vosotros os es dado saber los
misterios del reino de los cielos: mas a ellos no les es dado. - Porque al que tiene se
le dará y tendrá más, mas el que no tiene aún lo que tiene se le quitará. - Por eso
les hablo por parábolas: porque viendo no lo ven, y oyendo no oyen ni entienden. -
Y se cumple en ellos la profecía de Isaías que dice: De todo oiréis y no entenderéis;
y viendo, veréis y no veréis. - Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado, y
cerraron sus ojos: para que no vean de los ojos, y oigan de las orejas, y del corazón
entiendan; y se conviertan, y los sane. (San Mateo, cap. XIII, v. de 10 a 15).
4. Nos maravillamos cuando oímos decir a Jesús que es menester no dejar la luz
debajo del celemín, mientras que él mismo oculta sin cesar el sentido de sus palabras
bajo el velo de la alegoría que no puede ser comprendida de todos. El lo explica
diciendo a sus apóstoles: Les hablo por parábola, porque no están en estado de
comprender ciertas cosas; ven, miran, oyen y no comprenden; decírselo todo sería inútil
en este momento; pero a vosotros os lo digo, porque os es dado comprender estos
misterios. Obraba, pues, con el pueblo, como se hace con los niños cuyas ideas no están
aún desarrolladas. De este modo indica el verdadero sentido de la máxima: "Nadie
enciende una antorcha y la cubre con una vasija, o la pone debajo de la camá, mas la
pone sobre el candelero, para que vean la luz los que entran". No significa que sea necesario
revelar todas las cosas inconsiderablemente: toda enseñanza debe ser
proporcionada a la inteligencia de aquel a quien se dirige, porque hay gentes a quienes
una luz demasiado viva las deslumbra sin darles claridad.
Lo mismo sucede con los hombres en general que con los individuos; las
generaciones tienen su infancia, su juventud y su vejez; cada cosa debe venir a su
tiempo, pues el grano sembrado fuera de la estación no fructifica. Mas lo que la
prudencia aconseja callar momentáneamente, debe descubrirse más o menos tarde,
porque llegados a cierto grado de desarrollo, los hombres buscan ellos mismos la luz
viva; la obscuridad les pesa. Habiéndoles dado Dios la inteligencia para comprender y
guiarse en las cosas de la tierra y del cielo, quieren razonar su fe; entonces es cuando no
se debe poner la antorcha debajo del celemín, porque "sin la luz de la razón, la fe se
debilita" (Capítulo XIX, número 7).
5. Si, pues, en su sabia previsión, la Providencia sólo revela las verdades
gradualmente, las descubre siempre que la humanidad está en disposición de recibirlas; las tiene reservadas, pero no debajo del celemím. En cambio, los hombres que
están en posesión de estas verdades, la mayor parte de las veces sólo las ocultan con la
idea de dominar; verdaderamente ellos son los que ponen la luz debajo del celemín. Así
es que todas las religiones han tenido sus misterios, cuyo examen prohiben; pero
mientras esas religiones van quedando rezagadas, la ciencia y la inteligencia han
marchado y han roto el velo del misterio; el vulgo se ha vuelto adulto y ha querido
penetrar en el fondo de las cosas, y ha sido cuando ha expulsado de su fe lo que era
contrario a la observación.
No puede haber misterios absolutos, y Jesús está en lo verdadero cuando dijo
que no hay nada secreto que no deba ser conocido. Todo lo que está oculto será
descubierto algún día; y lo que el hombre no puede aún descubrir en la tierra, le será
sucesivamente descubierto en los mundos más avanzados y cuando esté purificado; en la
tierra está aún en las tinieblas.
6. Se pregunta: ¿qué provecho pudo el pueblo sacar de esta multitud de
parábolas cuyo sentido estaba oculto para él? Es de notar que Jesús no se expresaba con
parábolas sino respecto a las partes, hasta cierto punto abstractas, de su doctrina; pero
habiendo hecho de la caridad hacia el prójimo y de la humildad la condición expresa de
salvación, lo que dijo concerniente a esto es perfectamente claro, explícito y sin ambigüedad.
Así debió ser, porque es la regla de conducta, regla que todo el mundo debía
comprender para poderla practicar; es la esencial para la multitud ignorante a la que se
limitaba a decir: Esto es lo que debéis hacer para alcanzar el reino de los cielos. Sobre
los otros puntos sólo desarrollaba su pensamientos a sus discípulos, estando éstos más
adelantados, moral e intelectualmente. Jesús había podido iniciarles en las verdades más
abstractas; por esto dijo: "A los que tienen se les dará más". (Cap. XVIII, núm. 15.)
Sin embargo aun con sus apóstoles se dejó en la vaguedad muchos puntos, cuya
completa inteligencia estaba reservada a los tiempos ulteriores. Estos son los puntos que
han dado lugar a interpretaciones tan diversas, hasta que la ciencia por un lado y el Espiritismo
por otro han hecho comprender su sentido verdadero.
7. El Espiritismo viene hoy a hacer luz sobre una porción de puntos obscuros;
sin embargo, no la hace inconsideradamente. Los espíritus proceden en sus instrucciones
con una admirable prudencia; sólo sucesiva y gradualmente han abordado las diferentes
partes conocidas de la doctrina y del mismo modo serán reveladas las otras a medida
que llegue el tiempo de hacerlas salir de la obscuridad. Si la hubiesen presentado
completa al principio, sólo hubiera sido accesible a un reducido nilmero; hubiera
asustado hasta a los que no estaban preparados, y esto hubiera sido un obstáculo para su
propagación. Si, pues, los espíritus no lo dicen aún todo ostensiblemente, no es porque
haya en la doctrina misterios reservados para los privilegiados, ni que pongan la
antorcha debajo del celemín, sino porque cada cosa debe venir en tiempo oportuno.
Dejan que una idea madure y se propague antes de presentar otra, "y que preparen su
aceptación los acontecimientos".
No vayáis a camino de gentiles
8. A estos doce envió Jesús mandándoles y diciendo: No vayáis a camino de
gentiles, ni entréis en las ciudades de los Samaritanos. - Mas id antes a las ovejas,
que perecieron de la casa de Israel. - Id y predicad diciendo: Que se acercó el reino
de los cielos. (San Mateo, cap. X, v. 5, 6 y 7).
9. Jesús prueba en diferentes circunstancias que sus miras no están circunscritas
al pueblo judío, sino que abrazan a toda la humanidad. Si, pues, dijo a sus apóstoles que
no fuesen entre paganos, no fué porque
desdeñase la conversión de éstos, lo que hubiera sido poco caritativo, sino porque los
judíos, que creían en la unidad de Dios y esperaban el Mesías, estaban preparados por
las leyes de Moisés y de los Profetas a recibir su palabra. Entre los paganos, faltando la
base, todo estaba por hacer, y los apóstoles aún no estaban bastante ilustrados para tan
ruda tarea; por esto les dijo: Id al rebaño descarriado de la casa de Israel, es decir, id a
sembrar en un terreno ya desmontado, sabiendo bien que la conversión de los gentiles
vendría a su tiempo. En efecto, más tarde los apóstoles fueron a plantar la cruz en el
mismo centro del paganismo.
10. Estas palabras pueden aplicarse a los adeptos y a los propagadores del
Espiritismo. Los incrédulos sistemáticos, los burlones obstinados, los adversarios
interesados, son, para ellos, lo que los gentiles eran para los apóstoles. A ejemplo de
éstos, que busquen primero los prosélitos entre las gentes de buena voluntad, a los que
desean la luz, en quienes se encuentra un germen fecundo y el número es grande: sin
perder el tiempo con aquellos que rehusan ver y oir y se resisten tanto más por el
orgullo, cuanto más valor se quiere dar a su conversión. Más vale abrir los ojos a cien
ciegos que deseen ver claro, que a uno solo que se complace en la obscuridad, porque es
aumentar el número de los adeptos de una causa en más grande proporción. Dejar a los
otros en paz, no es indiferencia, sino buena política; ya les tocará su turno cuando serán
dominados por la opinión general y cuando oirán sin cesar repetir la misma cosa a su
alrededor; entonces creerán aceptar la idea voluntariamente y no bajo las impresiones de
un individuo. Además, hay ideas que son como las semillas: que no pueden germinar
antes de la estación y aun únicamente en un terreno preparado; por esto es mejor
esperar el tiempo propicio y cultivar primero las que germinan, y no ser que aborten las
otras precipitándolas demasiado.
En tiempo de Jesús, y a consecuencia de las ideas limitadas y materiales de la
época, todo estaba circunscrito y localizado; la casa de Israel era un pequeño pueblo y
los gentiles eran los pueblos pequeños que existían a su alrededor; hoy las ideas se
universalizan y se espiritualizan. La nueva luz no es privilegio de ninguna nación; para
ella no existen barreras; tiene su hogar en todas partes y todos los hombres son hermanos.
Mas los espiritistas tampoco son un pueblo: es una opinión que se encuentra en
todas partes, y cuya verdad triunfa poco a poco, como el cristianismo ha triunfado del
paganismo. Ya no se le combate con armas de guerra, sino con el poder de la idea.
Los sanos no tienen necesidad de médico
11. Y acaeció que estando Jesús sentado a la mesa en la casa, vinieron
muchos publicanos y pecadores, y se sentaron a comer con El, y con sus discípulos.
- Y viendo esto los fariseos, decían a sus discípulos: ¿Por qué come vuestro
maestro con los publicanos y pecadores? - Y oyéndolo Jesús, dijo: Los sanos no
tienen necesidad de médico sino los enfermos. (San Mateo, cap. IX, v. 10, 11 y 12).
12. Jesús se dirigía, sobre todo, a los pobres y a los desheredados, porque éstos
son los que tienen más necesidad de consuelos; a los ciegos dóciles y de buena fe porque
quieren ver, y no a los orgullosos, que creen poseer toda la luz y no faltarles nada.
(Véase la Introducción, art. "Publicanos y Peageros".)
Estas palabras, como otras muchas, encuentran su aplicación en el Espiritismo.
Algunos se admiran de que la mediumnidad se concede a gentes indignas y capaces de
hacer mal uso de ella; parece, dicen, que una facultad tan preciosa debería ser atributo
exclusivo de los más meritorios.
Digamos, ante todo, que la mediumnidad consiste en una disposición orgánica de
la que puede todo hombre estar dotado, como la de ver, oir y hablar. De todas puede abusar el hombre en virtud de su libre albedrío, y si Dios no hubiese
concedido la palabra, por ejemplo, sino a los que son incapaces de decir cosas malas,
habría más mudos que parlantes. Dios, que ha dado al hombre facultades, le deja libre
para usar de ellas, pero castiga siempre al que abusa.
Sin el poder de comunicar con los espíritus se hubiese dado sólo a los más
dignos, ¿quién se atrevería a solicitarlo? Además, ¿en dónde estaría el límite de la
dignidad? La mediumnidad se ha dado sin distinción a fin de que los espíritus puedan
llevar la luz a todas partes, a todas las clases de la sociedad, así a la casa del pobre como
a la del rico, lo mismo entre los prudentes para fortificarles en el bien, que entre los viciosos,
para corregirles. ¿Acaso no son éstos últimos los enfermos que necesitan el
médico? ¿Por qué Dios, que no quiere la muerte del pecador, le privaría del socorro que
puede sacarle del cenagal? Los espíritus buenos vienen, pues, en su ayuda, y los
consejos que recibe directamente son de tal naturaleza que le impresionan con más
viveza que si los recibiera por caminos indirectos. Dios, en su bondad, para ahorrarle el
trabajo de ir a buscar la luz más lejos, se la pone en la mano; ¿no es mucho más culpable
si no la mira? ¿Puede excusarse con la ignorancia cuando él mismo haya escrito, visto,
oído y pronunciado su propia condenación? Si no se aprovecha entonces es cuando es
castigado por haber pervertido sus facultades, apoderándose de ella los malos espíritus
para observarle y engañarle, sin perjuicio de las aflicciones reales con que Dios castiga a
sus servidores indignos y a los corazones endurecidos por el orgullo y el egoísmo.
La mediumnidad no implica necesariamente relaciones habitales con los espíritus
superiores, sino que es sencillamente una "aptitud" para servir de instrumento más o
menos flexible a los espíritus en general. El buen medium no es, pues, el que comunica
fácilmente, sino el que es simpático a los buenos espíritus y sólo está asistido por ellos.
Unicamente en este sentido es poderosa la excelencia de las cualidades morales sobre la
mediumnidad.
Valor de la fe
13. Todo aquel, pues, que me confesare delante de los hombres, lo confesaré
yo también delante de mi Padre, que está en los cielos. - Y el que me negare
delante de los hombres, lo negaré yo también delante de mi Padre, que está en los
cielos. (San Mateo, cap. X, v. 32 y 33).
14. Porque el que se afrentare de mí y de mis palabras, se afrentará de él el
hijo del hombre, cuando viniere de su majestad, y con la del Padre, y de los santos
ángeles. (San Lucas, cap. IX, v. 26).
15. El valor de la opinión se ha tenido siempre en estima por los hombres,
porque es un mérito de desafiar los peligros, las persecuciones, las contradicciones y aun
los simples sarcasmos a que se expone casi siempre el que no teme confesar muy alto las
ideas que no son de todo el mundo. En esto, como en todo, el mérito está en razón de
las circunstancias y de la importancia del resultado. Siempre hay debilidad en retroceder
ante las consecuencias de su opinión y regenerarla, pero hay casos en que es una
cobardía tan grande como huir en el momento del combate.
Jesús anatematiza esta cobardía desde el punto de vista especial de su doctrina,
diciendo que si alguno se afrentare de sus palabras, también se afrentará de El; que El
negará al que le niegue; que el que le confesará ante los hombres le reconocerá ante su
Padre que está en los cielos; en otros términos: "Los que temerán el confesarse
discípulos de la verdad, no son dignos de ser admitidos en el reino de la verdad".
Perderán el beneficio de su fe, porque es una fe egoísta que guardan para ellos mismos,
pero que la ocultan por miedo de que les ocasione perjuicio en este mundo, mientras que aquellos que colocando la verdad sobre sus intereses materiales la
proclaman abiertamente, trabajan al mismo tiempo para su porvenir y para el de los
otros.
16. Lo mismo sucederá con los adeptos del Espiritismo, puesto que su doctrina
no es otra que el desarrollo y aplicación de la del Evangelio; a ellos se dirigen también
las palabras de Cristo. Siembran en la tierra lo que recogerán en la vida espiritual; allí
recogerán los frutos de su valor o de su debilidad.
Llevar su cruz. - El que quisiera salvar su vida, la perderá
17. Bienaventurados seréis, cuando os aborrecieran los hombres y os
apartaren de sí, y os ultrajaren y desecharen vuestro nombre como malo por el
Hijo del hombre. - Gozáos en aquel día y regocijáos: porque vuestro galardón
grande es en el Cielo: porque de esta manera trataban a los profetas los padres de
ellos. (San Lucas, cap. VI, v. 22 y 23).
18. Y convocando al pueblo con sus discípulos, les dijo: si alguno quiere
seguirme niéguese a sí mismo: y tome su cruz, y sigame. - Porque el que quisiera
salvar su vida la perderá, mas el que perdiese su vida, por mí y por el Evangelio la
salvará. - Porque, ¿qué aprovechará al hombre si granjease todo el mundo y
pierde su alma? (San Marcos, cap. VIII, v. 34 a 36. - San Lucas, cap. IX, v. 23 a
25. - San Mateo, cap. X, v. 33. - San Juan, cap. XII, v. 24 y 25).
19. Regocijáos, dijo Jesús, cuando los hombres os aborrecerán y os perseguirán
por mi causa, porque el cielo os recompensará. Estas palabras pueden traducirse de este
modo: Sed felices cuando los hombres, por su mal querer hacia vosotros, os
proporcionen la ocasión de probar la sinceridad de vuestra fe, porque el mal que os
hacen se vuelve en provecho vuestro. Compadecedles, pues, por su ceguedad, y no les
maldigáis.
Después añade: "Que el que quiera seguirme lleve su cruz"; es decir, que sobrelleve con
ánimo las tribulaciones que su fe le proporcionará; porque el que quisiera salvar su vida y sus bienes
renunciando a mí, perderá las ventajas del reino de los cielos, mientras que aquellos que
lo habrán perdido todo en la tierra, y aun la vida por el triunfo de la verdad, recibirán en
la vida futura el precio de su valor, de su perseverancia y de su abnegación; pero
aquellos que sacrifican los bienes celestes a los goces terrestres, Dios dice: Vosotros
habéis recibido ya vuestra recompensa.