EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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Manifestaciones físicas. Mediumnidad

40. Los fenómenos de las mesas móviles y parlantes, de la suspensión en el aire de los cuerpos pesados, de la escritura mediúmnica, tan antiguos como el mundo pero comunes en la actualidad, ofrecen la explicación de algunos fenómenos análogos espontáneos, a los cuales por ignorarse la ley que los rige se les había atribuido un carácter sobrenatural y milagroso. Esos fenó- menos se basan en las propiedades del fluido periespiritual, ya sea de los encarnados como de los Espíritus libres.


41. Cuando estaba encarnado, el Espíritu obraba sobre su cuerpo vivo con el auxilio de su periespíritu. Ahora, desde el mundo espiritual, se manifiesta por intermedio de ese mismo fluido: actúa sobre la materia inerte y produce ruidos, movimientos de mesas y de otros objetos, a los cuales levanta, derriba o transporta. Ese fenómeno no tiene nada de sorprendente, si consideramos que entre nosotros los motores más poderosos se encuentran en los fluidos más enrarecidos e incluso imponderables, como el aire, el vapor y la electricidad.


También con el auxilio de su periespíritu, el Espíritu hace que los médiums escriban, hablen o dibujen. Como ya no dispone de un cuerpo tangible para actuar ostensiblemente cuando desea manifestarse, se sirve del cuerpo de un médium, cuyos órganos toma en préstamo, y hace que obre como si fuera su propio cuerpo, mediante el efluvio fluídico que derrama sobre él.


42. Mediante ese mismo proceso, el Espíritu actúa sobre la mesa, ya sea para que esta se mueva, sin que su movimiento tenga un significado especial, o para que dé golpes inteligentes que indiquen las letras del alfabeto, a fin de que formen palabras y frases: fenómeno que se designa con el nombre de tiptología. La mesa no es más que un instrumento del que se vale el Espíritu, como se vale del lápiz para escribir, dándole una vitalidad momentánea por medio del fluido con que la impregna, aunque sin identificarse con ella. De ese modo, las personas que, embargadas por la emoción, abrazan la mesa cuando se manifiesta un ser querido, realizan un acto ridículo; es exactamente como si abrazasen el bastón de un amigo que se sirve de él para comunicarse por medio de golpes en el piso. Lo mismo hacen quienes dirigen la palabra a la mesa, como si el Espíritu estuviera encerrado en la madera, o como si la madera se hubiese convertido en Espíritu.


Cuando se transmiten comunicaciones por ese medio, hay que imaginarse que el Espíritu está, no en la mesa sino junto a ella, tal como se ubicaría si estuviese vivo, y tal como sería visto en ese momento si pudiera volverse visible. Lo mismo ocurre en las comunicaciones mediante la escritura: se vería al Espíritu al lado del médium, guiando su mano o trasmitiéndole su pensamiento por medio de una corriente fluídica.



43. Cuando la mesa se levanta del suelo y flota en el aire sin un punto de apoyo, el Espíritu no la levanta con la fuerza de su brazo, sino que la envuelve y penetra con una especie de atmósfera fluídica que neutraliza el efecto de la gravedad, como lo hace el aire con los globos y las cometas. El fluido que penetra en la mesa le confiere momentáneamente una mayor liviandad específica. Cuando queda pegada al suelo, esta se encuentra en una situación análoga a la de la campana neumática dentro de la que se produce el vacío. Estas son simples comparaciones destinadas a mostrar la analogía de los efectos, pero no la similitud absoluta de las causas. (Véase El Libro de los Médiums, Segunda Parte, Capítulo IV.)


De acuerdo con lo que se acaba de decir, se comprende que para el Espíritu no es más difícil levantar una persona que levantar una mesa, transportar un objeto de un lugar a otro, o arrojarlo donde sea. Todos esos fenómenos se producen por obra de la misma ley. *


Cuando la mesa persigue a alguien, no significa que el Espíritu vaya en esa dirección, pues él puede permanecer tranquilamente en el mismo lugar. Lo que sucede en esos casos es que el Espíritu le da un impulso a la mesa por medio de una corriente fluídica, con cuyo auxilio esta se mueve según su deseo.


Cuando se escuchan golpes en la mesa, o en otro lugar, el Espíritu no golpea con la mano o con algún objeto, sino que se limita a dirigir sobre el punto de donde proviene el ruido un haz de fluido que produce el efecto de un choque eléctrico. El Espíritu modifica el ruido, así como cualquier persona es capaz de modificar los sonidos producidos por el aire. **





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* Ese es el principio del fenómeno de aportes, fenómeno muy real pero que no conviene admitir más que con suma reserva, puesto que es uno de los que más se prestan a la imitación y al fraude. La honradez indiscutible de la persona que los obtiene, su absoluto desinterés material y moral, así como la confluencia de las circunstancias accesorias deben ser considerados seriamente. Sobre todo, es preciso desconfiar de esos efectos principalmente cuando estos se producen con excesiva facilidad, y tener por dudosos los que se repiten con mucha frecuencia y, por así decirlo, a voluntad. Los prestidigitadores hacen cosas más extraordinarias aún. El levantamiento de una persona no es un hecho menos efectivo, pero sí mucho más raro, tal vez porque resulte mucho más difícil de ser imitado. Es notorio que el Sr. Home se elevó más de una vez hasta el techo y dio de ese modo la vuelta a la sala. Se dice que san Cupertino poseía la misma facultad, hecho que no es más milagroso con este que con aquel. (N. de Allan Kardec.)
** Véanse ejemplos, tanto de manifestaciones materiales como de perturbaciones producidas por los Espíritus, en la Revista Espírita: “Manifestaciones físicas: La joven del Pasaje de los Panoramas”, enero de 1858; “El fantasma de la señorita Clairon”, febrero de 1858; “El Espíritu golpeador de Bergzabern”, relato completo: mayo, junio y julio de 1858; “El Espíritu golpeador de Dibbelsdorf”, agosto de 1858; “El panadero de Dieppe”, marzo de 1860; “El fabricante de San Petersburgo”, abril de 1860; “El trapero de la calle Noyers”, agosto de 1860; “El Espíritu golpeador del Aube”, enero de 1861; “Un Espíritu golpeador en el siglo XVI”, enero de 1864; “Manifestaciones en Poitiers”, mayo de 1864 y mayo de 1865; “El Espíritu golpeador de la hermana María”, junio de 1864; “Manifestaciones espontáneas en Marsella”, abril de 1865; “Manifestaciones en Fives, cerca de Lille (Norte)”, agosto de 1865; “Los ratones de Équihen”, febrero de 1866. (N. de Allan Kardec.)




44. Un fenómeno muy frecuente en la mediumnidad es la aptitud de ciertos médiums para escribir en una lengua que les es extra- ña; y tratar, ya sea en forma oral o por escrito, temas que están fuera del alcance de la instrucción que recibieron. No es raro que se vean algunos que escriben de corrido sin que nunca hayan aprendido a escribir; otros componen poesías, sin que jamás en la vida hayan sabido hacer un verso; otros dibujan, pintan, esculpen, componen música y ejecutan un instrumento sin que conozcan dibujo, pintura, escultura o el arte musical. Es muy frecuente el hecho de que un médium escribiente reproduzca a la perfección la escritura y la firma que los Espíritus que se comunican por su intermedio tenían cuando estaban vivos, aunque jamás los haya conocido.


Con todo, ese fenómeno no es más maravilloso que el que consiste en hacer que un niño escriba cuando se le lleva la mano; de ese modo puede lograr que escriba todo lo que uno quiera. Si a una persona se le dictan las palabras letra por letra, escribirá en un idioma que ignora. Lo mismo sucede con la mediumnidad, si nos remitimos a la manera por medio de la cual se comunican los Espíritus a través de los médiums, pues estos no son más que instrumentos pasivos. No obstante, si el médium conoce el mecanismo, si ha vencido las dificultades prácticas, si las expresiones le resultan familiares y, por último, si posee en su cerebro los elementos de aquello que el Espíritu quiere hacerle ejecutar, entonces se encontrará en la posición del hombre que sabe leer y escribir de corrido; el trabajo resultará más fácil y más rápido; y el Espíritu no tendrá más que transmitir sus pensamientos al intérprete, para que este los reproduzca por los medios de que dispone.


La aptitud de un médium para cosas que le resultan extrañas proviene, la mayoría de las veces, de los conocimientos que poseyó en otra existencia, y de los cuales su Espíritu conservó la intuición. Si fue poeta o músico, por ejemplo, tendrá más facilidad para asimilar el pensamiento poético o musical que un Espíritu quiera hacerle expresar. La lengua que hoy ignora pudo haberle sido familiar en otra existencia, lo que explica la mayor aptitud de su parte para escribir mediúmnicamente en esa lengua. *




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* La aptitud que algunas personas demuestran para las lenguas que dominan sin, por así decirlo, haberlas aprendido, no tiene otro origen más que el recuerdo intuitivo de lo que supieron en otra existencia. El caso del poeta Méry, relatado en la Revista Espírita de noviembre de 1864, es una prueba de lo que decimos. Es evidente que si en su juventud Méry hubiera sido médium, habría escrito en latín tan fácilmente como en francés, lo que para todos habría pasado como un prodigio. (N. de Allan Kardec.)