EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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La creación universal

17. Después de haber ascendido, tanto como lo permiten nuestras percepciones limitadas, hasta la fuente oculta de donde surgen los mundos como gotas de agua de un torrente, consideremos la evolución de las creaciones sucesivas y sus desarrollos seriados. La materia cósmica primitiva encerraba elementos materiales, fluídicos y vitales de todos los sistemas que desarrollan su magnificencia ante la eternidad. Es la madre fecunda de todas las cosas, el primer antepasado y, además, la generadora eterna. Esta sustancia, fuente de origen de las esferas siderales, no ha desaparecido ni ha muerto su poder, ya que continúa dando vida a nuevas creaciones y, a su vez, recibe incesantemente los principios reconstituidos de los muertos que desaparecen del libro eterno. La materia etérea que se halla entre los espacios interplanetarios, más o menos diversificada. Ese fluido cósmico que llena el Universo tan generosamente en las regiones inmensas, ricas en cúmulos estelares. Ese fluido de distinto grado de condensación que puebla el cielo sideral que no brilla aún y está modificado, en mayor o menor medida, por combinaciones diversas según las localizaciones de la extensión, es la sustancia primitiva en la que radican las fuerzas universales de las que la Naturaleza ha obtenido todas las cosas.*
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* Si se quisiera saber cuál es el principio de esas fuerzas y cómo puede hallarse él en la misma sustancia que lo produce, responderíamos que la mecánica nos ofrece numerosos ejemplos. La elasticidad que tiene un resorte no se encuentra en el resorte mismo. ¿No depende del modo de agregación de las moléculas? El cuerpo que obedece a la fuerza centrífuga recibe su impulso del movimiento primitivo que se ha dado. [N. de A. Kardec.]



18. Ese fluido penetra los cuerpos como un inmenso océano. En él reside el principio vital que da origen a los seres y perpetúa la vida en cada planeta de acuerdo con su necesidad, principio en estado latente que dormita allí, donde la voz de un ser no lo reclama. Toda criatura: mineral,vegetal, animal o de otra especie -ya que existen otros reinos naturales cuya existencia ni siquiera imagináis-, sabe, en virtud de ese principio, apropiarse de las condiciones necesarias para su existencia y durabilidad. Las moléculas del mineral se suman en razón de este principio vital, al igual que el grano y el embrión, y se agrupan, como en el organismo, en figuras simétricas que constituyen los individuos. Es muy importante comprender que la materia cósmica primitiva está sometida no sólo a las leyes que aseguran la estabilidad de los mundos, sino también al principio vital universal que forma generaciones espontáneas en cada globo, a medida que se van manifestando las condiciones de existencia sucesiva de los seres y cuando suena la hora de la aparición de los hijos de la vida durante el período creador. Así se lleva a cabo la creación universal. Es correcto decir, por tanto, que siendo las funciones de la Naturaleza la expresión de la voluntad divina, Dios ha creado siempre, continúa haciéndolo y por siempre lo hará.

19. Pero aún no hemos hablado del Mundo Espiritual, el cual también forma parte de la Creación y cumple su destino de acuerdo con las augustas prescripciones del Señor. En razón de mi propia ignorancia, sólo puedo dar una enseñanza restringida en lo que respecta a la creación de los espíritus. Pero, aunque callaré ciertos hechos, manifestaré lo que me ha sido permitido profundizar. A quienes deseen saber con ánimo religioso y fuesen humildes ante Dios, les diré, suplicándoles, al mismo tiempo, que se abstengan de elaborar un sistema prematuro sobre mis palabras: El espíritu no recibe la iluminación divina que le otorga el libre albedrío, la conciencia y el conocimiento de la importancia de su destino sin haber pasado previamente la serie divinamente fatal de encarnaciones inferiores, en las que elabora su individualidad. Esa es la hora en que el Señor imprime sobre su frente su augusta señal y el espíritu toma un lugar entre los seres espirituales. Vuelvo a reiteraros: no fundamentéis sobre mis palabras vuestros razonamientos, tan tristemente célebres en el curso de la historia de la Metafísica. Preferiría mil veces callarme sobre temas tan por encima de vuestras meditaciones ordinarias que exponeros a desnaturalizar el sentido de mi enseñanza y enterraros, por mi culpa, en los intrincados laberintos del deísmo o del fatalismo.