EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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1. La existencia del principio espiritual es un hecho que, por decirlo así, no necesita más demostración que el de la existencia del principio material. Es, en cierta forma, una verdad axiomática: se confirma por sus efectos, como la materia por los que le son propios.


De acuerdo con este principio: “Dado que todo efecto tiene una causa, todo efecto inteligente debe tener una causa inteligente”, no hay quien no haga la distinción entre el movimiento mecánico de una campana agitada por el viento, y el movimiento de esa misma campana para dar una señal, un aviso, lo que demuestra por eso mismo que obedece a un pensamiento, a una intención. Ahora bien, como a nadie se le puede ocurrir la idea de atribuir el pensamiento a la materia de la campana, se debe concluir que la mueve una inteligencia a la cual le sirve de instrumento para que se ponga de manifiesto.


Por esa misma razón, nadie tendrá la idea de atribuir el pensamiento al cuerpo de un hombre muerto. Si cuando está vivo, el hombre piensa, se debe a que hay en él algo que ya no existe cuando está muerto. La diferencia que hay entre él y la campana consiste en que la inteligencia que hace que esta se mueva está fuera de ella, mientras que la que hace obrar al hombre está en él mismo.