EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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3. El cielo, con su aparente forma cóncava era, según la creencia más difundida, una bóveda real cuyos bordes inferiores reposaban sobre la Tierra marcando sus confines. Gran cúpula cuya capacidad completa estaba ocupada por aire. Sin ninguna noción de lo infinito del espacio, incapaces de concebirlo, los hombres se figuraban a esa bóveda formada por una materia sólida, de 1. La mitología hindú enseñaba que el astro del día se despojaba por la noche de su luz y atravesaba el cielo con su faz oscurecida. La mitología griega representaba al carro de Apolo tirado por cuatro caballos. Anaximandro de Mileto sostenía, en su diálogo con Plutarco, que el Sol era un carro de fuego candente que se había escapado por una abertura circular. Epicuro, según ciertas fuentes, sostenía que el Sol se prendía por la mañana y se apagaba por las noches en las aguas del Océano. Otros pensaban que convertía al astro en un cisquero incandescente. Anaxágoras lo consideraba un hierro caliente del tamaño del Peloponeso. ¡Original idea! Los antiguos insistían tanto en considerar el gran tamaño aparente de este astro como real, que persiguieron a este filósofo temerario por haber atribuido semejante volumen a la antorcha diurna. Fue necesaria toda la autoridad de Pericles para salvarlo de la pena de muerte y conmutarla por una sentencia de exilio (Flammarion, Estudios y lecturas sobre Astronomía). Cuando se leen tales ideas, producto de la época más floreciente de Grecia, es decir, del siglo V a. C., no podemos, entonces, asombrarnos de las ideas que poseían los hombres de las primeras edades sobre el origen del mundo. [N. de A. Kardec.] lo que nace el vocablo firmamento, que ha sobrevivido a la creencia y que significa: firme, resistente, (del latín firmamentum, derivado de firmus, y del griego herma, hermatos: firme, sostén, soporte, punto de apoyo).