EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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¿Debe ponerse término a las pruebas del prójimo?

27. "¿Debe ponerse término a las pruebas del prójimo cuando se puede, o por respeto a la ley de Dios, se les ha de dejar seguir su curso?"

Os hemos dicho y repetido muchas veces que estáis en esa tierra de expiación para acabar vuestras pruebas, y que todo lo que os sucede es consecuencia de vuestras existencias anteriores y el interés de la deuda que debéis pagar. Pero este pensamiento provoca en ciertas personas reflexiones que es necesario cortar, porque podrían tener funestas consecuencias.

Algunas piensan que desde el momento en que se está en la tierra para expiar, es menester que las pruebas sigan su curso. Los hay también que llegan a creer que no solamente no debe hacerse nada para atenuarlas, sino que, por el contrario, es menester contribuir a hacerlas más provechosas recrudeciéndolas; esto es un gran error. Sí, vuestras pruebas deben seguir el curso que Dios les ha trazado; ¿pero conocéis acaso ese curso? ¿Sabéis hasta qué punto debén llegar; y si vuestro Padre misericordioso ha dicho al sufrimiento de tal o cual de vuestros hermanos "De aquí no pasarás?" ¿Sabéis si su Providencia os ha elegido, no como un instrumento de suplicio para agravar los sufrimientos del culpable, sino como el bálsamo de consuelo que debe cicatrizar las llagas que su justicia había abierto? No digáis, pues, cuando veáis herido uno de vuestros hermanos: es la justicia de Dios, y es preciso que siga su curso; sino decid lo contrario: veamos qué medios nuestro Padre misericordioso ha puesto a mi alcance para aliviar los sufrimientos de mi hermano: veamos si mis consuelos morales, mi apoyo material y mis consejos podrán ayudarle a sobrellevar esta prueba con más fuerzas, paciencia y resignación; veamos si quizá Dios ha puesto en mis manos los medios de hacer cesar ese sufrimiento, o si me ha sido también a mí como a prueba, y tal vez como expiación, cortar el mal y reemplazarlo por la tranquilidad.

Ayudáos, pues, siempre, en vuestras pruebas respectivas, y no os miréis jamás como instrumentos de tormento; este pensamiento debe desagradar a todo hombre de corazón, mayormente a todo espiritista; porque el espiritista debe comprender mejor que los otros la extensión infinita de la bondad de Dios. El espiritista debe pensar que su vida entera ha de ser un acto de amor y de abnegación, y que cualquier cosa que haga para contrarrestar las decisiones del Señor, su justicia seguirá su curso. Puede, pues, sin miedo hacer todos los esfuerzos para endulzar la amargura de la expiación; pero sólo Dios es el que puede detenerla o prolongarla, según lo juzgue más conveniente.

¿No habría un orgullo muy grande en el hombre en creerse con derecho a exasperar la herida? ¿En aumentar la dosis de veneno en el pecho del que sufre, so pretexto de que tal es su expiación? ¡Oh! Contempláos siempre como un instrumento elegido para hacerla cesar. Resumamos: Todos vosotros estáis en la tierra para expiar, pero todos sin excepción debéis hacer todos vuestros esfuerzos para endulzar la expiación de vuestros hermanos, según la ley de amor y de caridad. (Bernardino, espíritu protector. Bordeaux, 1863).