33. Quien está en el fondo de un valle, sumergido en una espesa niebla, no ve al Sol. Sin
embargo, por la luz difusa juzga que el Sol brilla. Si asciende a la montaña, a medida que se eleva la
bruma se va aclarando y la luz se hace más viva, pero no ve todavía al Sol. Apenas llega a la cima,
deja atrás la capa de niebla y se halla en medio del aire puro, y es entonces que contempla al Sol en
todo su esplendor.
Lo mismo ocurre con el alma. La envoltura periespiritual, aunque invisible e intangible para
nosotros, es una materia demasiado grosera aún para ciertas percepciones. A medida que el alma se
eleva en moralidad el periespíritu se espiritualiza. Las imperfecciones del alma son como las capas
de niebla que oscurecen la visión. Cada imperfección que dejamos atrás es una mancha menos, pero
sólo cuando el espíritu esté totalmente purificado ha de gozar de la plenitud de sus facultades.