EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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61. ¿Cuál es la utilidad de las manifestaciones o de la revelación, si los espíritus no tienen más conocimientos que nosotros o no nos dicen todo lo que saben? En principio -como ya lo hemos dicho- se abstienen de enseñarnos lo que podemos descubrir con nuestro esfuerzo. Y en segundo término, hay cosas que tienen prohibido revelarnos debido a que nuestro grado de adelanto no lo permite. Sin embargo, observamos que en su nueva existencia se agranda el círculo de sus percepciones, ven lo que no veían estando encarnados, por lo cual, libres de las trabas de la materia, exentos de las preocupaciones de la vida corporal, juzgan las cosas con más altura y más sanamente, su perspicacia se agudiza, comprenden sus errores, rectifican ideas y se desembarazan de los prejuicios puramente humanos. En ello reside la superioridad de los espíritus en relación con los humanos encarnados, y es por ese motivo, y de acuerdo con su grado de adelanto, que sus consejos suelen ser más desinteresados y prudentes que los de los hombres. Por otra parte, el medio en que se mueven les permite iniciarnos en la vida futura, la que ignorábamos y que no podíamos conocer dada nuestra condición. Hasta ese momento, el hombre se había limitado a idear hipótesis sobre su porvenir. Por ese motivo las creencias al respecto se habían dividido en diferentes sistemas, numerosos y divergentes, ya se trate del nihilismo o de las fantásticas concepciones del cielo y del infierno. Hoy son los testigos oculares y los actores mismos de la vida de ultratumba quienes vienen a revelarnos la verdad, ellos son los únicos que podían hacerlo. Por tanto, las manifestaciones han servido para hacernos conocer el mundo invisible que nos rodea y que ni siquiera sospechábamos. Aunque los espíritus fuesen incapaces de enseñarnos ninguna otra cosa, esa sola revelación tendría una importancia capital. Si viajaras a un país desconocido, ¿desoirías las indicaciones del más humilde campesino con quien te encontraras? ¿Te abstendrías de preguntarle sobre el estado del camino por el simple hecho de tratarse de un campesino? Sin duda que no pretenderías informaciones especiales, pero podrías saber mejor por él que por un sabio que no conociera el país. De sus indicaciones sacarías conclusiones que tú solo no las lograrías. Por consiguiente, no dejaría de ser un instrumento útil para tus observaciones, aun cuando no te guiase más que para conocer los hábitos de los campesinos. Sucede exactamente lo mismo con los espíritus: hasta el más pequeño puede enseñarnos alguna cosa.