EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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2. Supongamos que un hombre ubicado en lo alto de una montaña contemple la vasta extensión de planicie que se extiende delante de él. En esa situación, la distancia de una legua le resultará poca cosa, y fácilmente podrá captar, con una sola mirada, todos los accidentes del terreno, desde el comienzo hasta el final del camino. Por su parte, un viajero que recorra ese camino por primera vez, sabrá que si avanza llegará a destino, lo que constituye una simple previsión de la consecuencia que habrá de tener su marcha; pero los accidentes del terreno, las subidas y bajadas, los ríos que deberá cruzar, los bosques que atravesará, los precipicios en que podría caer, los ladrones que lo acecharán para robarle, las casas hospitalarias donde podrá descansar, todo eso es independiente de su persona y constituye para él lo desconocido, el futuro, porque su vista no va más allá de la pequeña zona que lo rodea. En cuanto a la duración, la mide por el tiempo que emplea en recorrer el camino. Si se suprimieran los puntos de referencia, la duración desaparecería. En cambio, para el hombre que está en la cima de la montaña y que sigue al viajero con la mirada, todo aquello está presente. Supongamos que ese hombre vaya al encuentro del viajero y le diga: “En determinado momento encontrarás ladrones, serás atacado, pero recibirás auxilio”. Estará prediciendo el futuro, pero el futuro del viajero, puesto que para él, que es el autor de la previsión, ese futuro es el presente.