EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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Transfiguración

43. “Seis días después, Jesús llamó a Pedro, a Santiago y a Juan, y los llevó a ellos solos a un alto monte apartado *, y se transfiguró delante de ellos. Mientras oraba, su rostro pareció completamente otro; sus vestimentas se volvieron resplandecientes y blancas como la nieve, como ningún lavadero en la Tierra es capaz de hacerlas tan blancas. Y vieron aparecer a Elías y a Moisés, que conversaron con Jesús.


”Entonces, Pedro le dijo a Jesús: ‘Maestro, estamos bien aquí; hagamos tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías’. Es que él no sabía lo que decía, tan espantado estaba.


”Al mismo tiempo apareció una nube que los cubrió; y de esa nube partió una voz que hacía oír estas palabras: ‘Este es mi Hijo amado; escuchadlo’.


”De pronto, miraron hacia todos lados, a nadie más vieron sino a Jesús, que había quedado a solas con ellos.


”Cuando descendían del monte, Él les ordenó que a nadie le dijesen lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre hubiese resucitado de entre los muertos. Y ellos mantuvieron el hecho en secreto, preguntándose unos a otros qué habría querido decir con estas palabras: ‘Hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos’.” (San Marcos, 9:2 a 9.)





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* El Monte Tabor, al sudoeste del lago de Tabarich y a 11 kilómetros al sudeste de Nazaret, tiene cerca de 1.000 metros de altura. (N. de Allan Kardec.)




44. En las propiedades del fluido periespiritual, una vez más, se encuentra la justificación de este fenómeno. La transfiguración (explicada en el capítulo XIV, § 39) es un hecho bastante común, dado que mediante la irradiación fluídica un individuo puede modificar su apariencia; pero la pureza del periespíritu de Jesús hizo posible que su Espíritu le confiriese un brillo excepcional. En cuanto a la aparición de Moisés y Elías, entra perfectamente en la categoría de los fenómenos de ese mismo género. (Véase el Capí- tulo XIV, § 35 y siguientes.)


De todas las facultades que Jesús puso de manifiesto, ninguna se encuentra fuera de las posibilidades humanas. Todas se hallan comúnmente en el hombre, porque están en la naturaleza. No obstante, debido a la superioridad de su esencia moral y de sus cualidades fluídicas, esas facultades alcanzaron en Él proporciones superiores a las vulgares. Cuando dejaba a un lado su envoltura carnal, Jesús exhibía la condición de los Espíritus puros.