EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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19. Si la falta de Adán consistió literalmente en haber comido un fruto, no cabe duda de que esa falta no podría, por su naturaleza casi pueril, justificar el rigor con que fue castigada. Tampoco se podría admitir racionalmente que ese hecho sea como en general se supone; de otro modo Dios, al considerarlo como un crimen irremisible, habría condenado a su propia obra, ya que Él había creado al hombre para su propagación. Si Adán hubiese entendido de ese modo la prohibición de tocar el fruto del árbol, y con ella se hubiese conformado escrupulosamente, ¿dónde estaría la humanidad, y qué habría sido de los designios del Creador?


Dios no había creado a Adán y Eva para que permanecieran solos en la Tierra; la prueba de eso está en sus propias palabras, las que les dirige inmediatamente después de haberlos creado, cuando aún estaban en el paraíso terrestre: “Dios los bendijo y les dijo: Creced y multiplicaos, llenad la Tierra y sometedla”. (Génesis, 1:28.) Dado que la multiplicación del hombre era ley desde el paraíso terrenal, su expulsión de allí no pudo haber tenido como causa el hecho supuesto.


Lo que dio crédito a esa suposición fue el sentimiento de vergüenza que Adán y Eva experimentaron ante la mirada de Dios, y que los llevó a que se ocultaran. Pero esa vergüenza es de por sí una figura por comparación: simboliza la confusión que todo culpable experimenta en presencia de aquel al que ha ofendido.