EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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2. La corta extensión de los viajes de aquella época, que no superaban los límites del asentamiento tribal o del valle que habitaban, no les permitía constatar la esfericidad de la Tierra. ¿Cómo imaginar, por otra parte, que la Tierra pudiese ser una esfera? En tal caso los hombres no hubiesen podido mantenerse sino en la parte de arriba. Pero, si toda la Tierra estaba habitada, ¿cómo podrían las personas vivir en el hemisferio opuesto con la cabeza hacia abajo y los pies orientados a lo alto? Y si además rotaba, todo se complicaba más aún. Hoy, aunque se conoce la ley de gravitación vemos todavía a personas considerablemente cultas que no comprenden este fenómeno. Por tanto, no podemos asombrarnos de que los hombres de aquellas primeras edades no lo hayan siquiera sospechado. La Tierra era para ellos una superficie lisa, circular como la rueda de un molino, extendida en posición horizontal. De ahí proviene la expresión aún usual: ir hasta el fin del mundo. Sus límites, su grosor, su estructura interna, su cara inferior, lo que existía abajo, constituía lo desconocido.1