La materia
3. A primera vista, nada parece más profundamente variado y diferente que las diversas
sustancias que componen el mundo. Entre los objetos que el arte o la Naturaleza nos muestran a
diario, ¿hay dos que posean una identidad perfecta o aunque más no sea una paridad de
composición? ¡Qué enorme diferencia entre la solidez, la compresibilidad, el peso y las propiedades
múltiples de los cuerpos, entre los gases atmosféricos y la pepita de oro, entre la molécula de agua
de la nube y la del mineral que forma la estructura ósea del mundo! ¡Qué diversidad entre el tejido
químico de las diferentes plantas que decoran al reino vegetal y el del no menos numeroso mundo
animal!
Sin embargo, podemos establecer, como principio absoluto, que todas las sustancias,
conocidas o no, por más distintas entre sí que parezcan, ya sea en su constitución íntima o en
relación a su acción recíproca, son sólo formas diferentes que presenta la misma materia, variedades
que adopta bajo la dirección de las innumerables fuerzas que la gobiernan.
4. La Química progresó rápidamente en nuestro tiempo. Relegada hasta hoy por sus propios
adeptos al terreno secreto de la magia, podemos considerarla como una hija de este siglo
observador, pues se basa, en mayor medida aún que sus hermanas, en el método experimental. Ella
destruyó la teoría de los cuatros elementos primitivos que los antiguos reconocían en la Naturaleza
y demostró, además, que el elemento terrestre es una combinación de sustancias diversas
infinitamente variadas. Que el aire y el agua son también factibles de descomponerse y producto de
un cierto número de equivalentes del gas. Que el fuego no es un elemento principal, sino uno de los
estados de la materia, producto del movimiento universal al que esta última está sometida y de una
combustión sensible y latente.
En compensación, descubrió un número considerable de principios hasta hoy desconocidos,
los cuales forman, mediante determinadas combinaciones, las diversas sustancias y los diferentes
cuerpos que ha estudiado y que actúan, simultáneamente, de acuerdo con ciertas leyes y en
determinadas proporciones en los trabajos llevados a cabo en el gran laboratorio de la Naturaleza.
Ha denominado a esos principios cuerpos simples, porque los considera primitivos y no factibles de
descomponer: hasta hoy ninguna operación ha podido separarlos en partes relativamente más
simples que ellos mismos.*
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* Entre los principales cuerpos simples, no metálicos, se cuentan: el oxígeno, el hidrógeno, el nitrógeno, el cloro, el carbono, el fósforo, el azufre, el yodo; y entre los metálicos: el oro, la plata, el platino, el mercurio, el estaño, el zinc, el hierro, el cobre, el arsénico, el sodio, el potasio, el calcio, el aluminio, etc. [N. de A. Kardec.]
5. Mas, donde el hombre detiene sus apreciaciones, aun ayudado por sentidos artificiales, la
obra de la Naturaleza continúa. Donde el vulgo toma la apariencia por la realidad y donde el
facultativo levanta el velo y aprehende el principio de las cosas, el ojo de quien ha atrapado el modo
de acción de la Naturaleza no ve en los materiales constitutivos del mundo sino la materia cósmica
primitiva, simple y diversificada en ciertas regiones en la época de su origen y dividida en cuerpos
solidarios durante su vida, materiales desmembrables un día en la extensión por su descomposición.
6. Hay problemas que nosotros, espíritus amantes de la ciencia, no podríamos profundizar y
sobre los cuales somos incapaces de emitir más que opiniones personales o conjeturas. En lo que
respecta a esos problemas, guardaré silencio o justificaré mi manera de apreciarlos. Este problema
presente no forma parte de ellos. A quienes sólo vean en mis palabras una teoría arriesgada, les diré:
Abarquen, si es posible, en una sola mirada inquisidora la multiplicidad de operaciones de la
Naturaleza y reconocerán que, si no admite la unidad de la materia, es imposible explicar, no sólo a
los soles y a las esferas, sino también a la germinación del grano debajo de la tierra o el origen de
un insecto.
7. Si tenemos en la materia una tan grande diversidad de ella es porque las fuerzas que
presidieron sus transformaciones y las condiciones en las cuales se produjeron eran ilimitadas,
razón por la cual las variadas combinaciones de la materia también lo son.
Entonces, ya sea que la sustancia de que hablamos pertenezca a los fluidos propiamente
dichos, es decir, a los cuerpos imponderables, o que esté revestida de los caracteres y propiedades
ordinarias de la materia, no hay en todo el Universo más que una sola sustancia primitiva: el cosmos
o materia cósmica de los uranógrafos.