EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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41. Independientemente de los descubrimientos geológicos, la prueba de la existencia del hombre en la Tierra antes de la época determinada por el Génesis se extrae de la población del globo.


Sin aludir a la cronología china, que según algunos se remonta a treinta mil años atrás, documentos de probada autenticidad muestran que Egipto, la India y otros países ya estaban poblados y florecientes, como mínimo tres mil años antes de la Era Cristiana, es decir, mil años después de la creación del primer hombre, según la cronología bíblica. Documentos y observaciones recientes no dejan ninguna duda en cuanto a las relaciones que han existido entre América y los antiguos egipcios, de donde deducimos que esa región ya estaba poblada en aquella época. Sería preciso, entonces, admitir que en mil años la posteridad de un solo hombre fue capaz de poblar la mayor parte de la Tierra. Ahora bien, semejante fecundidad estaría en flagrante contradicción con todas las leyes antropológicas. *




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* La Exposición Universal de 1867 exhibió antigüedades de México que no dejan el menor margen de duda sobre las relaciones que los pueblos de ese país tuvieron con los antiguos egipcios. El Sr. Léon Méchedin, en una nota expuesta en el templo mexicano de la Exposición, manifestaba lo siguiente: “No es conveniente que se den a publicidad prematuramente los descubrimientos realizados desde el punto de vista de la historia del hombre por la reciente expedición científica de México. No obstante, nada impide que el público esté en conocimiento, desde ahora, de que la exploración permitió determinar la existencia de un gran número de ciudades desaparecidas con el tiempo, pero a las que la piqueta y las explosiones pueden sacar de sus mortajas. Las excavaciones pusieron al descubierto, por todas partes, tres estratos de civilizaciones que parecen otorgar al mundo americano una antigüedad fabulosa”. Es así como todos los días la ciencia desmiente con los hechos la doctrina que limita a 6.000 años la aparición del hombre en la Tierra y pretende hacerlo derivar de un único tronco. (N. de Allan Kardec.)