EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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24. “Al pasar, Jesús vio a un hombre que era ciego de nacimiento; y sus discípulos le hicieron esta pregunta: ‘Maestro, ¿quién ha pecado, ese hombre o sus padres, para que haya nacido ciego?’ Jesús les respondió: ‘Ni él pecó ni los que lo pusieron en el mundo; es para que en él se manifiesten las obras del poder de Dios. Es preciso que yo haga las obras de Aquel que me envió, mientras es de día; viene después la noche, en la cual nadie puede hacer obras. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo’.


”Dicho eso, escupió en el suelo, hizo lodo con su saliva y untó con ese lodo los ojos del ciego, y le dijo: ‘Ve a lavarte en la piscina de Siloé’ (que significa Enviado). Él fue, se lavó y volvió viendo con claridad.


”Sus vecinos y los que lo vieron antes pidiendo limosna decían: ‘¿No es este el que estaba sentado y pedía limosna?’ Unos respondían: ‘Es él’. Otros decían: ‘No, es alguien que se parece aél’. Pero el hombre les decía: ‘Soy yo’. Le preguntaron entonces: ‘¿Cómo se han abierto tus ojos?’ Él respondió: ‘Aquel hombre que se llama Jesús hizo un poco de lodo y lo pasó en mis ojos, diciendo: Ve a la piscina de Siloé y lávate. Yo fui, me lavé y veo’. Ellos le dijeron: ‘¿Dónde está él?’ Respondió el hombre: ‘No lo sé’.


”Llevaron entonces a los fariseos al hombre que había estado ciego. Pero fue un sábado el día que Jesús había hecho aquel lodo y le abrió los ojos.


”También los fariseos lo interrogaron para saber cómo había recobrado la vista. Él les dijo: ‘Me puso lodo en los ojos, me lavé y veo’. A lo que algunos fariseos replicaron: ‘Ese hombre no es enviado de Dios, porque no guarda el sábado’. Otros, sin embargo, decían: ‘¿Cómo podría un hombre malo hacer semejantes prodigios?’ Y había disensión entre ellos.


”Dijeron de nuevo al que había sido ciego: ‘Y tú, ¿qué dices de ese hombre, que te abrió los ojos?’ Él respondió: ‘Digo que es un profeta’. Pero los judíos no creyeron que aquel hombre había sido ciego, hasta tanto no hicieron venir al padre y a la madre del que recobró la vista, y los interrogaron del siguiente modo: ‘¿Es ese vuestro hijo, del que decís que ha nacido ciego? ¿Cómo es que él ahora ve?’ El padre y la madre respondieron: ‘Sabemos que ese es nuestro hijo y que nació ciego; pero no sabemos cómo ahora ve, y tampoco sabemos quién le abrió los ojos. Interrogadlo; él ya tiene edad, que responda por sí mismo’.


”Su padre y su madre hablaban de ese modo porque temían a los judíos, pues estos ya habían resuelto en común que, si alguno reconocía a Jesús como siendo el Cristo, sería expulsado de la sinagoga. Eso obligó al padre y a la madre a responder: ‘Él ya tiene edad; interrogadlo’.


”Llamaron por segunda vez al hombre que había sido ciego y le dijeron: ‘Glorifica a Dios; sabemos que ese hombre es un pecador’. Él les respondió: ‘Si es un pecador, no lo sé; todo lo que sé es que estaba ciego y ahora veo’. Volvieron a preguntarle: ‘¿Qué te hizo y cómo te abrió los ojos?’ Respondió el hombre: ‘Ya os lo he dicho, y me habéis escuchado; ¿por qué queréis oírlo por segunda vez? ¿Queréis, acaso, convertiros en sus discípulos?’ A lo que ellos lo llenaron de injurias, y le dijeron: ‘Sé tú su discípulo; en cuanto a nosotros, somos discípulos de Moisés. Sabemos que Dios habló a Moisés, pero no sabemos de dónde ha salido este’.


”El hombre les respondió: ‘Es para asombro que no sepáis de dónde es, y que me haya abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores; pero, a aquel que lo honra y hace su voluntad, a ese Dios escucha. Desde que el mundo existe, jamás se ha oído decir que alguien haya abierto los ojos a un ciego de nacimiento. Si ese hombre no fuera un enviado de Dios, nada podría hacer de todo lo que ha hecho’.


”Le dijeron los fariseos: ‘Tú eres todo pecado, desde el vientre de tu madre, ¿y quieres enseñarnos a nosotros?’ Y lo expulsaron.” (San Juan, 9:1 a 34.)


25. Esta narración, tan simple e ingenua, lleva en sí el sello evidente de la verdad. En ella no hay nada fantástico ni maravilloso. Es una escena de la vida real captada en el momento en que se desarrollaba. El lenguaje de aquel ciego es exactamente el de esos hombres simples, en los cuales el buen sentido suple a la falta de conocimiento, que replican con bonhomía a los argumentos de sus adversarios, mediante razones a las que no les falta justicia ni oportunidad. El tono de los fariseos, ¿no es el de esos orgullosos que no admiten nada por encima de sus inteligencias, y que se llenan de indignación ante la sola idea de que un hombre del pueblo pueda hacerles observaciones? Exceptuando el carácter local de los nombres, se diría que el hecho pertenece a nuestra época.


Ser expulsado de la sinagoga equivalía a ser colocado fuera de la Iglesia. Era una especie de excomunión. Los espíritas, cuya doctrina es la de Cristo, interpretada de acuerdo con el progreso de los conocimientos actuales, son tratados como los judíos que reconocían en Jesús al propio Mesías. Al excomulgarlos, la Iglesia los coloca fuera de su seno, como hicieron los escribas y los fariseos con los seguidores de Cristo. ¡Aquí vemos un hombre que es expulsado porque no puede admitir que aquel que lo curó sea un poseído del demonio, y porque da gracias a Dios por su curación!


¿No es eso lo que hacen con los espíritas? Alegan que obtener de los Espíritus consejos saludables, la reconciliación con Dios y con el bien, curaciones, todo eso es obra del diablo y merece el anatema. ¿Acaso no hay sacerdotes que declaran desde lo alto del púlpito que es mejor que una persona se conserve incrédula antes que recobre la fe por medio del espiritismo? ¿No hay algunos que dicen a los enfermos que no debían haber procurado la curación a través de los espíritas que poseen ese don, porque ese don es satánico? ¿No hay otros que predican que los necesitados no deben aceptar el pan que distribuyen los espíritas, porque ese pan es del diablo? ¿Decían y hacían algo distinto los sacerdotes judíos y los fariseos? Por otra parte, se nos ha dicho que hoy todo debe suceder como en el tiempo de Cristo.


La pregunta de los discípulos, acerca de si había sido algún pecado de este hombre el que dio lugar a que él naciese ciego, revela que ellos tenían la intuición de una existencia anterior, pues de lo contrario esa pregunta no tendría sentido, ya que un pecado solamente puede ser causa de una enfermedad de nacimiento si ha sido cometido antes del nacimiento y, por consiguiente, en una existencia anterior. Si Jesús hubiese considerado que esa idea era falsa, les habría dicho: “¿Cómo es posible que este hombre haya pecado antes de nacer?” En lugar de eso, les dice que aquel hombre estaba ciego, no porque hubiera pecado, sino para que en él se manifestase el poder de Dios, es decir, para que sirviese de instrumento a una demostración del poder de Dios. Si no se trataba de una expiación del pasado, entonces era una prueba que debía servir al progreso de aquel Espíritu, porque Dios, que es justo, no le habría impuesto un sufrimiento sin compensación.


En cuanto al medio empleado para curarlo, es evidente que aquella especie de barro hecho con saliva y tierra no podía encerrar ninguna virtud, a no ser por la acción del fluido curativo con el que había sido impregnado. Es así como las sustancias más insignificantes, como el agua por ejemplo, pueden adquirir cualidades poderosas y efectivas por la acción del fluido espiritual o magné- tico, al cual estas sirven de vehículo o, si se prefiere, de reservorio.