EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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Unión del principio espiritual con la materia

10. Puesto que la materia debía ser el objeto del trabajo del Espíritu para el desarrollo de sus facultades, era necesario que este pudiese actuar sobre ella, razón por la cual tuvo que habitarla, como el leñador habita en del bosque. Como la materia debía ser al mismo tiempo el objetivo y el instrumento del trabajo, Dios, en vez de unir el Espíritu a la piedra rígida creó, para su uso, cuerpos organizados, flexibles y capaces de recibir todos los impulsos de su voluntad, así como también de prestarse a todos sus movimientos.


Por lo tanto, el cuerpo es al mismo tiempo la envoltura y el instrumento del Espíritu. A medida que este adquiere nuevas aptitudes, se reviste con una envoltura apropiada al nuevo tipo de trabajo que le corresponde realizar, tal como se hace con el operario a quien se le confía una herramienta menos sencilla a medida que demuestra su capacidad para realizar una tarea más delicada.


11. Para ser más exactos, es necesario expresar que el Espí- ritu mismo es el que modela su envoltura y la adecua a sus nuevas necesidades; perfecciona, desarrolla y completa su organismo a medida que experimenta la necesidad de poner de manifiesto nuevas facultades; en una palabra, lo adapta de acuerdo con su inteligencia. Dios le proporciona los materiales, y a él le corresponde hacer uso de ellos. A eso se debe que las razas más avanzadas tienen un organismo o, si se quiere, un mecanismo cerebral más perfeccionado que el de las razas primitivas. De ese modo también se explica la marca especial que el carácter del Espíritu imprime a los rasgos de la fisonomía y a las líneas del cuerpo. (Véase el Capítulo VIII, § 7: El alma de la Tierra.)


12. Desde el momento en que un Espíritu nace a la vida espiritual, en beneficio de su adelanto es necesario que haga uso de sus facultades, rudimentarias al principio. Por esa razón se recubre con una envoltura corporal adecuada a su estado de infancia intelectual, envoltura que él abandona para tomar otra a medida que sus fuerzas van en aumento. Ahora bien, como en todas las épocas ha habido mundos, y como esos mundos dieron origen a cuerpos organizados aptos para recibir Espíritus, en todas las épocas los Espíritus, sea cual fuere el grado de adelanto que hubiesen alcanzado, encontraron los elementos necesarios para la vida carnal.


13. Por ser exclusivamente material, el cuerpo sufre las vicisitudes de la materia. Después de funcionar durante algún tiempo, se desorganiza y se descompone. El principio vital, como ya no encuentra un elemento para su actividad, se extingue y el cuerpo muere. El Espíritu, para quien el cuerpo privado de vida se torna inútil, lo abandona, como se abandona una casa en ruinas o la ropa que no sirve.


14. El cuerpo, pues, no es más que una envoltura destinada a recibir al Espíritu, de modo que poco importan su origen y los materiales que lo constituyen. Sea o no el cuerpo del hombre una creación especial, lo cierto es que lo forman los mismos elementos que forman el cuerpo de los animales, lo anima el mismo principio vital o, en otras palabras, lo vivifica el mismo fuego, así como lo ilumina la misma luz y se encuentra sujeto a las mismas vicisitudes y a las mismas necesidades. Esta es una cuestión que no admite discusiones.


En caso de que se considere únicamente la materia, haciendo abstracción del Espíritu, el hombre no tiene nada que lo distinga del animal. Sin embargo, todo cambia de aspecto cuando se establece la diferencia entre la habitación y el habitante.


Un gran señor, sea que se encuentre en una choza o esté cubierto con las ropas de un campesino, no deja por eso de ser un gran señor. Lo mismo sucede con el hombre. No es su vestimenta de carne la que lo coloca por encima de los irracionales y lo convierte en un ser aparte, sino el ser espiritual que existe en él, su Espíritu.