EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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La Vía Láctea

32. Durante las hermosas noches estrelladas y sin luna, todos hemos observado ese fulgor blanquecino que atraviesa el cielo de un extremo al otro, al que los antiguos, por su apariencia lechosa, bautizaron con el nombre de Vía Láctea. En los tiempos modernos ese fulgor difuso fue explorado detenidamente por el telescopio, y así fue como el camino de polvo de oro o el río de leche de la antigua Mitología se transformó en un vasto campo de maravillas desconocidas. Gracias a las investigaciones de los observadores se llegó a conocer su naturaleza, y allí donde nuestra mirada sólo distingue una débil claridad se descubrieron una infinidad de soles más luminosos e importantes que el nuestro.

33. La Vía Láctea es, en efecto, una campiña sembrada con flores solares o planetarias que brillan en la vastedad. Nuestro Sol, y todos los cuerpos que lo acompañan, forma parte de esos mundos refulgentes que componen la Vía Láctea. Pero, a pesar de sus dimensiones gigantescas con relación a la Tierra y a la vastedad de su imperio, él ocupa un lugar poco apreciable en la Creación. Podemos contar unos treinta millones de soles parecidos a él que gravitan en esta inmensa región, alejados unos de otros por una distancia de más de cien mil veces el radio de la órbita terrestre.

34. Mediante esta cifra aproximativa, podremos juzgar la extensión de esta región sideral y la relación que existe entre nuestro sistema y la universalidad de los sistemas que la ocupan. Se podrá determinar, asimismo, la pequeñez del dominio solar y, con mayor razón, la exigüidad de nuestra Tierra. ¡Cuál sería la relación si considerásemos a los seres que la pueblan!

Digo exigüidad, ya que nuestras aseveraciones se aplican no solamente a la extensión material o física de los cuerpos que estudiamos -lo que sería insuficiente- sino, y sobre todo, a la jerarquía moral de habitación, al grado que tienen en la escala universal de los seres. La Creación se


muestra en toda su majestad, creando y propagando manifestaciones de vida e inteligencias en derredor del mundo solar y en todos los sistemas que existen por doquier.

35. Conocemos de esta manera la posición que ocupa nuestro Sol y la Tierra en el mundo estelar, pero estas consideraciones adquieren aún más peso si reflexionamos sobre la importancia de la Vía Láctea, que representa apenas un punto insignificante e inapreciable en la inmensidad de las creaciones siderales, sólo es una entre miles. Si se nos presenta más vasta y rica que las demás es porque nos rodea y la tenemos en toda su extensión frente a nuestros ojos, mientras que las otras, perdidas en las profundidades insondables, apenas se dejan ver.

36. Sabiendo que la Tierra poco o casi nada es en el sistema solar, y éste, igualmente, poca cosa representa en la Vía Láctea, la cual, a su vez, nada o casi nada significa en la universalidad de las nebulosas, así como esa universalidad es muy poca cosa en relación con el inmenso infinito, comenzaremos a comprender realmente qué es la Tierra.