EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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36. Los fariseos acusaban a Jesús de expulsar a los demonios con el auxilio de los mismos demonios. Según ellos, el bien que Jesús hacía era obra de Satanás, sin reflexionar que si Satanás se expulsase a sí mismo, cometería una insensatez. Es de destacar que los fariseos de ese tiempo ya pretendían que toda facultad trascendente, y que por ese motivo era considerada sobrenatural, fuera obra del demonio, puesto que, según la opinión de ellos, el propio Jesús recibía su poder de Satanás. Es ese otro punto más de semejanza de aquella época con la actual, y esa doctrina es aún hoy la que la Iglesia intenta que prevalezca contra las manifestaciones espíritas. *




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* No todos los teólogos profesan opiniones tan absolutas sobre la doctrina demoníaca. Aquí está una cuyo valor el clero no puede discutir, emitida por un eclesiástico, Monseñor Freyssinous, obispo de Hermópolis, en el siguiente pasaje de sus Conferencias sobre la religión, volumen II, p. 341 (Paris, 1825): “Si Jesús hubiese producido sus milagros a través del poder del demonio, este habría trabajado por la destrucción de su imperio y, por lo tanto, habría empleado contra sí mismo su poder. Por cierto, un demonio que procurase destruir el reinado del vicio para implantar el de la virtud, sería un demonio muy extraño. Por eso Jesús, para replicar a la absurda acusación de los judíos, les decía: ‘Si hago prodigios en nombre del demonio, el demonio está dividido consigo mismo, y por lo tanto trabaja para su propia destrucción’. Esta respuesta no admite réplica”. Este es precisamente el argumento que los espíritas oponen a los que atribuyen al demonio los buenos consejos que los Espíritus les dan. El demonio obraría entonces como un ladrón profesional que restituyera todo lo que hubiera robado y exhortase a otros ladrones a que se conviertan en personas honestas. (N. de Allan Kardec.)