CAPÍTULO XII
Génesis mosaica
Los seis días • El paraíso perdido.
Los seis días 1. CAPÍTULO 1:1. En el comienzo Dios creó el cielo y la
tierra. – 2. La tierra era uniforme y estaba completamente vacía; las
tinieblas cubrían la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se cernía
sobre las aguas. – 3. Dijo Dios: “Hágase la luz”, y la luz se hizo. –
4. Dios vio que la luz estaba bien, y separó la luz de las tinieblas.
– 5. Dio a la luz el nombre de día, y a las tinieblas el nombre de
noche, y de la tarde y de la mañana se hizo el primer día.
6. Dijo Dios también: “Hágase el firmamento en medio de
las aguas y que él separe las aguas de las aguas”. – 7. Y Dios hizo el
firmamento; y separó las aguas que estaban debajo del firmamento
de las que estaban encima del firmamento. Y así se hizo. – 8. Y
Dios dio al firmamento el nombre de cielo; y de la tarde y de la
mañana se hizo el segundo día.
9. Dijo Dios además: “Reúnanse en un solo lugar las aguas
que están bajo el cielo, y aparezca el elemento árido”. Y así se hizo.
– 10. Dios dio al elemento árido el nombre de tierra, y llamó mar
a todas las aguas reunidas. Y vio que eso estaba bien. – 11. Dijo
Dios también: “Produzca la tierra la hierba verde que dé semilla, y árboles frutales que den fruto, cada uno de su especie, y que
contengan en sí mismas sus semillas, para que se reproduzcan en
la tierra”. Y así se hizo. – 12. La tierra entonces produjo la hierba
verde que era portadora de la semilla, según su especie, y árboles
frutales que contenían en sí mismos sus semillas, según su especie.
Y Dios vio que eso era bueno. – 13. Y de la tarde y de la mañana
se hizo el tercer día.
14. Dijo Dios también: “Háganse cuerpos de luz en el firmamento
del cielo, a fin de que se separen el día de la noche, y sirvan
de señales para marcar el tiempo y las estaciones, los días y los años.
– 15. Brillen ellos en el firmamento del cielo e iluminen la Tierra”.
Y así se hizo. – 16. Entonces Dios hizo dos grandes cuerpos luminosos,
uno mayor para presidir el día, y otro menor para presidir la
noche; hizo también las estrellas. – 17. Y los puso en el firmamento
del cielo para que brillen sobre la tierra. – 18. Para que presidan el
día y la noche, y para separar la luz de las tinieblas. Y Dios vio que
era bueno. 19. Y de la tarde y de la mañana se hizo el cuarto día.
20. Dijo Dios además: “Produzcan las aguas animales vivos
que naden en las aguas, y aves que vuelen sobre la tierra, debajo del
firmamento del cielo”. – 21. Entonces Dios creó los grandes peces
y todos los animales que tienen vida y movimiento, que las aguas
han producido, cada uno de una especie, y creó también todas las
aves, cada una de su especie. Y vio que era bueno. – 22. Y los bendijo,
diciendo: “Creced y multiplicaos, y llenad las aguas del mar; y
que los pájaros se multipliquen sobre la tierra”. – 23. Y de la tarde
y de la mañana se hizo el quinto día.
24. Dijo Dios también: “Produzca la Tierra animales vivos,
cada uno de su especie, los animales domésticos y las bestias salvajes
de la tierra, según sus diferentes especies”. Y así se hizo. – 25.
Dios hizo, pues, las bestias salvajes de la tierra según sus especies,
los animales domésticos y todos los reptiles, cada uno de su especie.
Y Dios vio que era bueno.
26. Dijo luego: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y
semejanza; y que él mande sobre los peces del mar, las aves del
cielo, las bestias, sobre toda la tierra y sobre todos los reptiles que
se mueven en la tierra”. – 27. Dios entonces creó al hombre a su
imagen, y lo creó a imagen de Dios, macho y hembra los creó. –
28. Dios los bendijo y les dijo: “Creced y multiplicaos, llenad la
tierra y sometedla; mandad sobre los peces del mar, sobre las aves
del cielo, y sobre todos los animales que se mueven en la tierra”. –
29. Dijo Dios además: “Os he dado todas las hierbas que traen su
semilla a la tierra, y todos los árboles que encierran en sí mismos
sus semillas, cada uno de una especie, a fin de que os sirvan de
alimento. – 30. Y os di a todos los animales de la tierra, y a todas
las aves del cielo, y a todo lo que se mueve en la tierra y que está
vivo y animado, a fin de que tengan con qué alimentarse”. Y así se
hizo. – 31. Dios vio todas las cosas que había hecho, y eran todas
muy buenas. – 32. Y de la tarde y de la mañana se hizo el sexto día.
CAPÍTULO 2:1. El cielo y la tierra quedaron, pues, acabados
de ese modo con todos sus ornamentos. – 2. Dios terminó en
el séptimo día toda la obra que hizo, y reposó en ese séptimo día,
luego de haber acabado todas sus obras. – 3. Bendijo el séptimo
día y lo santificó, porque había cesado en ese día de producir todas
las obras que había creado.
4. Ese fue el origen del cielo y de la tierra, y así fueron creados
el día que el Señor hizo uno y otro. – 5. Y que creó todas las
plantas de los campos antes de que hubiesen salido de la tierra, y
todas las hierbas de las planicies antes de que hubiesen germinado.
Porque el Señor Dios aún no había hecho que lloviese sobre
la tierra, y no había hombre para labrarla. – 6. Pero de la tierra se
elevaba una fuente que regaba toda su superficie.
7. El Señor Dios formó, pues, al hombre del lodo de la tierra,
y le esparció sobre el rostro un soplo de vida, y el hombre se
volvió viviente y animado.
2. Después de las explicaciones contenidas en los capítulos
precedentes sobre el origen y la constitución del universo, de
acuerdo con los datos suministrados por la ciencia, en cuanto a
la parte material, y por el espiritismo, en cuanto a la parte espiritual,
es conveniente confrontar todo eso con el texto del Génesis de
Moisés, a fin de que cada uno pueda establecer comparaciones y
juzgar con conocimiento de causa. Serán suficientes algunas explicaciones
complementarias para hacer comprensibles las partes que
necesitan esclarecimientos especiales.
3. En lo que respecta a algunos puntos, sin duda existe una
notable concordancia entre el Génesis de Moisés y la doctrina científica;
pero sería un error suponer que basta con que se sustituyan
los seis días de veinticuatro horas de la creación bíblica por seis
períodos indeterminados, para que esté completa la analogía. Otro
error no menos importante sería que se creyera que, salvo el sentido
alegórico de ciertas palabras, el Génesis y la ciencia marchan a la
par y no son más que una paráfrasis uno de la otra.
4. En primer lugar observemos, según hemos visto (Capítulo
VII, § 14), que el número de seis períodos geológicos es arbitrario,
visto que se elevan a más de veinticinco las formaciones perfectamente
caracterizadas. Ese número apenas determina las grandes
fases generales, y sólo fue adoptado al comienzo para ordenar las
cosas tanto como se pudiera de acuerdo con el texto bíblico, en
una época –que por otra parte no está muy lejana– en la que se
consideraba que la ciencia debía ser controlada por la Biblia. A eso
se debió que los autores de la mayor parte de las teorías cosmogó-
nicas, con el propósito de facilitar su aceptación, se esforzaron por
conservar la concordancia con el texto sagrado. Tan pronto como
la ciencia se apoyó en el método experimental, se sintió fortalecida
y se emancipó. Hoy es ella la que controla a la Biblia.
Por otro lado, la geología, que toma como único punto de
partida la formación de los terrenos graníticos, no incluye en el cómputo de los períodos el estado primitivo de la Tierra. Tampoco
se ocupa del Sol, de la Luna y las estrellas, ni del conjunto del
universo, que pertenecen a la astronomía. Por consiguiente, para
encuadrar todo en el Génesis, corresponde que se agregue un primer
período que abarque ese orden de fenómenos, el cual se podría
denominar período astronómico.
Además, no todos los geólogos consideran el período diluviano
como un período aparte, sino como un acontecimiento
transitorio, pasajero, que no varió en forma considerable el estado
climático del globo, como tampoco marcó una nueva fase para las
especies vegetales y animales, ya que, salvo pocas excepciones, se
encuentran las mismas especies antes y después del diluvio. Por lo
tanto, podemos abstenernos de considerar ese período, sin que por
eso nos apartemos de la verdad.
5. El siguiente cuadro comparativo, en el que se encuentran
resumidos los fenómenos que caracterizan cada uno de los seis períodos,
permite abarcar el conjunto y considerar las relaciones y las diferencias
que existen entre los referidos períodos y la génesis bíblica:
CIENCIA
| GÉNESIS
|
I. PERÍODO ASTRONÓMICO.
Aglomeración de la materia cósmica universal
en un punto del espacio, en una nebulosa
que dio origen, por la condensación de la
materia en diversos puntos, a las estrellas, al
Sol, a la Tierra, a la Luna y a todos los planetas.
Estado primitivo fluídico e incandescente
de la Tierra. – Atmósfera inmensa cargada de
toda el agua en forma de vapor, y de todas las
materias volatilizables.
| PRIMER DÍA.
El Cielo y la Tierra. –
La luz.
|
II. PERÍODO PRIMARIO.
Endurecimiento de la superficie de la Tierra
por el enfriamiento; formación de las capas
graníticas. – Atmósfera espesa y ardiente, impenetrable
a los rayos solares. – Precipitación
gradual del agua y de las materias sólidas volatilizadas
en el aire. – Ausencia absoluta de
vida orgánica.
| SEGUNDO DÍA.
El firmamento. – Separación
de las aguas
que están por encima
del firmamento de las
que están por debajo
de él.
|
III. PERÍODO DE TRANSICIÓN.
Las aguas cubren toda la superficie del globo.
Primeros depósitos de sedimentos formados
por las aguas. – Calor húmedo. – El Sol
comienza a atravesar la atmósfera brumosa.
– Primeros seres organizados de la más rudimentaria
constitución. – Líquenes, musgos,
helechos, licopodios, plantas herbáceas. Vegetación
colosal. – Primeros animales marinos:
zoófitos, poliperos, crustáceos. – Depó-
sitos de hulla.
| TERCER DÍA.
Las aguas que están
debajo del firmamento
se reúnen; aparece el
elemento árido. – La
tierra y los mares. –
Las plantas.
|
IV. PERÍODO SECUNDARIO.
Superficie de la Tierra poco accidentada;
aguas poco profundas y pantanosas. Temperatura
menos cálida; atmósfera más purificada.
Considerables depósitos de calcáreos por
las aguas. – Vegetación menos colosal; nuevas
especies; plantas leñosas; primeros árboles.
– Peces; cetáceos; moluscos, grandes reptiles
acuáticos y anfibios.
| CUARTO DÍA.
El Sol, la Luna y las estrellas.
|
V. PERÍODO TERCIARIO.
Grandes levantamientos de la corteza sólida;
formación de los continentes. Retiro de las
aguas hacia los lugares bajos; formación de
los mares. Atmósfera purificada; temperatura
actual producida por el calor solar. Animales
terrestres gigantescos. Vegetales y animales de
la actualidad. Aves.
DILUVIO UNIVERSAL.
| QUINTO DÍA.
Los peces y los pájaros.
|
VI. PERÍODO CUATERNARIO O
POSDILUVIANO.
Terrenos aluviales. Animales terrestres. Vegetales
y animales de la actualidad. – El hombre
| SEXTO DÍA.
Los animales terrestres.
– El hombre
|
6. El primer aspecto sobresaliente de este cuadro comparativo
es que la obra de cada uno de los seis días no se corresponde
de manera rigurosa, como muchos suponen, con cada
uno de los seis períodos geológicos. La concordancia más notable
es la de la sucesión de los seres orgánicos, que es casi la misma,
así como la de la aparición del hombre en último término.
Ese es un hecho importante.
Hay también coincidencia, no en cuanto al orden numérico
de los períodos, sino en cuanto al hecho citado en el pasaje en que se
lee que, al tercer día, “las aguas que están debajo del cielo se reunieron
en un solo lugar y apareció el elemento árido”. Es la expresión
de lo que ocurrió en el período terciario, cuando los levantamientos
de la corteza sólida dejaron al descubierto los continentes y expulsaron
las aguas que formaron los mares. Sólo entonces aparecieron los
animales terrestres, según la geología y según Moisés.
7. Cuando Moisés dice que la Creación fue realizada en seis
días, ¿habrá querido aludir a días de veinticuatro horas, o habrá
empleado esa palabra en el sentido de período, de duración? La primera hipótesis es la más probable, si nos atenemos al texto mismo;
en primer término, porque ese es el sentido preciso de la palabra
hebrea iom, traducida por día; a continuación, la referencia a
la tarde y a la mañana, como limitaciones de cada uno de los seis
días, da lugar a que se suponga que Moisés ha querido referirse a
días comunes. No se puede concebir ninguna duda al respecto,
cuando consta, en el versículo 5: “Dio a la luz el nombre de día,
y a las tinieblas el nombre de noche; y de la tarde y de la mañana
se hizo el primer día”. Esto, evidentemente, sólo se puede aplicar
al día de veinticuatro horas, constituido por períodos de luz y de
tinieblas. El sentido resulta aún más preciso cuando dice, en el versículo
17, al hablar del Sol, de la Luna y de las estrellas: “Las puso
en el firmamento del cielo para que brillen sobre la Tierra; para
que presidan el día y la noche, y para separar la luz de las tinieblas.
Y de la tarde y de la mañana se hizo el cuarto día”.
Por otra parte, en la Creación todo era milagroso y, desde que
se toma la senda de los milagros, se puede perfectamente creer que la
Tierra fue hecha en seis veces veinticuatro horas, sobre todo cuando
se ignoran las leyes naturales elementales. Todos los pueblos civilizados
compartieron esa creencia, hasta el momento en que la geología
proporcionó las pruebas que demostraban su imposibilidad.
8. Uno de los puntos más criticados del Génesis es el de la
creación del Sol después de la luz. Trataron de explicarlo con el
auxilio de los datos proporcionados por la geología, alegando que
en los primeros tiempos de su formación, como se hallaba cargada
de vapores densos y opacos, la atmósfera terrestre no permitía la
visión del Sol, que por ese motivo no existía para la Tierra. Esta
explicación podría llegar a ser admisible si en esa época ya hubiese
habido habitantes que verificaran la presencia o la ausencia del Sol.
Ahora bien, según el propio Moisés, en esa época no había más que
plantas que, pese a todo, no habrían podido crecer y multiplicarse
sin la acción del calor solar.
Existe, pues, un evidente anacronismo en el orden que estableció
Moisés para la creación del Sol. Sin embargo, involuntariamente
o no, él no cometió un error al decir que la luz precedió al Sol.
El Sol no es el principio de la luz universal, sino una concentración
del elemento luminoso en un punto o, dicho de otro modo,
del fluido que en determinadas circunstancias adquiere propiedades
luminosas. Ese fluido, que es la causa, debió forzosamente preceder
al Sol, que es sólo un efecto. El Sol es causa en relación con la luz que
irradia, pero es efecto en relación con la luz que recibió.
En una habitación a oscuras, una vela encendida es un pequeño
sol. ¿Qué es lo que se hizo para encender la vela? Se desarrolló
la propiedad lumínica del fluido luminoso, y se concentró
ese fluido en un punto. La vela es la causa de la luz que se difunde
en la habitación; pero si el principio luminoso no hubiera existido
antes de la vela, esta no habría podido ser encendida.
Lo mismo ocurre con el Sol. El error proviene de la falsa
idea, alimentada durante largo tiempo, de que el universo entero
comenzó con la Tierra y, por consiguiente, no se comprende
que el Sol pudiera haber sido creado después de la luz. Sabemos
actualmente que antes de que nuestro Sol y nuestra Tierra fuesen
creados, ya existían millones de soles y de tierras que, por lo tanto,
gozaban de la luz. En principio, entonces, la aseveración de Moisés
es absolutamente exacta; es falsa cuando lleva a creer que la Tierra
fue creada antes que el Sol. Al estar sujeta al Sol por su movimiento
de traslación, la Tierra debió de ser creada después de este. Eso es
lo que Moisés no podía saber, ya que ignoraba la ley de gravitación.
Esa misma idea se encuentra en la génesis según los antiguos
persas. En el primer capítulo del Vendidad, al describir el origen
del mundo, expresa Ormuz: “He creado la luz que fue a iluminar
al Sol, la Luna y las estrellas”. (Diccionario de mitología universal).
La forma aquí es, sin duda, más clara y más científica que en el
Génesis de Moisés, y no requiere comentarios.
9. Evidentemente, Moisés compartía las creencias más primitivas
sobre la cosmogonía. Como los hombres de su época, creía
en la solidez de la bóveda celeste, así como en los reservorios superiores
de las aguas. Esa idea está expresada sin alegorías ni ambigüedades
en el siguiente pasaje (versículo 6 y siguientes): “Dijo
Dios: Hágase el firmamento en medio de las aguas, y que él separe
las aguas de las aguas. Dios hizo el firmamento, y separó las aguas
que estaban debajo del firmamento de las que estaban encima del
firmamento”. (Véase el Capítulo V, “Antiguos y modernos sistemas
del mundo”, §§ 3, 4 y 5.)
Según una antigua creencia, el agua era considerada como
el principio, el elemento generador primitivo, de modo que Moisés
no habla de la creación de las aguas, que aparentemente ya
existían. “Las tinieblas cubrían el abismo”, es decir, la profundidad
del espacio, a la cual la imaginación se representaba, de
modo vago, ocupada por las aguas y en medio de tinieblas, antes
de la creación de la luz. Por esa razón Moisés expresa: “El Espíritu
de Dios era llevado (o se cernía) sobre las aguas”. Dado que se
consideraba a la Tierra como formada en medio de las aguas, era
necesario aislarla. Se supuso entonces que Dios había hecho el
firmamento –una bóveda sólida– para separar las aguas de arriba
de las que estaban en la Tierra.
A fin de que comprendamos ciertas partes del Génesis, es
indispensable que nos coloquemos en el punto de vista de las ideas
cosmogónicas de la época que este refleja.
10. A partir de los progresos de la física y la astronomía, una
doctrina como esa es insostenible. * No obstante, Moisés atribuye
esas palabras al propio Dios. Ahora bien, ya que estas expresan
un hecho notoriamente falso, tenemos dos opciones: o Dios se equivocó en el relato que hizo de su obra, o ese relato no es una
revelación divina. Como la primera suposición no es admisible,
se debe concluir que Moisés se limitó a expresar sus propias ideas.
(Véase el Capítulo I, § 3.)
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* Por más grosero que sea el error de esa creencia, todavía despierta el entusiasmo de los ni-
ños de nuestro tiempo, como si se tratase de una verdad sagrada. Tiemblan los educadores
cuando osan aventurarse a una tímida interpretación. ¿Cómo habríamos de pretender
que eso no fuera más tarde a generar incrédulos? (N. de Allan Kardec.)
11. Moisés se aproxima un poco más a la verdad cuando dice
que Dios hizo al hombre con el lodo de la tierra. * De hecho, la
ciencia demuestra (Véase el Capítulo X) que el cuerpo del hombre
está compuesto por elementos tomados de la materia inorgánica o,
dicho de otra manera, del lodo de la tierra.
La mujer formada de una costilla de Adán es una alegoría,
aparentemente pueril si se la toma al pie de la letra, aunque profunda
en cuanto al sentido. Tiene por finalidad mostrar que la mujer
es de la misma naturaleza que el hombre y, por consiguiente, es
igual a este ante Dios, y no una criatura aparte, hecha para ser sojuzgada
y tratada como un ilota. Al considerarla salida de la propia
carne del hombre, la imagen de igualdad es más significativa que
si hubiera sido formada por separado del mismo lodo. Equivale a
decirle al hombre que ella es su igual y no su esclava, que él debe
amarla como a una parte de sí mismo.
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* El término hebreo haadam, el hombre, del cual derivó Adán, y el término haadama, la
tierra, tienen la misma raíz. (N. de Allan Kardec.)
12. Para los espíritus incultos, sin ninguna noción de las
leyes generales, incapaces de abarcar el conjunto y de concebir lo
infinito, esta creación milagrosa e instantánea presentaba algo de
fantástico que ofuscaba su imaginación. El cuadro del universo extraído
de la nada en unos pocos días, por un solo acto de la voluntad
creadora, era para ellos la señal más evidente del poder de Dios.
Qué mejor descripción, en efecto, más sublime y más poética de
ese poder, que estas palabras: “Dios dijo: ¡Hágase la luz, y la luz se
hizo!” Dios, al crear al universo mediante la acción lenta y gradual
de las leyes de la naturaleza, les hubiera parecido de menor importancia,
menos poderoso. Necesitaban algo maravilloso, que saliera del esquema común, porque de lo contrario supondrían que Dios
no era más hábil que los hombres. Una teoría científica y racional
de la Creación los hubiese dejado fríos e indiferentes.
No rechacemos, pues, la génesis bíblica; por el contrario,
estudiémosla de la misma manera que se estudia la historia de
la infancia de los pueblos. Se trata de una epopeya rica en alegorías,
cuyo sentido oculto debemos encontrar; alegorías que es
preciso analizar y explicar con la ayuda de las luces de la razón y
la ciencia. Al mismo tiempo que resaltamos su belleza poética y
sus enseñanzas veladas por la forma llena de imágenes, es preciso
que expongamos decididamente sus errores, a favor del interés
mismo de la religión. Esta será mucho más respetada cuando esos
errores dejen de ser impuestos a la fe como verdades, y Dios parecerá
más grande y más poderoso cuando no se asocie su nombre
con hechos controvertidos.
El paraíso perdido *
13. CAPÍTULO 2:8. Y el Señor Dios había plantado desde
el comienzo un jardín de delicias, en el cual puso al hombre que
había formado. – 9 El Señor Dios también hizo que brotara de la
tierra toda especie de árboles hermosos a la vista y cuyo fruto era
agradable al paladar, y en medio del paraíso ** el árbol de vida, con
el árbol de la ciencia del bien y del mal. (Jehová Eloim hizo salir de
la tierra –min haadama– todo árbol hermoso a la vista y bueno para
comer, y el árbol de vida –vehetz hachayim– en medio del jardín, y el
árbol de la ciencia del bien y del mal.)
15 El Señor tomó, pues, al hombre, y lo puso en el paraíso
de delicias, a fin de que lo cultivase y lo cuidara. – 16 Le dio también
este mandamiento, y le dijo: “Come de todos los árboles del
paraíso. (Jeová Eloim ordenó al hombre –hal haadam– diciendo: “De
todo árbol del jardín –hagan– puedes comer”.) – 17 Pero no comas
del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal; porque tan
pronto como lo comas, morirás sin remedio”. (“Y del árbol de la
ciencia del bien y del mal –oumehetz hadaat tob vara– no comerás,
pues el día en que de él comas, morirás.”)
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* A continuación de algunos versículos se encuentra la traducción literal del texto hebreo,
que expresa más fielmente el pensamiento primitivo. El sentido alegórico se destaca así
más claramente. (N. de Allan Kardec.)
** Paraíso, del latín paradisus, derivado del griego paradeisos, jardín, pomar, lugar plantado
con árboles. El término hebreo empleado en el Génesis es hagan, que tiene el mismo significado.
(N. de Allan Kardec.)
14. CAPÍTULO 3:1. Ahora bien, la serpiente era el más
astuto de todos los animales que el Señor Dios había creado en
la tierra. Y le dijo a la mujer: “¿Por qué Dios os ordenó que no
comáis del fruto de todos los árboles del paraíso?” (Y la serpiente
–nahasch– era más astuta que todos los animales terrestres que había
hecho Jehová Eloim; la cual dijo a la mujer –el haischa–: “¿Cómo es
que Eloim os ha dicho: No comáis de ningún árbol del jardín?”) – 2.
La mujer respondió: “Comemos de los frutos de todos los árboles
que están en el paraíso. (Dijo ella, la mujer, a la serpiente: “Podemos
comer del fruto –miperi– de los árboles del jardín”.) – 3. Pero del
fruto del árbol que está en medio del paraíso, Dios nos ordenó que
no comiésemos de él, y que no lo tocásemos, para que no corramos
peligro de muerte”. – 4. La serpiente replicó a la mujer: “De
ninguna manera moriréis. – 5. Es que Dios sabe que, tan pronto
como hayáis comido de ese fruto, vuestros ojos se abrirán y seréis
como dioses, conocedores del bien y del mal”.
6. La mujer consideró entonces que el fruto de aquel árbol
era bueno para comer; que era apetecible y agradable a la vista.
Y, tomando de él, lo comió, y se lo dio a su marido, que también
comió. (La mujer vio que el árbol era bueno como alimento y que era
deseable para comprender –léaskil–, y tomó de su fruto, etc.)
8. Y como oyeron la voz del Señor Dios, que se paseaba a la
tarde por el paraíso, cuando sopla una brisa suave, ellos se retira ron hacia el medio de los árboles del paraíso, a fin de ocultarse de
delante de su presencia.
9. Entonces el Señor Dios llamó a Adán, y le dijo: “¿Dónde
estás?” – 10. Adán le respondió: “Oí tu voz en el paraíso y tuve
miedo, porque estaba desnudo, por eso me escondí”. – 11. El Se-
ñor le respondió: “¿Y cómo supiste que estabas desnudo, acaso
porque comiste el fruto del árbol del cual yo os prohibí que comieseis?”
– 12. Adán le respondió: “La mujer que me diste por
compañera me mostró el fruto de ese árbol, y comí de él”. – 13. El
Señor Dios dijo a la mujer: “¿Por qué hiciste eso?” Ella respondió:
“La serpiente me engañó, y comí de ese fruto”.
14. Entonces el Señor Dios dijo a la serpiente: “Por haber hecho
eso, serás maldita entre todos los animales y todas las bestias de
la tierra; andarás sobre tu vientre, y comerás tierra todos los días de
tu vida. – 15. Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre su raza y la
tuya. Ella te aplastará la cabeza, y tú tratarás de morderle el talón”.
16. Dios dijo también a la mujer: “Habré de afligirte con
muchos males durante tus embarazos; parirás con dolor; estarás
bajo la dominación de tu marido y él te dominará”.
17. Dijo a continuación a Adán: “Porque has escuchado la
voz de tu mujer, y has comido del fruto del árbol que te prohibí
que comieses, la tierra te será maldita por causa de lo que hiciste,
y sólo con mucho trabajo extraerás de ella con qué alimentarte
durante toda tu vida. – 18. Ella te producirá espinos y abrojos, y te
alimentarás con la hierba de la tierra. – 19. Y comerás el pan con
el sudor de tu rostro, hasta que vuelvas a la tierra de donde fuiste
tomado, porque eres polvo y al polvo volverás”.
20. Y Adán dio a su mujer el nombre de Eva, que significa
vida, porque ella era la madre de todos los vivientes.
21. El Señor Dios también hizo para Adán y su mujer túnicas
de pieles con que los cubrió. – 22. Y dijo: “He aquí a Adán hecho
uno de nosotros, en cuanto a conocer el bien y el mal. Evitemos pues, ahora, que él eche mano del árbol de la vida, que tome de
su fruto y que, comiendo de ese fruto, viva eternamente”. (Jehová
Eloim dijo: “He aquí que el hombre fue como uno de nosotros para el
conocimiento del bien y del mal, y ahora él puede extender la mano y
tomar del árbol de la vida –veata pen ischlachyado velakach mehetz
hachayim–; comerá de él y vivirá eternamente”.)
23. El Señor Dios lo hizo salir del jardín de delicias, a fin de
que fuese a trabajar en el cultivo de la tierra de donde fue tomado.
Y habiéndolo expulsado, colocó querubines58 delante del jardín de
delicias, los cuales hacían brillar una espada de fuego, para guardar
el camino que llevaba al árbol de la vida.
___________________________________________
* Del hebreo cherub, keroub (buey) y charab (labrar); ángeles del segundo coro de la primera
jerarquía, que eran representados con cuatro alas, cuatro caras y patas de buey. (N. de
Allan Kardec.)
15. Bajo una imagen pueril y hasta ridícula, si nos atuviéramos
a la forma, la alegoría a menudo oculta grandes verdades. A
primera vista, ¿habrá una fábula más absurda que la de Saturno,
el dios que devoraba piedras, confundiéndolas con sus hijos? Con
todo, al mismo tiempo, ¡cuánta filosofía y cuánta verdad hay en
esa figura, si le buscamos el sentido moral! Saturno es la personificación
del tiempo; como todas las cosas son obra del tiempo, él es
el padre de todo lo que existe; pero también todo se destruye con
el tiempo. Saturno devorando piedras es el símbolo de la destrucción,
producida por el tiempo, de los cuerpos más duros, que son
sus hijos, puesto que se formaron con el tiempo. ¿Y quién escapa,
según esa misma alegoría, a semejante destrucción? Solamente Jú-
piter, símbolo de la inteligencia superior, del principio espiritual
que es indestructible. Esa imagen es incluso tan natural que, en el
lenguaje moderno, sin alusión a la antigua fábula, acerca de una
cosa que finalmente se deterioró, se dice que ha sido devorada por
el tiempo, carcomida, devastada por el tiempo.
Toda la mitología pagana no es en realidad más que un gran
cuadro alegórico de las diversas caras, buenas y malas, de la humanidad. Para quien busca su sentido, se trata de un curso completo
de la más profunda filosofía, como sucede con las fábulas modernas.
Lo absurdo residía en que se tomara la forma por el fondo.
16. Lo mismo ocurre con el Génesis, donde se deben hallar
grandes verdades morales debajo de las figuras materiales que, tomadas
al pie de la letra, serían tan absurdas como si, en nuestras
fábulas, tomásemos en sentido literal las escenas y los diálogos atribuidos
a los animales.
Adán es la personificación de la humanidad; su falta individualiza
la debilidad del hombre, en quien predominan los instintos
materiales a los que él no sabe resistirse. *
El árbol, como árbol de la vida, es el emblema de la vida
espiritual; como árbol de la ciencia, representa la conciencia del
bien y del mal, que el hombre consigue mediante el desarrollo de
su inteligencia y de su libre albedrío, en virtud del cual elige entre
uno y otro. Resalta el momento en que el alma del hombre deja
de ser guiada únicamente por sus instintos, toma posesión de su
libertad y asume la responsabilidad de sus actos.
El fruto del árbol simboliza el objeto de los deseos materiales
del hombre; es la alegoría de la codicia y de la concupiscencia;
resume en una sola figura las motivaciones de la tendencia al mal.
Comerlo es sucumbir a la tentación. El árbol se yergue en medio
del jardín de las delicias para enseñar que la seducción se encuentra
en el seno mismo de los placeres, y para recordarnos que, si el
hombre da preponderancia a los goces materiales, se aferra a la
Tierra y se aparta de su destino espiritual.**
La muerte con que se lo amenaza, en caso de que transgreda
la prohibición que se le ha hecho, es un aviso de las consecuencias
inevitables, físicas y morales, que derivan de la violación de las leyes
divinas que Dios ha grabado en su conciencia. Es muy evidente
que aquí no se trata de la muerte corporal, puesto que, después de
haber cometido la falta, Adán aún vivió durante largo tiempo, sino
de la muerte espiritual o, en otras palabras, de la pérdida de los
bienes que resultan del progreso moral, pérdida representada por
su expulsión del jardín de las delicias.
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* Está hoy perfectamente reconocido que la palabra hebrea haadam no es un nombre propio,
sino que significa: el hombre en general, la humanidad, lo que destruye toda la estructura
erigida sobre la personalidad de Adán. (N. de Allan Kardec.)
** En ninguno de los textos el fruto está especificado como manzana, palabra que sólo se
encuentra en las versiones infantiles. El término del texto hebreo es peri, que tiene las mismas
acepciones que en francés, sin la determinación de la especie, y puede ser tomado en
sentido material, moral, alegórico, en sentido propio y figurado. Para los israelitas no existe
una interpretación obligatoria; cuando una palabra tiene varias acepciones, cada uno
la interpreta como quiere, toda vez que la interpretación no sea contraria a la gramática. El término peri fue traducido en latín por malum, que se aplica tanto a la manzana como a
cualquier otra especie de frutos. Deriva del griego mélon, participio del verbo mélo, interesar,
cuidar, atraer. (N. de Allan Kardec.)
17. La serpiente está lejos de ser considerada actualmente
como el prototipo de la astucia. Aquí se la incluye más por su
forma que por su carácter, como una alusión a la perfidia de los
malos consejos que se insinúan como la serpiente, y de la cual por
esa razón muchas veces el hombre desconfía. Por otra parte, si la
serpiente es condenada a reptar porque ha engañado a la mujer,
significa que antes ese animal tenía patas, en cuyo caso ya no era
una serpiente. Entonces, ¿por qué imponer como verdades, a la fe
ingenua y crédula de los niños, alegorías tan evidentes, que al falsear
su valoración acerca de ellas se hace que más tarde consideren
a la Biblia como un muestrario de fábulas absurdas?
Además, se debe notar que el término hebreo nahasch, traducida
como serpiente, proviene de la raíz nahasch, cuyo significado es:
hacer encantamientos, adivinar las cosas ocultas, que puede entonces
significar: encantador, adivino. Con esta acepción se lo encuentra
en el Génesis, 44:5 y 15, a propósito de la copa que José envió a que
fuera escondida en la alforja de Benjamín: “La copa que robaste es
la misma en que bebe mi señor, y de la cual se sirve para adivinar
(nahasch).61 – ¿Ignoras que no hay quien me iguale en la ciencia de adivinar (nahasch)?”. Y también en el libro de los Números, 23:23:
“No hay encantamientos (nahasch) en Jacob, ni adivinos en Israel”.
Por consiguiente, la palabra nahasch tomó también la acepción de
serpiente, reptil al que los encantadores tenían la pretensión de encantar,
o del cual se servían en sus encantamientos.
La palabra nahasch recién fue traducida como serpiente en la
versión de los Setenta –versión escrita en griego en el segundo siglo
antes de la Era Cristiana–, los cuales según Hutcheson tergiversaron
el texto hebreo en muchos de los párrafos. Las inexactitudes de
esa versión resultaron, sin duda, de las modificaciones que la lengua
hebrea sufrió en el intervalo transcurrido, visto que el hebreo
de la época de Moisés era entonces una lengua muerta, que difería
del hebreo vulgar, tanto como el griego antiguo y el árabe literario
difieren del griego y el árabe modernos. *
Por consiguiente, es probable que Moisés haya considerado
que el seductor de la mujer era el deseo indiscreto de conocer las
cosas ocultas, suscitado por el espíritu de adivinación, lo que concuerda
con el sentido primitivo de la palabra nahasch, adivinar, y
por otro lado con estas palabras: “Dios sabe que en cuanto hayáis
comido de ese fruto, vuestros ojos se abrirán y seréis como dioses.
Ella, la mujer, vio que era codiciable el árbol para comprender
(léaskil) y tomó su fruto”. No hay que olvidar que Moisés quería
proscribir entre los hebreos el arte de la adivinación practicada por
los egipcios, tal como lo prueba su prohibición de interrogar a los
muertos y al espíritu de Pitón. (Véase El Cielo y el Infierno según el
espiritismo, Primera Parte, Capítulo XI.)
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* 2 El término nahasch existía en la lengua egipcia, y significaba negro, probablemente porque
los negros tenían el don de los encantamientos y la adivinación. Tal vez también por
eso es que las esfinges de origen asirio estaban representadas por una figura de negro. (N.
de Allan Kardec.)
18. El pasaje que dice: “El Señor se paseaba por el paraíso,
a la tarde, cuando se levanta una brisa suave”, resulta una imagen
ingenua y un tanto pueril, que la crítica no dejó de resaltar; pero no tiene nada que deba sorprender, si nos remitimos a la idea que
los hebreos de los tiempos primitivos se hacían de la Divinidad.
Para esas inteligencias limitadas, incapaces de concebir abstracciones,
Dios debía tener una forma concreta, y ellos referían todo
a la humanidad, como el único punto conocido. Por eso Moisés
les hablaba como a niños, mediante imágenes concretas. En este
caso, se trata de la personificación del poder soberano, como los
paganos personificaban mediante figuras alegóricas las virtudes,
los vicios y las ideas abstractas. Más tarde, los hombres despojaron
a la idea de la forma, a semejanza del niño que al convertirse
en adulto busca el sentido moral de los cuentos con que lo acunaron.
Por lo tanto, debemos considerar ese pasaje como una
alegoría que representa a la Divinidad protegiendo en persona a
los objetos de su creación. El gran rabino Wogue lo tradujo de la
siguiente manera: “Oyeron la voz del Eterno Dios, que recorría
el jardín del lado de donde viene el día”.
19. Si la falta de Adán consistió literalmente en haber comido
un fruto, no cabe duda de que esa falta no podría, por su naturaleza
casi pueril, justificar el rigor con que fue castigada. Tampoco
se podría admitir racionalmente que ese hecho sea como en general
se supone; de otro modo Dios, al considerarlo como un crimen
irremisible, habría condenado a su propia obra, ya que Él había
creado al hombre para su propagación. Si Adán hubiese entendido
de ese modo la prohibición de tocar el fruto del árbol, y con ella se
hubiese conformado escrupulosamente, ¿dónde estaría la humanidad,
y qué habría sido de los designios del Creador?
Dios no había creado a Adán y Eva para que permanecieran
solos en la Tierra; la prueba de eso está en sus propias palabras,
las que les dirige inmediatamente después de haberlos creado,
cuando aún estaban en el paraíso terrestre: “Dios los bendijo y les
dijo: Creced y multiplicaos, llenad la Tierra y sometedla”. (Génesis,
1:28.) Dado que la multiplicación del hombre era ley desde el paraíso terrenal, su expulsión de allí no pudo haber tenido como
causa el hecho supuesto.
Lo que dio crédito a esa suposición fue el sentimiento de
vergüenza que Adán y Eva experimentaron ante la mirada de Dios,
y que los llevó a que se ocultaran. Pero esa vergüenza es de por sí
una figura por comparación: simboliza la confusión que todo culpable
experimenta en presencia de aquel al que ha ofendido.
20. ¿Cuál es, pues, en definitiva, esa falta tan grave que provocó
la condena perpetua de todos los descendientes de aquel que
la cometió? Caín, el fratricida, no fue tratado con tanta severidad.
Ningún teólogo ha podido definirla con lógica, porque todos ellos,
apegados a la letra, han girado dentro de un círculo vicioso.
Hoy sabemos que esa falta no es un hecho aislado, personal,
de un individuo, sino que abarca bajo un único aspecto alegórico,
el conjunto de las prevaricaciones de que la humanidad de la Tierra,
todavía imperfecta, puede convertirse en culpable, y que se resume
en estas palabras: infracción a la ley de Dios. Ese es el motivo
por el cual la falta del primer hombre, en el cual está simbolizada la
humanidad, tenga como símbolo un acto de desobediencia.
21. Al decirle a Adán que extraería el alimento de la tierra
con el sudor de su frente, Dios simboliza la obligación del trabajo;
pero ¿por qué convirtió al trabajo en un castigo? ¿Qué sería de la
inteligencia del hombre si este no la desarrollara mediante el trabajo?
¿Qué sería de la Tierra, si no fuese fecundada, transformada,
saneada por el trabajo inteligente del hombre?
Fue dicho (Génesis, 2:5 y 7): “El Señor Dios aún no había
hecho que lloviese sobre la Tierra, y no había en ella hombre para
labrarla. El Señor formó, pues, al hombre del lodo de la tierra”.
Esas palabras, próximas a estas otras: Poblad la Tierra, prueban que
el hombre estaba destinado desde su origen a ocupar la totalidad
de la tierra y a cultivarla; prueban, además, que el paraíso no era un
lugar circunscripto a una determinada región del globo. Si el cultivo de la tierra habría de ser una consecuencia de la falta de Adán,
resultaría que, si Adán no hubiera pecado, la Tierra habría permanecido
inculta, y los designios de Dios no se habrían cumplido.
¿Por qué Dios le dijo a la mujer que pariría con dolor debido
a que había cometido una falta? ¿Cómo puede el dolor del parto ser
un castigo, cuando es un efecto del organismo, y cuando está probado
fisiológicamente que es inevitable? ¿Cómo puede constituir un castigo
algo que se produce según las leyes de la naturaleza? Eso es lo que
los teólogos todavía no han explicado, ni podrán hacerlo mientras no
abandonen el punto de vista en que se han colocado. Con todo, aquellas
palabras que parecen tan contradictorias tienen una justificación.
22. Observemos, en primer lugar, que si las almas de Adán
y Eva hubiesen sido sacadas de la nada en el preciso momento de
la creación de sus cuerpos, como todavía se enseña, la pareja debía
carecer de experiencia en todas las cosa; debía por lo tanto ignorar
lo que es morir. Ya que los dos estaban solos en la Tierra, al menos
mientras vivieron en el paraíso terrestre, no habían presenciado la
muerte de nadie. ¿Cómo, entonces, habrían podido comprender
en qué consistía la amenaza de muerte que Dios les hacía? ¿Cómo
habría podido comprender Eva que parir con dolor sería un castigo,
visto que como acababa de nacer a la vida, jamás había tenido
hijos y era la única mujer que existía en el mundo?
Por consiguiente, las palabras de Dios debían carecer de sentido
para Adán y Eva. Recién salidos de la nada, no podían saber
cómo ni porqué habían surgido allí; no podían comprender ni al
Creador ni el motivo de la prohibición que se les imponía. Sin
experiencia alguna acerca de las condiciones de la vida, pecaron
como niños que actúan sin discernimiento, lo que vuelve todavía
más incomprensible la terrible responsabilidad que Dios hizo pesar
sobre ellos y sobre la humanidad entera.
23. Lo que constituye para la teología un caso sin solución,
el espiritismo lo explica sin dificultad y de una manera racional mediante la preexistencia del alma y la pluralidad de las existencias,
ley sin la cual todo es misterioso y anómalo en la vida del hombre.
En efecto, admitamos que Adán y Eva ya hubieran vivido, y de
inmediato todo tiene una justificación: Dios no les habla como
a niños, sino como a seres en estado de comprenderlo y que lo
comprenden, prueba evidente de que ambos tenían conocimientos
previos. Admitamos, además, que hubiesen vivido en un mundo
más adelantado y menos material que el nuestro, donde el trabajo
del Espíritu sustituía al del cuerpo; que por haberse rebelado contra
la ley de Dios, representada en la desobediencia, hubiesen sido
excluidos de allí y exiliados como un castigo en la Tierra, donde
el hombre, por la naturaleza del globo, está obligado a un trabajo
corporal, y entonces reconoceremos que Dios tenía razón cuando
les dijo: En el mundo al que iréis a vivir de ahora en adelante,
“cultivaréis la tierra y de ella extraeréis el alimento con el sudor de
vuestra frente”; y a la mujer: “Parirás con dolor”, porque esa es la
condición de ese mundo. (Véase el Capítulo XI, § 31 y siguientes.)
De tal modo, el paraíso terrenal, cuyos vestigios han sido buscados
infructuosamente en la Tierra, era la imagen del mundo feliz
donde Adán había vivido o, más bien, donde había vivido la raza de
los Espíritus que él representa. La expulsión del Paraíso marca el momento
en que esos Espíritus vinieron a encarnar entre los habitantes
de nuestro planeta, y el cambio de situación fue la consecuencia
de esa expulsión. El ángel armado con una espada llameante, que
defiende la entrada al Paraíso, simboliza la imposibilidad en que se
encuentran los Espíritus de los mundos inferiores de penetrar en los
mundos superiores antes de que lo merezcan por su purificación.
(Véase, más adelante, el Capítulo XIV, § 8 y siguientes.)
24. “Caín (después del asesinato de Abel) responde al Señor:
‘Mi iniquidad es demasiado grande para que se me pueda perdonar.
Me expulsáis hoy de sobre la Tierra, y yo iré a ocultarme de
vuestra presencia. Seré un fugitivo y un vagabundo en la Tierra, y entonces cualquiera que me encuentre me matará’. El Señor le
respondió: ‘No, eso no sucederá, porque quien mate a Caín será
castigado duramente’. Y el Señor puso una señal sobre Caín, a fin
de que quienes pudieran encontrarlo no lo matasen.
”Habiéndose retirado de delante del Señor, Caín quedo deambulando
por la Tierra, y vivió en la región oriental del Edén. Conoció
Caín a su mujer, la cual concibió y parió a Henoc. Él construyó
(vaiehi boné; literalmente: estaba construyendo) una ciudad a la que
llamó Henoc (Enoquia) del nombre de su hijo.” (Génesis, 4:13 a 17.)
25. Si nos atuviéramos a la letra del Génesis, llegaríamos a las
siguientes conclusiones: Adán y Eva estaban solos en el mundo después
de su expulsión del paraíso terrenal; posteriormente tuvieron
los dos hijos, Caín y Abel. Ahora bien, luego de que Caín se retiró
a otra región después de haber asesinado a su hermano, no volvió a
ver a sus padres, quienes de nuevo quedaron solos. Sólo mucho más
tarde, a la edad de ciento treinta años, Adán tuvo su tercer hijo, que
se llamó Set, luego de cuyo nacimiento vivió aún, según la genealogía
bíblica, ochocientos años, y engendró más hijos e hijas.
Por consiguiente, cuando Caín fue a establecerse al oriente
del Edén, solamente había en la Tierra tres personas: su padre, su
madre y él, que quedó solo, por su lado. Sin embargo, Caín tuvo
mujer y un hijo. ¿Qué mujer podía ser esa, y dónde habría podido
él desposarla? El texto hebreo dice: Él estaba construyendo una
ciudad, y no: él construyó, lo que indica una acción presente y no
posterior. Pero una ciudad presupone la existencia de habitantes,
visto que no sería por presumir que Caín la hiciera para él, su mujer
y su hijo, ni que pudiese edificarla solo.
Por lo tanto, de esa narración debemos inferir que la región
estaba poblada. Ahora bien, no podía serlo por los descendientes
de Adán, que por entonces estaban reducidos a uno solo: Caín.
Por otra parte, la presencia de otros habitantes se destaca
igualmente de estas palabras: “Seré un fugitivo y un vagabundo, y cualquiera que me encuentre me matará”, así como de la respuesta
que Dios le dio. ¿Por qué Caín temía que alguien lo matase, y qué
utilidad tendría la señal que Dios le puso para preservarlo, si no
habría de encontrar a nadie? Ahora bien, si había en la Tierra otros
hombres además de la familia de Adán, significa que esos hombres
estaban allí antes de él, de donde se deduce esta consecuencia,
extraída del texto mismo del Génesis: Adán no es el primero ni el
único padre del género humano. (Véase el Capítulo XI, § 34.) *
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* Esta idea no es nueva. La Peyrère, sabio teólogo del siglo diecisiete, en su libro Preadamitas, escrito en latín y publicado en 1655, extrajo del texto original de La Biblia, adulterado por las traducciones, la prueba evidente de que la Tierra estaba habitada antes de la venida de Adán. Esa es la opinión actual de muchos eclesiásticos ilustres. (N. de Allan Kardec.)
26. Hacían falta los conocimientos que el espiritismo suministró
acerca de las relaciones del principio espiritual con el principio
material; acerca de la naturaleza del alma, de su creación en
estado de simplicidad y de ignorancia; de su unión con el cuerpo;
de su indefinida marcha progresiva a través de sucesivas existencias
y a través de los mundos, que son otros tantos escalones en el
camino del perfeccionamiento; acerca de su gradual liberación de
la influencia de la materia mediante el uso del libre albedrío; de la
causa de sus inclinaciones buenas o malas y de sus aptitudes; del fenómeno
del nacimiento y de la muerte; de la situación del Espíritu
en la erraticidad y, finalmente, acerca del porvenir como premio
a sus esfuerzos por mejorar y de su perseverancia en el bien, para
que se hiciese la luz sobre todos los aspectos de la génesis espiritual.
Gracias a esa luz el hombre sabe, de ahora en más, de dónde
viene, hacia dónde va, por qué está en la Tierra y por qué sufre.
Sabe que su porvenir está en sus manos, y que la duración de su
cautiverio en este mundo depende exclusivamente de él. El Gé-
nesis, despojado de la alegoría limitada y mezquina, se le presenta
grande y digno de la majestad, de la bondad y de la justicia del
Creador. Considerado desde ese punto de vista, el Génesis confundirá
a los incrédulos y triunfará.