24. Ya sea que el pensamiento de Dios actúe directamente o por intermedio de un fluido,
para facilitar las cosas vamos a representarlo bajo la forma concreta de un fluido inteligente que
llena el Universo infinito y penetra todas las cosas de la Creación: la Naturaleza entera está
sumergida en el fluido divino, o, en virtud del principio que establece que las partes de un todo son
de la misma naturaleza y tiene iguales propiedades que el conjunto, cada átomo de ese fluido, si se
puede explicarlo así, posee el pensamiento y los atributos esenciales de la Divinidad. Dicho fluido
está por doquier y todo está sujeto a su accionar inteligente, a su previsión, a su solicitud, pues
todos los seres, por más pequeños que sean, están saturados de él. Estamos constantemente en
presencia de Dios. No podemos sustraer a su mirada ni una sola de nuestras acciones y nuestro
pensamiento está en contacto incesante con el suyo. De ahí que se diga que Dios está en lo más
recóndito de nuestro corazón. Nosotros estamos en Él, como Él está en nosotros, según la palabra de
Cristo.
Dios no necesita mirarnos desde lo alto para extender su cuidado sobre nosotros. Para que Él
escuche nuestras plegarias no es necesario atravesar el Espacio ni orar en voz alta, ya que Él está a
nuestro lado y nuestros pensamientos repercuten en Él. Son como los sones de una campana que
hacen vibrar las moléculas del aire circundante.