EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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Acción de los espíritus sobre los fluidos. Creaciones fluídicas. Fotografía del pensamiento

13. Los fluidos espirituales, que constituyen uno de los estados del fluido cósmico universal, son, para hablar con propiedad, la atmósfera de los seres espirituales; son el elemento de donde ellos extraen los materiales sobre los cuales operan; el medio en el que ocurren los fenómenos especiales, perceptibles por la vista y el oído del Espíritu, pero que escapan a los sentidos carnales impresionables sólo por la materia tangible; el medio donde se forma esa luz peculiar del mundo espiritual, diferente de la luz común tanto en la causa como en los efectos; por último, los fluidos son el vehículo del pensamiento, del mismo modo que el aire es el vehículo del sonido.


14. Los Espíritus actúan sobre los fluidos espirituales, pero no como los hombres manipulan los gases, sino con la ayuda del pensamiento y la voluntad. Para los Espíritus, el pensamiento y la voluntad son lo que la mano para el hombre. Mediante el pensamiento, ellos imprimen a esos fluidos tal o cual dirección, los aglomeran, los combinan o dispersan, y organizan con ellos conjuntos que presentan una apariencia, una forma, un color determinados; modifican sus propiedades igual que un químico transforma las de los gases o las de otros cuerpos, al combinarlos según ciertas leyes. Constituyen el inmenso taller o laboratorio de la vida espiritual.


En algunos casos, esas transformaciones son el resultado de una intención; la mayoría de las veces, son el producto de un pensamiento inconsciente. Basta con que un Espíritu piense en una cosa para que esta se produzca, como basta modular un aria para que esta repercuta en la atmósfera.


De ese modo, por ejemplo, un Espíritu se hace visible a un encarnado dotado de vista psíquica, con la apariencia que tenía cuando estaba vivo en la época en que este último lo conoció, aun cuando haya tenido, con posterioridad a esa época, muchas encarnaciones. Se presenta con la vestimenta, los rasgos externos – enfermedades, cicatrices, miembros amputados, etc.– que lo caracterizaban entonces. Un decapitado se presentará sin cabeza, lo que no significa de ningún modo que haya conservado esa apariencia. Por cierto, como Espíritu no es cojo, ni manco, ni tuerto, ni está decapitado; lo que ocurre es que al retroceder con su pensamiento a la época en que tenía ese aspecto, su periespíritu adopta instantáneamente esa apariencia, que desaparecerá tan pronto como ese mismo pensamiento cese de actuar en aquel sentido. Entonces, si una vez fue negro y otra blanco, se presentará como blanco o negro, de conformidad con la encarnación que se corresponda con la evocación, y a la cual se transporte su pensamiento.


Por un efecto análogo, el pensamiento del Espíritu crea fluí- dicamente los objetos que él estaba habituado a utilizar. Un avaro manipulará el oro, un militar mostrará sus armas y su uniforme, un fumador su pipa, un labriego su arado y sus bueyes, una anciana su rueca. Para el Espíritu, que también es fluídico, esos objetos fluídicos son tan reales como lo eran en el estado material para el hombre vivo; no obstante, dado que son creaciones del pensamiento, su existencia es tan efímera como el pensamiento que los generó. *




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* Véase la Revista Espírita, julio de 1859; y El Libro de los Médiums, Segunda Parte, Capítulo. VIII. (N. de Allan Kardec.)


15. Puesto que los fluidos son el vehículo del pensamiento, este actúa sobre los fluidos como el sonido sobre el aire. Estos transmiten el pensamiento como el aire nos trae el sonido. Por consiguiente, se puede decir sin temor a equivocarse que en esos fluidos hay ondas y rayos de pensamientos, que se entrecruzan sin confundirse, del mismo modo que hay en el aire ondas y vibraciones sonoras.


Más aún, cuando el pensamiento crea imágenes fluídicas, este se refleja en la envoltura periespiritual como en un espejo; en él toma cuerpo y en cierto modo se fotografía. Si un hombre, por ejemplo, tiene la idea de matar a otro, por más impasible que permanezca su cuerpo material, su cuerpo fluídico es puesto en acción mediante el pensamiento y reproduce todas las sutilezas de este último; realiza fluídicamente el gesto, el acto que desea llevar a la práctica. El pensamiento crea la imagen de la víctima y la escena completa es pintada como en un cuadro, tal cual se desarrolla en el Espíritu.


De ese modo, resulta que los más secretos movimientos del alma repercuten en la envoltura fluídica; que un alma puede leer en otra alma igual que en un libro, y ver lo que no se puede percibir con los ojos del cuerpo. No obstante, al observar la intención, puede presentir la realización del acto que será su consecuencia, pero no puede determinar el instante en que dicho acto se llevará a cabo, ni precisar los detalles, ni siquiera manifestar que habrá de ocurrir, ya que las circunstancias ulteriores podrán modificar los planes y cambiar las intenciones. El alma no puede ver lo que aún no está en el pensamiento del otro; lo que ve es la preocupación habitual del individuo, sus deseos, sus proyectos, sus intenciones buenas o malas.