36. Ningún hombre puede ver a Dios con los ojos de la carne. Si este favor le es concedido a
algunos, será en el estado de éxtasis, cuando el alma está sumamente libre de todo lo que la une a la
materia. Tal privilegio es otorgado a determinadas almas encarnadas cuando están en misión, pero
nunca cuando tienen que expiar. Con todo, como los espíritus del orden más elevado resplandecen
con un brillo cegador, puede ocurrir que espíritus menos adelantados, encarnados o desencarnados,
confundidos por tanta luminosidad que les rodea, crean haber visto a Dios.