CAPÍTULO IX - Revoluciones del Globo
Revoluciones generales o parciales
1. Los períodos geológicos marcan las fases del aspecto general del globo, como
consecuencia de sus transformaciones. Pero, con excepción del período diluviano, que lleva
impreso los caracteres de un cambio súbito, todos los restantes se cumplieron con lentitud y sin
transiciones bruscas. Durante todo el tiempo que los elementos constitutivos del globo tardaron en
encontrar su lugar definitivo, los cambios deben haber sido generales. Una vez consolidada la base,
sólo debieron producirse modificaciones parciales en la superficie.
2. Además de las revoluciones generales, la Tierra pasó por un gran número de
perturbaciones locales que cambiaron el aspecto de determinadas regiones. Como en las otras
oportunidades, dos causas contribuyeron a ello: el fuego y el agua.
El fuego: ya fuese por las erupciones volcánicas que sepultaron bajo espesas capas de
cenizas y lava los terrenos circundantes, haciendo desaparecer ciudades junto con sus habitantes.
Así como por temblores de tierra o por levantamientos de la corteza sólida, expulsando las aguas
hacia comarcas más bajas. Ya por el hundimiento de esta misma corteza en ciertos lugares, en una
extensión más o menos vasta, donde las aguas se precipitaron dejando otros terrenos al descubierto.
Así es como del seno del océano surgieron islas, mientras que otras desaparecieron; como porciones
de continentes se separaron y formaron islas y como los brazos de mar puestos a seco unieron islas
a los continentes.
El agua: ya fuese por irrupción o retiro del mar en ciertas costas, o bien por la formación de
represas que, al detener el curso de las aguas, formaron lagos. Así como por los desbordamientos y
las inundaciones o por los cúmulos terreros formados en la desembocadura de los ríos. Estos
cúmulos, al expulsar al mar, crearon nuevas regiones: tal es el origen del delta del Nilo, o Bajo
Egipto, y del delta del Ródano, o de la Camarga.
Edad de las montañas
3. Inspeccionando los terrenos desgarrados por el levantamiento de las montañas y las capas
que forman su contrafuerte, se puede determinar su edad geológica. No se entiende por edad
geológica de las montañas el número de años de su existencia, sino el período en que fueron
formadas y, como consecuencia, su ancianidad relativa. Sería un error creer que su ancianidad
depende de su elevación o de su naturaleza exclusivamente granítica, ya que la masa de granito, al
elevarse, pudo haber perforado y separado las capas superpuestas.
Así es que mediante la observación se ha constatado que las montañas de los Vosgos, de
Bretaña y de la Costa de Oro francesa, que no son muy elevadas, pertenecen a las formaciones más
antiguas: datan del período de transición y son anteriores a los depósitos de hulla. El Jura se formó
hacia la mitad del período secundario, siendo contemporáneo de los reptiles gigantescos. Los
Pirineos se formaron más tarde, al despuntar el período terciario. El monte Blanco y el grupo de los
Alpes occidentales son posteriores a los Pirineos, pues datan de la mitad del período terciario. Los
Alpes orientales, que comprenden las montañas del Tirol, son más recientes aún, ya que se
formaron hacia el fin del período terciario. Algunas montañas de Asia son aún posteriores al
período diluviano o contemporáneas de éste.
Estos levantamientos debieron ocasionar grandes perturbaciones locales e inundaciones de
mayor o menor consideración a raíz del desplazamiento de las aguas, la interrupción y el cambio del
curso de los ríos.*
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* El siglo pasado ofrece un notable ejemplo de un fenómeno de este tipo. A seis días de marcha de la
ciudad de México existía, en el año 1750, una fértil comarca bien cultivada, donde crecía en abundancia arroz,
maíz y bananas. En el mes de junio espantosos temblores de tierra agitaron el suelo, y esos temblores se
renovaron sin cesar durante dos meses enteros. En la noche del 28 al 29 de septiembre, la tierra sufrió una
violenta convulsión. Un terreno de varias leguas de extensión se elevó poco a poco alcanzando, finalmente, una
altura de 500 pies sobre una superficie de 10 leguas cuadradas. El terreno se ondulaba como las olas del mar
bajo el soplo de la tormenta. Miles de montículos se elevaron y hundieron uno a uno y, finalmente, se abrió un
pozo de aproximadamente 3 leguas de extensión. Humo, fuego de piedras abrasadas y cenizas fueron lanzadas a
una prodigiosa altura. Seis montañas surgieron del cráter abierto, entre ellas el volcán llamado hoy Jorullo, que
se eleva a 550 metros sobre el nivel de la antigua planicie. En el momento en que comenzaron las sacudidas del
suelo, los dos ríos Cuitimba y San Pedro refluyeron, inundando toda la planicie ocupada ahora por el Jorullo.
Pero se abrió, en el terreno que se eleva, un abismo que los tragó. Las aguas reaparecieron en el oeste, en un sitio
muy alejado de sus antiguos cursos (Louis Figuier, la Terre avant le déluge). [N. de A. Kardec.]
El diluvio bíblico
4. El diluvio bíblico, llamado también gran diluvio asiático, no puede ser puesto en duda. El
levantamiento de una parte de las montañas de esta región, como ocurrió en México, debe haberlo
producido. En apoyo de esta opinión, conocemos la existencia de un mar interior que se extendía en
épocas pasadas desde el mar Negro hasta el océano Boreal, hecho corroborado por las
observaciones geológicas. El mar de Azoff, el mar Caspio, cuyas aguas son saladas, aunque no se
comunican con ningún otro mar. El lago Aral y los incontables lagos diseminados en las inmensas
planicies de Tartaria y en las estepas rusas, parecen ser restos de aquel antiguo mar. Durante el
levantamiento de las montañas del Cáucaso, con posterioridad al diluvio universal, una parte de esas
aguas fue expulsada hacia el norte, en dirección del océano Boreal y otra de ellas hacia el centro, en
dirección al océano Índico. Estas aguas inundaron y asolaron precisamente a la Mesopotamia y a
toda la región habitada por los ancestros del pueblo hebreo. Aunque este diluvio se haya extendido
sobre una región bastante vasta, un hecho probado hoy es que sólo fue local. Que no pudo haber
sido motivo por la lluvia, ya que, por más abundante y continua que haya podido ser durante
cuarenta días, el cálculo demuestra que la cantidad de agua caída no pudo ser lo bastante abundante
como para cubrir toda la Tierra, hasta tapar incluso las montañas más elevadas.
Para los hombres de entonces, que sólo conocían una zona muy limitada de la superficie del
globo y que, además, no poseían idea alguna de su configuración, desde el momento en que la
inundación invadió los países conocidos, a ellos debió figurárseles la del mundo entero. Si a esta
creencia se agrega la forma imaginaria e hiperbólica propia del estilo oriental, no nos sorprenderá
ya la exageración del relato bíblico.
5. El diluvio asiático es evidentemente posterior a la aparición del hombre sobre la Tierra, ya
que el recuerdo del mismo se conservó por tradición en todos los pueblos de esta parte del mundo,
consagrándolo en sus teogonías. *
Es igualmente posterior al gran diluvio universal que marcó la entrada en el período
geológico actual. Cuando se habla de hombres y animales antediluvianos, se hace referencia al
primer cataclismo.
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* La leyenda sobre el diluvio relata, en los libros de los Vedas, que Brahma, transformado en pez, se
dirigió al piadoso monarca Vaivaswata y le dijo: “El momento de la disolución del Universo llegó. Muy pronto
todo lo que existe sobre la Tierra será destruido. Es necesario que construyas un navío, en el que te embarcarás
después de haber juntado granos de todos los vegetales. Me esperarás sobre ese navío y yo vendré a ti con un
cuerpo sobre la cabeza que hará que tú me reconozcas.” El santo obedeció, construyó un navío, se embarcó y ató a un cable muy fuerte del cuerno del pez. El navío fue arrastrado durante muchos años con extrema rapidez a
través de las tinieblas de una tempestad tremenda, llegando finalmente a la cima del monte Himawat
(Himalaya). Bhahama recomendó a Vaivaswata que crease a todos los seres y volviese a poblar la Tierra.
La analogía entre esta leyenda y el relato bíblico de Noé es sorprendente. De la India pasó a Egipto
junto con otras numerosas creencias. Ahora bien, como los Vedas son libros anteriores al de Moisés, el relato que
nos hacen del diluvio no puede ser una imitación del que nos hace éste. Por lo tanto, es probable que Moisés,
estudioso de las doctrinas de los sacerdotes egipcios, haya obtenido la suya de ellos. [N. de A. Kardec.]
Revoluciones periódicas
6. Además de su movimiento anual alrededor del Sol, que produce las estaciones, su
movimiento de rotación sobre sí misma en 24 horas, que es la causa del día y la noche, la Tierra
presenta un tercer movimiento que se cumple en aproximadamente 25.000 años (más exactamente
25.868 años), el que origina el fenómeno designado en Astronomía con el nombre de precesión de
los equinoccios (cap. V, n.º 11).
Ese movimiento, imposible de explicar en pocas palabras, sin figuras y sin demostración
geométrica, consiste en una especie de balanceo circular comparable al de un trompo a punto de
detenerse. Como consecuencia de este balanceo el eje de la Tierra, cambiando de inclinación,
describe un doble cono cuya punta está en el centro de la Tierra y las bases abrazan a las superficies
circunscritas por los círculos polares, es decir, de una amplitud de 23 grados y medio de radio.
7. El equinoccio es el instante cuando el Sol, pasando de un hemisferio al otro, se halla
perpendicular sobre el ecuador, lo que acontece dos veces al año, hacia el 21 de marzo, cuando el
Sol regresa al hemisferio boreal y hacia el 22 de septiembre, cuando regresa al hemisferio austral.
Pero, como consecuencia de un cambio gradual en la oblicuidad del eje, que produce una
variación en la oblicuidad del ecuador sobre la eclíptica, el momento preciso del equinoccio se
adelanta cada año algunos minutos (25 minutos y 7 segundos). Es precisamente este adelanto el que
recibe el nombre de precesión de los equinoccios (del latín proecedere, ir adelante; de proe, antes, y
cedere, ir; y aequinoctium, de aequus, igual, y nox, noche).
Estos pocos minutos, con el tiempo, suman horas, días, meses y años. Por tal razón el
equinoccio de primavera, que se produce actualmente en marzo, tendrá lugar, en algún momento, en
febrero, después de enero, más tarde en diciembre, y en ese entonces el mes de diciembre tendrá la
temperatura del mes de marzo y marzo la de junio, y así sucesivamente hasta que, volviendo al mes
de marzo, las cosas retornarán al estado actual, lo que ocurrirá en 25.868 años, para volver a
comenzar la misma revolución indefinidamente. *
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La precesión de los equinoccios produce otro cambio, el que se opera en la posición de los signos del
zodíaco.
La Tierra gira alrededor del Sol en un año, y a medida que avanza, el Sol se encuentra cada mes frente a
una nueva constelación. Estas constelaciones son doce, a saber: Aries, Tauro, Géminis, Cáncer, Leo, Virgo, Libra,
Escorpión, Sagitario, Capricornio, Acuario y Piscis. Se las denomina constelaciones zodiacales, o signos del
zodíaco, y forman un círculo en el plano del ecuador terrestre. De acuerdo con el mes de nacimiento de un
individuo, se decía que nació bajo tal signo: de ahí los pronósticos de la astrología. Pero, como consecuencia de la
precesión de los equinoccios, ocurre que los meses no corresponden más a las mismas constelaciones. Por
ejemplo: quien nace en el mes de julio no pertenece más al signo de Leo, sino al de Cáncer. De esta forma se
desmorona la idea supersticiosa ligada a la influencia de los signos (cap. V, n.o 12). [N. de A. Kardec.]
8. Resulta, de ese movimiento cónico del eje, que los polos de la Tierra no miran
constantemente a los mismos puntos del cielo. Que la estrella polar no será siempre polar. Que los
polos gradualmente se hallan más o menos inclinados hacia el Sol y reciben rayos más o
menos directos. De donde deducimos que, por ejemplo, Islandia y Laponia, se encuentran sobre el círculo
polar, podrán, en algún momento, recibir rayos solares como si se encontrasen en la latitud de
España o Italia y, en la posición extrema opuesta, España e Italia podrán tener la temperatura de
Islandia y Laponia, y así sucesivamente con cada renovación del período de 25.000 años. *
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4. El desplazamiento gradual de las líneas de igual temperatura, o isotérmicas, fenómeno reconocido por
la ciencia de manera tan positiva como el desplazamiento del mar, constituye un hecho material en apoyo de esta
teoría. [N. de A. Kardec.]
9. Las consecuencias de este movimiento no pudieron aún ser determinadas con precisión,
porque sólo ha podido observarse una muy pequeña parte de su revolución. Por lo tanto, sobre este
tema todas son presunciones, algunas con un cierto grado de probabilidad.
Estas consecuencias son:
1) El calentamiento y enfriamiento alternativo de los polos y, en consecuencia, la fusión de
los hielos polares durante la mitad del período de 25.000 años y su nueva formación durante la otra
mitad de este período. De donde resultaría que los polos no estarían condenados a la esterilidad
perpetua, sino que disfrutarían a su turno del papel de los beneficios de la fertilidad.
2) El desplazamiento gradual del mar que invade poco a poco tierras y se retira de otras para
volver a abandonarlas y regresar a su antiguo lecho. Este movimiento periódico, renovado
indefinidamente, constituiría una verdadera marea universal de 25.000 años.
La lentitud con que se opera este movimiento de mar lo vuelve casi imperceptible para cada
generación. Pero es sensible al cabo de algunos siglos. No puede ocasionar ningún cataclismo
súbito, porque los hombres, de generación en generación, se retiran a medida que el mar avanza y,
al mismo tiempo, avanzan sobre las tierras de las que el mar se retira. A esta causa, más que
probable, algunos sabios atribuyen el alejamiento del mar en ciertas costas y su invasión en otras.
10. El desplazamiento lento, gradual y periódico del mar es un hecho demostrado por la
experiencia y atestiguado por numerosos ejemplos en todos los puntos del globo. Su consecuencia
es el mantenimiento de las fuerzas productivas de la Tierra. Esa larga inmersión constituye un
descanso, durante el cual las tierras sumergidas recuperan los principios vitales agotados en razón
de una producción no menos larga. Los inmensos depósitos de materias orgánicas, formados por la
estancia de las aguas durante siglos y siglos, conforman los abonos naturales periódicamente
renovados, mientras las generaciones se suceden sin advertir esos cambios. *
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Entre los hechos más recientes que prueban el desplazamiento del mar, podemos citar los siguientes:
En el golfo de Gascuña, entre el viejo Soulac y la torre de Cordouan, cuando el mar está calmo, se
pueden ver en el fondo del agua los lienzos de la pared de una muralla: son los restos de la antigua y gran ciudad
de Noviomagus, invadida por el mar en el año 580. El islote de Cordouan, ligado a ese entonces a la costa, se
halla hoy a 12 kilómetros de la misma.
En el canal de la Mancha, sobre la costa de Havre, el mar gana terreno al día a día y mina los
alcantilados de Sainte-Adresse, que se desmoronan poco a poco. A dos kilómetros de la costa, entre Saint-
Adresse y el cabo de la Hève, se encuentra el banco del Eclat, en otras épocas al descubrimiento y unido a tierra
firme. Antiguos documentos constatan que sobre ese emplazamiento, por donde hoy se navega, existía la ciudad
de Saint-Denis-Chef-de-Caux. El mar invadió el lugar en el siglo XIV y la iglesia desapareció bajo el agua en el
año 1378. Se dice que cuando el tiempo está calmo se ven los restos en el fondo del mar.
Sobre casi toda la extensión del litoral holandés, el mar se retiene a fuerza de diques, que se rompen de
tiempo en tiempo. El antiguo lago Flevo, reunido al mar en 1225, forma hoy el golfo de Zuyderzée. Esta
irrupción de océano devoró numerosas ciudades.
De acuerdo con esto, el territorio ocupado por París y toda Francia será un día, nuevamente, invadido
por el mar, como ya lo fue varias veces, según prueban las observaciones geológicas. Las partes montañosas
formarán islas, como lo son hoy Jersey, Guernesey e Inglaterra, en otras épocas contiguas al continente.
Se navegará por sobre las comarcas que hoy se recorren en ferrocarril. Los navíos llegarán a
Montmartre, al monte Valérien, a las colinas de Saint-Cloud y Meudon. Los bosques y los bosquecillos por donde
se pasea serán amortajadas por las aguas, recubiertos de limo y poblados por peces en vez de pájaros.
El diluvio bíblico no pudo ser motivado por esto, ya que la invasión de las aguas fue súbita y su estancia
corta, mientras que de otra forma hubiese sido de muchos miles de años y duraría aún, sin que los hombres se
hubiesen dado cuenta de ello. [N. de A. Kardec.]
Cataclismos futuros
11. Las grandes conmociones terrestres tuvieron lugar cuando la corteza sólida, por su poco
espesor, sólo ofrecía una débil resistencia a la efervescente de las materias incandescentes de su
interior. Fueron disminuyendo la intensidad y generalidad a medida que la corteza se consolidó.
Numerosos volcanes se hallan en la actualidad apagados y otros se encuentran recubiertos por
terrenos de formación posterior.
Indudablemente podrán producirse aún perturbaciones locales como consecuencia de
erupciones volcánicas, de apertura de nuevos volcanes y de inundaciones súbitas de ciertas
comarcas, al paso que algunas islas podrán surgir del mar y otras hundirse en él. Pero el momento
de los cataclismos generales, como fueron aquellos que marcaron los grandes períodos geológicos,
pasó ya. La Tierra tomó un lugar que, sin ser absolutamente invariable, resguardará en adelante al
género humano de las perturbaciones generales, sin contar las causas desconocidas, extrañas a nuestro
mundo que, por consiguiente, nadie podría prever.
12. En cuanto a los cometas, hoy nadie teme su influencia, que se sabe más saludable que
perjudicial, ya que su destino parece ser el de aprovisionar a los mundos -si se puede decir así-,
obsequiándoles los principios vitales que reunieron durante su marcha a través del espacio y en la
vecindad de los soles. Serían más bien fuentes de prosperidad que mensajeros de desgracias.
En razón de su naturaleza fluídica, hoy totalmente constatada, (cap. VI, n.º 28 y ss.), no se
puede temer un choque violento, ya que, en el caso de que uno de ellos se topase con la Tierra, sería
esta última la que pasaría a través del cometa como por entre un manto de neblina.
Su cola tampoco es temible. No es otra cosa que la reflexión de la luz solar en la inmensa
atmósfera que los circunda, ya que está constantemente dirigida hacia el lado opuesto al Sol y
cambia de dirección de acuerdo con la posición de ese astro. Esa materia gaseosa podría también,
como consecuencia de la rapidez de su marcha, formar una especie de cabellera como el surco que
deja el barco o el humo de la locomotora. Por otra parte, numerosos cometas ya se han aproximado
a la Tierra sin causar daño alguno. En razón de sus densidades respectivas, la Tierra ejercería sobre
el cometa una atracción mayor que la del cometa sobre ella. Sólo un resto de los viejos prejuicios
puede inspirar temores sobre su presencia. *
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En 1861 un cometa atravesó la ruta de la Tierra veinte horas de distancia antes que ésta, que debió
hallarse sumergida en su atmósfera, sin que haya ocurrido accidente alguno. [N. de A. Kardec.]
13. Igualmente es necesario relegar entre las hipótesis quiméricas la posibilidad de un
encuentro de la Tierra con otro planeta. La regularidad e invariabilidad de las leyes que presiden los
movimientos de los cuerpos celestes quitan toda posibilidad a este encuentro.
Sin embargo, la Tierra tendrá fin. Pero, ¿cómo? Eso entra en el terreno de las conjeturas.
Mas, como se halla aún lejos de la perfección capaz de alcanzar y de la vetustez que es signo de
declinación, sus habitantes actuales pueden tranquilizarse sabiendo que no será en su tiempo (cap.
VI, n.º 48 y ss.).
14. Físicamente, la Tierra sufrió las convulsiones de la infancia. Desde ese momento en
adelante entró en un período de relativa estabilidad: el del progreso normal, que se cumple por el
acontecer regular de los mismos fenómenos físicos y el concurso inteligente del hombre. Mas se
encuentra aún trabajando para dar vida al progreso moral. Allí encontraremos los motivos que
originarán las peores conmociones. Hasta que la Humanidad se perfeccione lo bastante mediante la
inteligencia y la puesta en práctica de las leyes divinas, las mayores perturbaciones serán
producidas por los hombres más que por la Naturaleza, es decir, que serán morales y sociales
antes que físicas.
Crecimiento o disminución del volumen de la Tierra
15. El volumen de la Tierra, ¿aumenta, disminuye o es estacionario?
En apoyo al crecimiento del volumen de la Tierra, algunas personas se basan en que las
plantas devuelven al suelo más de lo que de él obtienen. Juicio certero en un sentido, mas no en
otro. Las plantas se alimentan igualmente, e incluso más, de las sustancias gaseosas que extraen de
la atmósfera que de aquellas que absorben a través de sus raíces. Ahora bien, la atmósfera es parte
integrante del globo. Los gases que la forman provienen de la descomposición de los
cuerpos sólidos y éstos, al recomponerse, retoman lo que les habían entregado. Es un intercambio,
mejor aún, una transformación perpetua, de manera que el aumento de los restos animales y
vegetales que se opera en ayuda de los elementos constitutivos del globo, por más considerable que
sea, no agrega ni un solo átomo a la masa. Si la parte sólida del planeta aumentase por esta causa
de manera permanente, sería en detrimento de la atmósfera, que disminuiría otro tanto y terminaría
por ser inadecuada para la vida, si no recuperase, mediante la descomposición de los cuerpos
sólidos, lo que pierde por su composición.
En el origen de la Tierra, las primeras capas geológicas se formaron con materias sólidas
momentáneamente volatilizadas por efecto de la elevada temperatura, las que, más tarde,
condensadas por el enfriamiento, se precipitaron. Indudablemente, elevaron algo la superficie del
suelo, pero sin agregar nada a la masa total, ya que sólo fue un desplazamiento de materia. Cuando
la atmósfera, purgada de los elementos extraños que tenía en suspensión, se encontró en estado
normal, las cosas siguieron el curso regular que muestran desde entonces. Hoy, la mínima
modificación en la constitución de la atmósfera acarrearía, forzosamente, la destrucción de los
habitantes actuales, pero, probablemente también, se crearían nuevas razas sujetas a otras
condiciones.
Considerada desde este punto de vista, la masa del planeta, es decir, la suma de moléculas
que componen el conjunto de sus partes sólidas, líquidas y gaseosas, es indudablemente la misma
desde su origen. Si se operase una dilatación o una condensación, su volumen aumentaría o
disminuiría, sin que la masa sufriese alteración alguna. Si la Tierra aumentase de masa, se debería a
una causa extraña, puesto que no le es posible extraer de sí misma los elementos necesarios para su
crecimiento.
De acuerdo con una opinión, el planeta aumentaría de masa y de volumen por el afluir de
materia cósmica interplanetaria. Esta idea no tiene nada de irracional, pero es demasiado hipotética
como para ser aceptada como principio. No es más que un sistema combatido por los sistemas
contrarios, con respecto a los que la ciencia no dictaminó nada aún. Sobre el tema, presentamos la
opinión del eminente espíritu que dictó los sabios estudios uranográficos contenidos en el cap. VI:
“Los mundos se agotan al envejecer y tienden a disolverse para servir de elementos de
formación a otros globos. Poco a poco devuelven al fluido cósmico universal del espacio lo que de
él han extraído para su formación. Por otra parte, todos los cuerpos se gastan por el frotamiento. El
movimiento rápido e incesante del globo a través del fluido cósmico produce una disminución
constante de la masa, aunque la cantidad es inapreciable en un lapso corto. *
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* 7. En su movimiento de traslación alrededor del Sol, la velocidad de la Tierra es de 2.229 kilómetros por
minuto. Su circunferencia es de 40.000 kilómetros, y completa el movimiento de rotación sobre su eje en 23 h
56 ́4”, es decir, a 28 kilómetros por minuto. [N. de A. Kardec.]
“La existencia de los mundos puede dividirse, según mi opinión, en tres períodos. Primer
período: condensación de la materia. Durante esta etapa el volumen del globo disminuye
considerablemente, aunque la masa siga siendo la misma: es el período de la infancia. Segundo
período: contracción y solidificación de la corteza. Eclosión de los gérmenes, desarrollo de la vida
hasta la aparición del tipo perfectible. En ese momento, el planeta está en apogeo de su plenitud, en
edad viril. Pierde muy poca cantidad de sus elementos constitutivos. A medida que sus habitantes
progresan espiritualmente, pasa al período de decrecimiento material. No sólo pierde como
consecuencia del frotamiento, sino también por la desagregación de moléculas, como una piedra
dura, carcomida por el tiempo, termina por convertirse en polvo. En su doble movimiento de
rotación y traslación, deja en el espacio partículas fluidificadas de su sustancia, hasta el instante en
que su disolución sea completa.
“Pero entonces, como el poder de atracción guarda estrecha relación con la masa -no con el
volumen-, la masa del globo, al disminuir, modifica sus condiciones de equilibrio en el espacio.
Dominado por otros globos a los que no puede oponer un contrapeso, se producen desviaciones en
sus movimientos y, en consecuencia, profundos cambios en las condiciones de vida de la
superficie. Así, nacimiento, vida y muerte, o infancia, virilidad y decrepitud son las tres fases por las
que debe pasar toda aglomeración de materia orgánica o inorgánica. Sólo el espíritu, que no es
materia, es indestructible” (Galileo, Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas, 1868).