EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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14. Siendo Dios eterno por su naturaleza, creó eternamente. Y no podía ser de otra forma, ya que sin importar la época lejana a la que retrocedamos con la imaginación, suponiendo allí el comienzo de la Creación, habrá siempre más allá de ese límite una eternidad -comprended bien este pensamiento-, una eternidad durante la que las divinas hipóstasis, las voliciones infinitas hubiesen sido amortajadas en un letargo mudo, inactivo y estéril, una eternidad de muerte aparente para el Padre eterno que da vida a los seres, de mutismo indiferente para el Verbo que las gobierna, de esterilidad fría y egoísta para el espíritu de amor y vivificación. ¡Comprendamos mejor la grandeza de la acción divina y su perpetuidad bajo la mano del ser absoluto! Dios es el sol de los seres, la luz del mundo. La aparición del Sol produce instantáneamente raudales de luz que se expanden por todas partes en su extensión. Del mismo modo el Universo, nacido del Eterno, se remonta a períodos inimaginables del infinito de la duración, al ¡Fiat lux! Del comienzo.