CAPÍTULO XIV
Los fluidos
• I. Naturaleza y propiedades de los fluidos: Elementos fluídicos.
– Formación y propiedades del periespíritu. – Acción de los
Espíritus sobre los fluidos. – Creaciones fluídicas. – Fotografía
del pensamiento. – Cualidades de los fluidos • II. Explicación de
algunos fenómenos considerados sobrenaturales: Vista espiritual o
psíquica; Doble vista; Sonambulismo. – Sueños. – Catalepsia;
resurrecciones. – Curaciones. – Apariciones; Transfiguraciones. –
Manifestaciones físicas. Mediumnidad. – Obsesiones y posesiones.
I. Naturaleza y propiedades de los fluidos.
Elementos fluídicos
1. La ciencia resolvió la cuestión de los milagros que derivan
más particularmente del elemento material, ya sea mediante su explicación
o bien demostrando que no eran posibles en función de
las leyes que rigen la materia. En cambio, los fenómenos en los que
prevalece el elemento espiritual, como no pueden ser explicados
exclusivamente a través de las leyes de la naturaleza, escapan a las
investigaciones de la ciencia. A eso se debe que tales fenómenos,
más que otros, presenten los caracteres aparentes de lo maravilloso. Es, por consiguiente, en las leyes que rigen la vida espiritual donde
se puede encontrar la explicación de los milagros de esa categoría.
2. Como ya se ha demostrado, el fluido cósmico universal es
la materia elemental primitiva, cuyas modificaciones y transformaciones
constituyen la amplia variedad de los cuerpos de la naturaleza
(Véase el Capítulo X.). Como principio elemental del universo,
este adopta dos estados diferentes: el de eterización o imponderabilidad,
que se puede considerar el estado normal primitivo, y el
de materialización o ponderabilidad, que en cierto modo es consecutivo
del primero. El punto intermedio es el de la transformación
del fluido en materia tangible. No obstante, aun así no existe una
transición brusca, puesto que nuestros fluidos imponderables se
pueden considerar como un término medio entre ambos estados.
(Véase el Capítulo IV, § 10 y siguientes.)
Cada uno de esos dos estados da lugar, naturalmente, a fenó-
menos especiales: al segundo pertenecen los del mundo visible, y al
primero los del mundo invisible. Los unos, denominados fenómenos
materiales, competen a la ciencia propiamente dicha; los otros,
que reciben la denominación de fenómenos espirituales o psíquicos,
porque están relacionados de modo especial con la existencia de
los Espíritus, tienen cabida en las atribuciones del espiritismo. Sin
embargo, como la vida espiritual y la corporal se hallan en contacto
permanente, los fenómenos de las dos categorías a menudo
se producen en forma simultánea. En el estado de encarnación, el
hombre solamente puede percibir los fenómenos psíquicos relacionados
con la vida corporal; los que son del dominio exclusivo de la
vida espiritual escapan a los sentidos materiales, y sólo pueden ser
percibidos en el estado de Espíritu.*
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* 5 La denominación de fenómeno psíquico expresa con mayor exactitud el pensamiento que
la de fenómeno espiritual, si se considera que esos fenómenos se basan en las propiedades
y los atributos del alma, o mejor, de los fluidos periespirituales, que son inseparables
del alma. Esta calificación los vincula más íntimamente al orden de los hechos naturales
regidos por leyes. Es posible, pues, admitirlos como efectos psíquicos, sin admitirlos a título
de milagros. (N. de Allan Kardec.)
3. En el estado de eterización, el fluido cósmico no es uniforme;
sin dejar de ser etéreo, sufre modificaciones muy variadas en su
género, y más numerosas tal vez que en el estado de materia tangible.
Esas modificaciones constituyen diferentes fluidos que, aunque
procedan del mismo principio, están dotados de propiedades especiales
y dan origen a los fenómenos peculiares del mundo invisible.
Dado que todo es relativo, esos fluidos tienen para los Espíritus,
que también son fluídicos, una apariencia tan material como la
de los objetos tangibles para los encarnados, y son para ellos lo que
son para nosotros las sustancias del mundo terrestre. Ellos los elaboran
y combinan para producir determinados efectos, como hacen los
hombres con sus materiales, aunque mediante procesos diferentes.
Con todo, al igual que en este mundo, solamente a los Espí-
ritus más esclarecidos les es dado comprender el rol que desempe-
ñan los elementos constitutivos del mundo en que se encuentran.
Los ignorantes del mundo invisible son tan incapaces de explicarse
a sí mismos los fenómenos de los que son testigos, y a los cuales
contribuyen muchas veces en forma automática, como los ignorantes
de la Tierra lo son para explicar los efectos de la luz o la
electricidad, o para describir de qué modo ven y escuchan.
4. Los elementos fluídicos del mundo espiritual están fuera
del alcance de nuestros instrumentos de análisis y de la percepción
de nuestros sentidos, adecuados para la percepción de la materia
tangible y no de la materia etérea. Los hay que pertenecen a un
medio diferente del nuestro, a tal punto que de ellos sólo podemos
darnos una idea mediante comparaciones, tan imperfectas como
aquellas por las cuales un ciego de nacimiento procura dar una
idea de la teoría de los colores.
No obstante, entre esos fluidos, algunos están tan estrechamente
ligados a la vida corporal que, en cierta forma, pertenecen al
ámbito terrenal. A falta de una percepción directa, es posible observar
sus efectos como se observan los del fluido del imán, fluido que jamás ha sido visto y acerca de cuya naturaleza se pueden obtener
conocimientos de cierta precisión. Ese estudio es esencial, porque en
él reside la solución de una gran cantidad de fenómenos que no se
pueden explicar a través las leyes de la materia exclusivamente.
5. El punto de partida del fluido universal es el grado de
pureza absoluta, de la cual nada nos puede dar una idea; el punto
opuesto es su transformación en materia tangible. Entre ambos
extremos se producen numerosas transformaciones, más o menos
aproximadas a uno u otro. Los fluidos más próximos a la materialidad
y, por consiguiente, los menos puros, constituyen lo que
podemos denominar atmósfera espiritual terrestre. En ese medio,
donde también son varios los grados de pureza, los Espíritus encarnados
y desencarnados de la Tierra absorben los elementos
necesarios para la economía de sus existencias. Por más sutiles e
impalpables que nos parezcan, esos fluidos no por eso dejan de
ser de naturaleza densa, en comparación con los fluidos etéreos
de las regiones superiores.
Lo mismo ocurre en la superficie de todos los mundos, salvo
las diferencias en la constitución y en las condiciones de vitalidad
propias de cada uno. Cuanto menos material es la vida en ellos,
tanto menor es la afinidad de los fluidos espirituales con la materia
propiamente dicha.
La denominación de fluidos espirituales no es rigurosamente
exacta, ya que en un último análisis, son siempre materia más
o menos quintaesenciada. Sólo el alma o principio inteligente es
realmente espiritual. Se los denomina así por comparación y, sobre
todo, por la afinidad que conservan con los Espíritus. Puede decirse
que son la materia del mundo espiritual, motivo por el cual se
los llama fluidos espirituales.
6. Por otra parte, ¿quién conoce la constitución íntima de
la materia tangible? Tal vez sólo sea compacta para nuestros sentidos,
lo que sería probado por la facilidad con que la atraviesan los fluidos espirituales y los Espíritus, a los cuales no ofrece mayor
obstáculo que el que los cuerpos transparentes ofrecen a la luz.
Puesto que tiene como elemento primitivo el fluido cósmico
etéreo, debe de ser posible que la materia tangible, al disgregarse,
vuelva al estado de eterización, del mismo modo que el diamante,
el más duro de los cuerpos, puede volatilizarse en gas impalpable.
En realidad, la solidificación de la materia es apenas un estado transitorio
del fluido universal, que puede volver al estado primitivo cuando
dejan de existir las condiciones de cohesión.
¿Quién sabe, incluso, si en el estado de tangibilidad la materia
no es susceptible de adquirir una especie de eterización que le confiera
propiedades particulares? Ciertos fenómenos, aparentemente
auténticos, nos llevan a suponer que así es. Por ahora sólo conocemos
las fronteras del mundo invisible; el futuro, sin duda, nos
reserva el conocimiento de nuevas leyes que habrán de permitirnos
comprender lo que todavía constituye un misterio para nosotros.
Formación y propiedades del periespíritu
7. El periespíritu, o cuerpo fluídico de los Espíritus, es uno
de los productos más importantes del fluido cósmico; es una condensación
de ese fluido en torno a un foco de inteligencia o alma.
Ya vimos que también el cuerpo carnal tiene origen en ese mismo
fluido condensado y transformado en materia tangible. En el
periespíritu, la transformación molecular se opera de otra manera,
pues el fluido conserva su imponderabilidad y sus cualidades
etéreas. El cuerpo periespiritual y el cuerpo carnal tienen, por lo
tanto, origen en el mismo elemento primitivo: ambos son materia,
aunque en dos estados diferentes.
8. Los Espíritus extraen su periespíritu del medio donde se
encuentran, es decir que esa envoltura está formada a partir de los
fluidos del ambiente. Resulta de ahí que los elementos constitutivos del periespíritu deben variar de acuerdo con los mundos. En
comparación con la Tierra, Júpiter es considerado un planeta muy
adelantado, donde la vida corporal no presenta la materialidad de
la nuestra, de modo que las envolturas periespirituales deben de
tener allí una naturaleza mucho más quintaesenciada que aquí.
Ahora bien, así como no podríamos existir en aquel mundo con
nuestro cuerpo carnal, tampoco nuestros Espíritus podrían penetrar
en él con el periespíritu terrestre que los envuelve. Al dejar la
Tierra, el Espíritu abandona allí su envoltura fluídica, y toma otra
apropiada al mundo donde habrá de residir.
9. La naturaleza de la envoltura fluídica siempre está en relación
con el grado de adelanto moral del Espíritu. Los Espíritus
inferiores no pueden cambiar de envoltura según su voluntad y,
en consecuencia, no pueden pasar de un mundo a otro cuando lo
deseen. La envoltura fluídica de algunos de ellos, si bien es etérea
e imponderable en relación con la materia tangible, aún es demasiado
pesada, si así podemos expresarlo, en relación con el mundo
espiritual, lo que no les permite que salgan del medio que les es
propio. Se debe incluir en esa categoría a aquellos cuyo periespíritu
es tan denso que ellos lo confunden con el cuerpo carnal, razón
por la cual suponen que están vivos. Esos Espíritus, cuya cantidad
es considerable, permanecen en la superficie de la Tierra como los
encarnados, y creen que siguen atendiendo las ocupaciones a que
se dedicaban en este mundo. Otros, algo más desmaterializados,
no lo están lo suficiente como para elevarse por encima de las regiones
terrestres. *
Los Espíritus superiores, por el contrario, pueden venir a
los mundos inferiores e incluso encarnar en ellos. Extraen de los
elementos constitutivos del mundo al cual ingresan, los materiales
para la formación de la envoltura fluídica o carnal apropiada al medio en que se encuentran. Hacen como el príncipe, que se quita
provisoriamente su vestimenta para cubrirse con los trajes de los
plebeyos, sin dejar por eso de ser un noble.
Es así como los Espíritus de una categoría más elevada pueden
manifestarse a los habitantes de la Tierra o encarnar para cumplir
una misión entre ellos. Esos Espíritus son portadores, no de
la envoltura, sino del recuerdo intuitivo de las regiones de donde
provienen, a las cuales ven con el pensamiento. Son videntes en
medio de ciegos.
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* 6 Véanse ejemplos de Espíritus que suponen que todavía pertenecen a este mundo en la Revista
Espírita, diciembre de 1859; noviembre de 1864, y abril de 1865. (N. de Allan Kardec.)
10. La capa de fluidos espirituales que rodea a la Tierra puede
compararse con las capas inferiores de la atmósfera: más pesadas,
más compactas, menos puras que las capas superiores. Esos
fluidos no son homogéneos; constituyen una mezcla de moléculas
de diversas cualidades, entre las cuales necesariamente se encuentran
las moléculas elementales que forman su base, aunque con
mayores o menores alteraciones. Los efectos que producen esos
fluidos guardan relación con la suma de las partes puras que contienen.
Tal es, en comparación, el alcohol rectificado o mezclado
en proporciones diversas con el agua u otras sustancias: su peso
específico aumenta a consecuencia de esa mezcla, mientras que su
potencia y su condición de inflamable decrecen, aunque en el todo
siga habiendo alcohol puro.
Los Espíritus destinados a vivir en ese medio extraen de él
sus periespíritus; no obstante, conforme el Espíritu sea más o menos
depurado, su periespíritu habrá de constituirse con las partes más
puras o más densas del fluido característico del mundo en el que encarna.
El Espíritu produce allí, siempre por comparación y no por
equivalencia, el efecto de un reactivo químico que atrae hacia él las
moléculas que su naturaleza puede asimilar.
Resulta de eso un hecho fundamental: la constitución íntima
del periespíritu no es la misma en todos los Espíritus encarnados
o desencarnados que pueblan la Tierra o el espacio que la circunda. No ocurre lo mismo con el cuerpo carnal que, como
ha sido demostrado, se forma de los mismos elementos, sea
cual fuere la superioridad o inferioridad del Espíritu. Por eso,
los efectos producidos por el cuerpo son los mismos en todos,
las necesidades son semejantes, mientras que difieren en todo lo
que respecta al periespíritu.
También resulta que la envoltura periespiritual de un Espíritu
se modifica con el progreso moral que este realiza en cada
encarnación, aunque encarne en el mismo medio; que los Espíritus
superiores, que excepcionalmente encarnan para cumplir una misión
en un mundo inferior, tienen un periespíritu menos denso que el de
los nativos de ese mundo.
11. El medio siempre guarda relación con la naturaleza de
los seres que en él deben vivir: los peces con el agua; los seres terrestres
con el aire; los seres espirituales con el fluido espiritual
o etéreo, aun cuando estén en la Tierra. El fluido etéreo es para
las necesidades del Espíritu como la atmósfera para las necesidades
de los encarnados. Ahora bien, así como los peces no pueden
vivir en el aire, ni los animales terrestres pueden vivir en una
atmósfera demasiado rarificada para sus pulmones, los Espíritus
inferiores no pueden soportar el brillo ni la impresión de los
fluidos más etéreos. No morirían en medio de esos fluidos, porque
el Espíritu no muere, pero una fuerza instintiva los mantiene
alejados de allí, del mismo modo que los hombres se apartan
de un fuego muy intenso o de una luz muy deslumbrante. A
eso se debe que no puedan salir del medio que es peculiar a su
naturaleza; para cambiar de medio, es preciso que antes cambien
su naturaleza, que se despojen de los instintos materiales
que los retienen en los ambientes materiales; en definitiva, que
se depuren y se transformen moralmente. Entonces, en forma
gradual, se identifican con un medio más puro, que se convierte
para ellos en una necesidad, como los ojos de quien ha vivido largo tiempo en las tinieblas se habitúan, paulatinamente, a la
luz del día y al fulgor del Sol.
12. De ese modo, todo en el universo se vincula, todo se
concatena; todo se encuentra sometido a la magna y armoniosa ley
de unidad, desde la más compacta materialidad hasta la más pura
espiritualidad. La Tierra es como un recipiente del cual emana una
densa humareda que se va disipando a medida que se eleva, y cuyas
partículas rarificadas se pierden en el espacio infinito.
El poder divino se pone de manifiesto en cada una de las partes
de ese grandioso conjunto y, pese a todo, para comprobar mejor
el poder de Dios, ¡algunos pretenden que Él, no satisfecho con lo
que ha realizado, venga a perturbar esa armonía y se rebaje al rol de
mago, produciendo efectos pueriles dignos de un prestidigitador! ¡Y
como si eso no bastara, osan atribuirle como rival en habilidad al
mismísimo Satanás! ¡Nunca se menoscabó tanto la majestad divina;
y encima se sorprenden de que la incredulidad prospere!
¡Tenéis razón en decir: “La fe se extingue”! Con todo, se trata
de la fe que ofende al buen sentido y la razón; esa misma fe que
en otras épocas llevaba a que se dijera: “¡Los dioses se marchan!”.
Pero la fe en las cosas serias, la fe en Dios y en la inmortalidad está
siempre viva en el corazón del hombre y, por más que haya sido sofocada
bajo un cúmulo de patrañas pueriles con que se la sojuzgó,
resurgirá fortalecida a partir del instante en que se sienta liberada,
¡como una planta en un lugar sombrío, que se recupera en cuanto
vuelve a recibir los rayos del sol!
¡Sí! ¡Todo es milagroso en la naturaleza, porque todo es sorprendente
y da testimonio de la sabiduría divina! Esos milagros
son visibles para todo el mundo, para todos los que tienen ojos
para ver y oídos para oír, y no para beneficio de unos pocos. ¡No!
No hay milagros en el sentido que comúnmente se atribuye a esa
palabra, porque todo proviene de las leyes eternas de la Creación,
y esas leyes son perfectas.
Acción de los Espíritus sobre los fluidos. Creaciones
fluídicas. Fotografía del pensamiento.
13. Los fluidos espirituales, que constituyen uno de los estados
del fluido cósmico universal, son, para hablar con propiedad, la
atmósfera de los seres espirituales; son el elemento de donde ellos
extraen los materiales sobre los cuales operan; el medio en el que
ocurren los fenómenos especiales, perceptibles por la vista y el oído
del Espíritu, pero que escapan a los sentidos carnales impresionables
sólo por la materia tangible; el medio donde se forma esa luz
peculiar del mundo espiritual, diferente de la luz común tanto en la
causa como en los efectos; por último, los fluidos son el vehículo del
pensamiento, del mismo modo que el aire es el vehículo del sonido.
14. Los Espíritus actúan sobre los fluidos espirituales, pero
no como los hombres manipulan los gases, sino con la ayuda del
pensamiento y la voluntad. Para los Espíritus, el pensamiento y la
voluntad son lo que la mano para el hombre. Mediante el pensamiento,
ellos imprimen a esos fluidos tal o cual dirección, los aglomeran,
los combinan o dispersan, y organizan con ellos conjuntos
que presentan una apariencia, una forma, un color determinados;
modifican sus propiedades igual que un químico transforma las de
los gases o las de otros cuerpos, al combinarlos según ciertas leyes.
Constituyen el inmenso taller o laboratorio de la vida espiritual.
En algunos casos, esas transformaciones son el resultado de
una intención; la mayoría de las veces, son el producto de un pensamiento
inconsciente. Basta con que un Espíritu piense en una
cosa para que esta se produzca, como basta modular un aria para
que esta repercuta en la atmósfera.
De ese modo, por ejemplo, un Espíritu se hace visible a un
encarnado dotado de vista psíquica, con la apariencia que tenía
cuando estaba vivo en la época en que este último lo conoció,
aun cuando haya tenido, con posterioridad a esa época, muchas encarnaciones. Se presenta con la vestimenta, los rasgos externos –
enfermedades, cicatrices, miembros amputados, etc.– que lo caracterizaban
entonces. Un decapitado se presentará sin cabeza, lo que
no significa de ningún modo que haya conservado esa apariencia.
Por cierto, como Espíritu no es cojo, ni manco, ni tuerto, ni está
decapitado; lo que ocurre es que al retroceder con su pensamiento
a la época en que tenía ese aspecto, su periespíritu adopta instantáneamente
esa apariencia, que desaparecerá tan pronto como ese
mismo pensamiento cese de actuar en aquel sentido. Entonces, si
una vez fue negro y otra blanco, se presentará como blanco o negro,
de conformidad con la encarnación que se corresponda con la
evocación, y a la cual se transporte su pensamiento.
Por un efecto análogo, el pensamiento del Espíritu crea fluí-
dicamente los objetos que él estaba habituado a utilizar. Un avaro
manipulará el oro, un militar mostrará sus armas y su uniforme, un
fumador su pipa, un labriego su arado y sus bueyes, una anciana su
rueca. Para el Espíritu, que también es fluídico, esos objetos fluídicos
son tan reales como lo eran en el estado material para el hombre
vivo; no obstante, dado que son creaciones del pensamiento, su existencia
es tan efímera como el pensamiento que los generó. *
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* Véase la Revista Espírita, julio de 1859; y El Libro de los Médiums, Segunda Parte, Capítulo.
VIII. (N. de Allan Kardec.)
15. Puesto que los fluidos son el vehículo del pensamiento,
este actúa sobre los fluidos como el sonido sobre el aire. Estos
transmiten el pensamiento como el aire nos trae el sonido. Por
consiguiente, se puede decir sin temor a equivocarse que en esos
fluidos hay ondas y rayos de pensamientos, que se entrecruzan sin
confundirse, del mismo modo que hay en el aire ondas y vibraciones
sonoras.
Más aún, cuando el pensamiento crea imágenes fluídicas, este
se refleja en la envoltura periespiritual como en un espejo; en él toma
cuerpo y en cierto modo se fotografía. Si un hombre, por ejemplo, tiene la idea de matar a otro, por más impasible que permanezca su
cuerpo material, su cuerpo fluídico es puesto en acción mediante el
pensamiento y reproduce todas las sutilezas de este último; realiza
fluídicamente el gesto, el acto que desea llevar a la práctica. El pensamiento
crea la imagen de la víctima y la escena completa es pintada
como en un cuadro, tal cual se desarrolla en el Espíritu.
De ese modo, resulta que los más secretos movimientos del
alma repercuten en la envoltura fluídica; que un alma puede leer
en otra alma igual que en un libro, y ver lo que no se puede percibir
con los ojos del cuerpo. No obstante, al observar la intención,
puede presentir la realización del acto que será su consecuencia,
pero no puede determinar el instante en que dicho acto se llevará
a cabo, ni precisar los detalles, ni siquiera manifestar que habrá de
ocurrir, ya que las circunstancias ulteriores podrán modificar los
planes y cambiar las intenciones. El alma no puede ver lo que aún
no está en el pensamiento del otro; lo que ve es la preocupación
habitual del individuo, sus deseos, sus proyectos, sus intenciones
buenas o malas.
Cualidades de los fluidos
16. La acción de los Espíritus sobre los fluidos espirituales
tiene consecuencias de importancia directa y primordial para los
encarnados. Dado que esos fluidos son el vehículo del pensamiento,
y que el pensamiento puede modificar las propiedades de los
fluidos, es evidente que estos deben encontrarse impregnados de
las cualidades buenas o malas de los pensamientos que los hacen
vibrar, y que se modifican por la pureza o impureza de los sentimientos.
Los pensamientos malos corrompen los fluidos espirituales,
como los miasmas deletéreos corrompen al aire respirable.
Así pues, los fluidos que envuelven a los Espíritus malos, o los que
estos proyectan, son viciados, mientras que los que reciben la in fluencia de los Espíritus buenos son tan puros como corresponde
al grado de perfección moral de estos.
17. Es imposible hacer una enumeración o clasificación de los
fluidos buenos y malos, así como especificar sus cualidades respectivas,
dado que su diversidad es tan grande como la de los pensamientos.
Los fluidos no poseen cualidades sui generis, sino las que adquieren
en el medio donde se elaboran; se modifican mediante
los efluvios de ese medio, como el aire por las exhalaciones y el
agua por las sales de las capas que atraviesa. Según las circunstancias,
esas cualidades son, como las del agua y del aire, temporarias
o permanentes, lo que los hace especialmente apropiados para la
producción de tales o cuales efectos.
Los fluidos tampoco poseen denominaciones especiales. Al
igual que los olores, son designados según sus propiedades, sus
efectos y tipos originales. Desde el punto de vista moral, son portadores
de la marca de los sentimientos de odio, envidia, celos, orgullo,
egoísmo, violencia, hipocresía, bondad, benevolencia, amor,
caridad, dulzura, etc. Desde el punto de vista físico, son excitantes,
calmantes, penetrantes, astringentes, irritantes, suavizantes, soporíferos,
narcóticos, tóxicos, reparadores, vomitivos; se convierten
en fuerza de transmisión, de propulsión, etc. El cuadro de los fluidos
sería, pues, el de todas las pasiones, las virtudes y los vicios de
la humanidad, y también el de las propiedades de la materia, en
correspondencia con los efectos que ellos producen.
18. Como los hombres son Espíritus encarnados, poseen
en parte los atributos de la vida espiritual, puesto que viven de
esa vida tanto como de la vida corporal; en principio, durante
el sueño, y a menudo en el estado de vigilia. Cuando encarna,
el Espíritu conserva su periespíritu con las cualidades que le son
propias y que, como se sabe, no queda circunscripto por el cuerpo,
sino que irradia alrededor suyo y lo envuelve como si fuera
una atmósfera fluídica.
Por su unión íntima con el cuerpo, el periespíritu desempe-
ña un rol preponderante en el organismo. Mediante su expansión,
pone al Espíritu encarnado en relación más directa con los Espíritus
libres y también con los Espíritus encarnados.
El pensamiento del Espíritu encarnado actúa sobre los fluidos
espirituales del mismo modo que el de los Espíritus desencarnados,
y se transmite de Espíritu a Espíritu por las mismas vías;
según sea bueno o malo, sanea o envicia los fluidos circundantes.
Puesto que los fluidos circundantes son modificados por la
proyección de los pensamientos del Espíritu, su envoltura periespiritual,
que es parte constitutiva de su ser y que recibe de modo directo
y permanente la impresión de sus pensamientos, debe, con mayor
razón, conservar las marcas de sus cualidades buenas o malas. Los
fluidos viciados por los efluvios de los Espíritus malos pueden depurarse
mediante el alejamiento de estos, pero sus periespíritus serán
siempre los mismos, en tanto el Espíritu no se modifique.
El periespíritu de los encarnados es de naturaleza idéntica a
la de los fluidos espirituales, de modo que él los asimila con facilidad,
como si fuera una esponja que se embebe de un líquido. Esos
fluidos ejercen sobre el periespíritu una acción tanto más directa
cuanto que, por su expansión e irradiación, el periespíritu acaba
por confundirse con ellos.
Esos fluidos actúan sobre el periespíritu y este, a su vez, reacciona
sobre el organismo material con el cual se halla en contacto
molecular. Si los efluvios son de buena naturaleza, el cuerpo recibirá
una impresión saludable; si son malos, la impresión será penosa.
Si los efluvios malos son permanentes y enérgicos, podrán ocasionar
desórdenes físicos: ciertas enfermedades no tienen otro origen.
Los ambientes donde predominan los Espíritus malos se encuentran,
pues, impregnados de fluidos deletéreos que el encarnado
absorbe por los poros periespirituales, así como absorbe por los
poros del cuerpo los miasmas pestilentes.
19. Así se explican los efectos que se producen en los lugares
de reunión. Una asamblea es un foco de irradiación de pensamientos
diversos. Es como una orquesta, un coro de pensamientos, donde
cada uno emite una nota. Resulta de ahí una multiplicidad de
corrientes y efluvios fluídicos cuya impresión recibe cada uno por
medio del sentido espiritual, como en un coro musical cada uno
recibe la impresión de los sonidos a través del sentido de la audición.
No obstante, del mismo modo que existen irradiaciones sonoras
armoniosas o disonantes, también existen pensamientos armoniosos
o discordantes. Si el conjunto es armonioso, la sensación
será agradable; si es discordante, la impresión será penosa. Ahora
bien, para eso no es necesario que el pensamiento se exteriorice
mediante palabras; ya sea que se exteriorice o no, la irradiación
fluídica existe siempre.
Tal es la causa del sentimiento de satisfacción que se experimenta
en una reunión simpática, animada por pensamientos
buenos y benévolos; en ella reina una atmósfera moral saludable,
y se respira libremente; de ella salimos reconfortados, pues nos hallamos
impregnados de efluvios fluídicos saludables. No obstante,
basta con que se mezclen ahí algunos pensamientos malévolos para
que se produzca el efecto de una corriente de aire helado en un
medio tibio, o el de una nota desafinada en un concierto. De ese
modo también se explica la ansiedad, el indefinible malestar que
se experimenta en una reunión antipática, donde los pensamientos
malévolos provocan corrientes de aire nauseabundo.
20. El pensamiento produce, por consiguiente, una especie
de efecto físico que reacciona sobre lo moral, hecho este que
sólo el espiritismo podía hacer comprensible. El hombre lo siente
instintivamente, ya que busca las reuniones homogéneas y simpá-
ticas, donde sabe que podrá absorber nuevas fuerzas morales. Se
podría decir que en esas reuniones recupera las pérdidas fluídicas
que padece cada día por la irradiación del pensamiento, así como recupera mediante los alimentos las pérdidas del cuerpo material.
En efecto, el pensamiento es una emisión que ocasiona una pérdida
real de fluidos espirituales y, por consiguiente, de fluidos materiales,
de manera tal que el hombre necesita recuperarse con los
efluvios que recibe del exterior.
Cuando se dice que un médico cura a un enfermo por medio
de buenas palabras, se enuncia una verdad absoluta, porque un
pensamiento bondadoso es portador de fluidos reparadores que
actúan tanto sobre el cuerpo físico como sobre lo moral.
21. No cabe duda de que es posible –se dirá– evitar a los
hombres a los que se sabe malintencionados. Pero ¿cómo evitaremos
la influencia de los Espíritus malos que pululan alrededor
nuestro y se insinúan por todas partes sin que los veamos?
El medio es muy simple, porque depende de la voluntad
del hombre mismo, que lleva en sí la necesaria prevención. Los
fluidos se combinan de acuerdo con la semejanza de su naturaleza;
los opuestos se repelen; existe incompatibilidad entre los fluidos
buenos y los malos, así como entre el aceite y el agua.
¿Qué se hace cuando el aire está viciado? Se procede a su
saneamiento, se lo depura destruyendo el foco de los miasmas,
expulsando los efluvios malsanos mediante las corrientes más
fuertes de aire salubre. Contra la invasión de los fluidos malos
es preciso que se opongan los fluidos buenos, y como cada uno
tiene en su propio periespíritu una fuente fluídica permanente,
todos son portadores del remedio. Sólo se trata de depurar esa
fuente y de darle cualidades tales que se constituya en un repelente
de las malas influencias, en vez de que sea una fuerza de
atracción. El periespíritu, por lo tanto, es una coraza a la que se
le debe dar el mejor temple posible. Ahora bien, como sus cualidades
se corresponden con las cualidades del alma, es preciso
trabajar en su mejoramiento, visto que son las imperfecciones del
alma las que atraen a los Espíritus malos.
Las moscas son atraídas por los focos de putrefacción; destruid
esos focos, y ellas desaparecerán. Lo mismo sucede con los
Espíritus malos, que van hacia donde el mal los atrae; eliminad el
mal, y ellos se alejarán. Los Espíritus realmente buenos, encarnados
o desencarnados, no tienen nada que temer de la influencia de los
Espíritus malos.
II. Explicación de algunos fenómenos
considerados sobrenaturales
Vista espiritual o psíquica. Doble
vista. Sonambulismo. Sueños
22. El periespíritu es el lazo que une la vida corporal con
la vida espiritual. Por intermedio de él, el Espíritu encarnado se
encuentra en relación constante con los Espíritus desencarnados,
y con su auxilio se producen en el hombre fenómenos especiales
cuya causa primera no se encuentra en la materia tangible, razón
por la cual parecen sobrenaturales.
En las propiedades y en las irradiaciones del fluido periespiritual
debemos buscar la causa de la doble vista o vista espiritual,
a la que también se puede llamar vista psíquica, de la cual muchas
personas están dotadas, casi siempre sin que lo sepan, así como de
la vista sonambúlica.
El periespíritu es el órgano sensitivo del Espíritu. Por intermedio
de él, el Espíritu encarnado percibe las cosas espirituales
que escapan a los sentidos carnales. A causa de los órganos del
cuerpo, la visión, la audición y las diversas sensaciones están localizadas
y limitadas a la percepción de las cosas materiales; a causa del sentido espiritual o psíquico, esas sensaciones son generalizadas: el
Espíritu ve, oye y siente con todo su ser aquello que se encuentra
en la esfera de irradiación de su fluido periespiritual.
Estos fenómenos constituyen en el hombre la manifestación
de la vida espiritual; se trata del alma que actúa fuera del organismo.
En la doble vista, o percepción mediante el sentido psíquico,
el hombre no ve con los ojos del cuerpo, aunque a menudo por
hábito dirija la mirada hacia el punto que atrae su atención. Ve con
los ojos del alma, y la prueba de eso está en que ve perfectamente
bien con los ojos cerrados, e incluso ve lo que está mucho más allá
de su campo visual. Lee el pensamiento representado en el rayo
fluídico. (Véase el § 15.) *
__________________________________________________
* Véanse los hechos de doble vista y lucidez sonambúlica relatados en la Revista Espírita:
enero y noviembre de 1858; julio de 1861; noviembre de 1865. (N. de Allan Kardec.)
23. Aunque durante la vida el Espíritu se encuentra sujeto
al cuerpo por medio del periespíritu, su esclavitud no le impide
extender la cadena que lo sujeta y transportarse a un punto distante,
sea en la Tierra o en el espacio. Sólo a disgusto permanece
el Espíritu ligado al cuerpo, porque su vida normal es la libertad,
mientras que la vida corporal es semejante a la de un siervo cautivo
a la gleba.
El Espíritu, por lo tanto, se siente feliz al abandonar el cuerpo,
como un pájaro que abandona su jaula. Para liberarse de él
aprovecha todas las ocasiones, todos los instantes en que su presencia
no es necesaria para la vida de relación. Este fenómeno se
denomina emancipación del alma, y se produce siempre durante el
dormir. Cada vez que el cuerpo descansa y que los sentidos quedan
inactivos, el Espíritu se desprende. (Véase El Libro de los Espíritus,
Libro II, Capítulo VIII.)
En esos momentos, el Espíritu vive la vida espiritual, mientras
que el cuerpo vive apenas la vida vegetativa; se halla, en parte,
en el estado en que habrá de encontrarse después de la muerte; recorre el espacio, conversa con sus amigos y con otros Espíritus
libres o encarnados como él.
El lazo fluídico que lo sujeta al cuerpo sólo se rompe definitivamente
en ocasión de la muerte; la separación completa sólo
se produce por efecto de la extinción absoluta de la actividad del
principio vital. Mientras el cuerpo vive, el Espíritu regresa a él
instantáneamente, sea cual fuere la distancia a que se encuentre,
cada vez que su presencia allí sea necesaria. De ese modo, retoma el
curso de la vida exterior de relación. A veces, al despertar, conserva
un recuerdo de sus peregrinaciones, una imagen más o menos
precisa que constituye los sueños; en todos los casos, es portador
de las intuiciones que le sugieren ideas y pensamientos nuevos, lo
cual justifica plenamente el proverbio: La noche es buena consejera.
Así se explican también ciertos fenómenos característicos
del sonambulismo natural y magnético, de la catalepsia, de la
letargia, del éxtasis, etc., que no son más que manifestaciones de
la vida espiritual. *
_______________________________________________
* Véanse ejemplos de letargia y de catalepsia en la Revista Espírita: “La señora Schwabenhaus”,
septiembre de 1858; “La joven cataléptica de Suabia”, enero de 1866. (N. de Allan Kardec.)
24. Dado que la visión espiritual no se produce por medio de
los ojos del cuerpo, la percepción de las cosas no se verifica mediante
la luz ordinaria: de hecho, la luz material está hecha para el mundo
material; para el mundo espiritual existe una luz especial cuya naturaleza
ignoramos, pero que es sin duda una de las propiedades del
fluido etéreo adecuada a las percepciones visuales del alma. Por consiguiente,
existe la luz material y la luz espiritual. La primera emana
de focos circunscriptos a los cuerpos luminosos; la segunda tiene
su foco en todas partes. Por eso no existen obstáculos para la visión
espiritual, que no está limitada por la distancia ni por la opacidad
de la materia; para ella no existe la oscuridad. El mundo espiritual es
iluminado por la luz espiritual, que tiene sus propios efectos, como
el mundo material es iluminado por la luz solar.
25. De ese modo, envuelta en su periespíritu, el alma lleva
consigo su principio luminoso. Como penetra la materia en virtud
de su esencia etérea, no hay cuerpos opacos para su visión. Sin
embargo, la vista espiritual no tiene el mismo alcance ni la misma
penetración en todos los Espíritus. Sólo los Espíritus puros la poseen
en toda su potencia.
En los Espíritus inferiores se encuentra
debilitada por la densidad relativa del periespíritu, que se interpone
como si fuera una especie de niebla.
En los Espíritus encarnados, la vista espiritual se manifiesta
en diferentes grados mediante el fenómeno de la doble vista, tanto
en el sonambulismo natural o magnético, como en el estado de vigilia.
De conformidad con el grado de poder de la facultad, se dice
que la lucidez es mayor o menor. Con el auxilio de esa facultad,
ciertas personas ven el interior del organismo y describen la causa
de las enfermedades.
26. La vista espiritual, por consiguiente, da lugar a percepciones
especiales que, como no tienen su sede en los órganos materiales,
se producen en condiciones completamente diferentes de
las que se registran en la vida corporal. Por esta razón no se pueden
esperar efectos idénticos, ni experimentarla a través de los mismos
procesos. Al realizarse fuera del organismo, esa vista tiene una movilidad
que frustra todas las previsiones. Debe ser estudiada en sus
efectos y en sus causas, y no por su semejanza con la vista común,
a la que no está destinada a suplir, excepto en casos excepcionales
que no se pueden tomar como regla.
27. En los Espíritus encarnados, la vista espiritual es necesariamente
incompleta e imperfecta y, por consiguiente, está sujeta
a aberraciones. Como tiene su sede en el alma misma, el estado
de esta habrá de influir en sus percepciones. Según el grado de
desarrollo, las circunstancias y el estado moral del individuo, la
vista espiritual puede tener, ya sea durante el dormir o en el estado
de vigilia, la percepción de: 1.º) ciertos hechos materiales y reales, como el conocimiento de algunos acontecimientos que tienen lugar
a mucha distancia, los detalles descriptivos de una localidad,
las causas de una enfermedad y los remedios adecuados para su tratamiento;
2.º) cosas igualmente reales del mundo espiritual, como
la presencia de los Espíritus; 3.º) imágenes fantásticas creadas por
la imaginación, análogas a las creaciones fluídicas del pensamiento.
(Véase, más arriba, el § 14.) Esas creaciones se encuentran siempre
en relación con las disposiciones morales del Espíritu que las genera.
Es así como el pensamiento de personas intensamente imbuidas
de ciertas creencias religiosas, y preocupadas en relación con ellas,
presenta imágenes del infierno, sus hogueras, sus torturas y sus demonios,
tal como esas personas los imaginan. En ocasiones se trata
de toda una epopeya. Los paganos veían el Olimpo y el Tártaro,
como los cristianos ven el Infierno y el Paraíso. Si al despertar o al
salir del éxtasis, esas personas conservan un recuerdo exacto de sus
visiones, las toman por realidades que confirman sus creencias, en
tanto que no son otra cosa que el producto de sus propios pensamientos. * Es preciso, por consiguiente, que se haga una distinción
muy rigurosa de las visiones extáticas antes de aceptarlas. En ese
sentido, el remedio para la excesiva credulidad es el estudio de las
leyes que rigen el mundo espiritual.
______________________________________________
* De este modo se pueden explicar las visiones de la hermana Elmerich que, al referirse a la
época de la pasión de Cristo, manifiesta haber visto cosas materiales que nunca han existido,
a no ser en los libros que ella leyó; así como las visiones de la Sra. Cantianille (Revista
Espírita, agosto de 1866), y una parte de las de Swedenborg. (N. de Allan Kardec.)
28. Los sueños propiamente dichos presentan las tres características
de las visiones arriba descriptas. A las dos primeras
pertenecen los sueños de precognición, presentimientos y advertencias. * En la tercera, es decir, en las creaciones fluídicas del pensamiento,
se puede encontrar la causa de ciertas imágenes fantásticas
que nada tienen de real en relación con la vida material, pero
que a veces tienen para el Espíritu una realidad tal, que el cuerpoexperimenta su impacto; hay casos en que los cabellos encanecen
a causa de la impresión provocada por un sueño. Esas creaciones
pueden ser provocadas por la exaltación de las convicciones; por
recuerdos retrospectivos; por gustos, deseos, pasiones, temores y
remordimientos; por las preocupaciones habituales; por las necesidades
del cuerpo, o por algún malestar pasajero relativo a las funciones
del organismo; y finalmente, por otros Espíritus, con un
objetivo benévolo o maléfico, de conformidad con su naturaleza. **
________________________________________
* Véase más adelante el Capítulo XVI, “Teoría de la Presciencia”, §§ 1, 2 y 3. (N. de Allan Kardec.)
** Véase la Revista Espírita, junio y septiembre de 1866; El Libro de los Espíritus, Libro II, Capí-
tulo VIII, § 400. (N. de Allan Kardec.)
Catalepsia. Resurrecciones
29. La materia inerte es insensible; el fluido periespiritual
también lo es, pero transmite la sensación al centro sensitivo que es
el Espíritu. Las lesiones dolorosas del cuerpo repercuten, pues, en el
Espíritu como un choque eléctrico, por intermedio del fluido periespiritual,
cuyos hilos conductores parecen ser los nervios. Se trata del
influjo nervioso de los fisiólogos, quienes, por desconocimiento de
las relaciones de ese fluido con el principio espiritual, todavía no han
podido hallar una explicación para todos sus efectos.
Esta interrupción puede ocurrir por la amputación de un
miembro o por algún nervio seccionado, pero también en forma
parcial o general, y sin que haya lesiones, en los momentos de
emancipación, de gran sobreexcitación o preocupación del Espí-
ritu. En ese estado el Espíritu no piensa en el cuerpo, y en su
actividad febril atrae hacia sí, por decirlo de algún modo, al fluido
periespiritual que, retirándose de la superficie, produce allí una
insensibilidad momentánea. Se podría también admitir que en
ciertas circunstancias se produce en el propio fluido periespiritual
una modificación molecular, que le quita transitoriamente la propiedad
de la transmisión. A eso se debe que, muchas veces, en el ardor del combate, un militar no perciba que está herido; que una
persona, cuya atención está concentrada en un trabajo, no oiga el
ruido que se hace alrededor suyo. Un efecto análogo, aunque más
pronunciado, se produce en algunos sonámbulos, en la letargia y
en la catalepsia. Finalmente, del mismo modo se puede explicar la
insensibilidad de los convulsionarios y de ciertos mártires. (Véase
la Revista Espírita, enero de 1868: “Los Aïssaouas, o los convulsionarios
de la calle Le Peletier”.)
La parálisis no tiene en absoluto la misma causa, pues allí el
efecto es puramente orgánico; los nervios mismos, los hilos conductores
ya no son aptos para la circulación fluídica; se trata de las
cuerdas del instrumento, que se han alterado.
30. En ciertos estados patológicos, en que el Espíritu ha
abandonado el cuerpo y el periespíritu sólo está unido a él por
medio de algunos puntos, el cuerpo presenta todas las apariencias
de la muerte, de modo que se enuncia una gran verdad cuando se
dice que en esos casos la vida pende de un hilo. Ese estado puede
durar más o menos tiempo, e incluso ciertas partes del cuerpo
pueden entrar en descomposición, a pesar de que la vida no se
ha extinguido definitivamente. Mientras no se haya cortado el
último hilo, el Espíritu puede, ya sea por una acción enérgica de
su propia voluntad o por un influjo fluídico extraño, igualmente
poderoso, ser llamado de vuelta al cuerpo. Así se explican ciertos
casos en los que la vida se prolonga contra todas las probabilidades,
así como también algunas supuestas resurrecciones. Es una
planta que vuelve a brotar, como a veces sucede, de una única
fibra de la raíz. Pero cuando las últimas moléculas del cuerpo
fluídico ya se han separado del cuerpo carnal, o cuando este último
llegó a un estado irreparable de degradación, el regreso a la
vida es imposible. *
_________________________________________________
*Véanse ejemplos en la Revista Espírita, “Sr. Cardon, médico”, agosto de 1863; “Una resurrección”
(La mujer corsa), mayo de 1866. (N. de Allan Kardec.)
Curaciones
31. Como hemos visto, el fluido universal es el elemento primitivo
del cuerpo carnal y del periespíritu, los cuales son simples
transformaciones de aquel. Por la identidad de su naturaleza, ese
fluido, condensado en el periespíritu, puede ofrecer principios reparadores
al cuerpo; el Espíritu, encarnado o desencarnado, es el
agente propulsor que infiltra en un cuerpo deteriorado una parte de
la sustancia de su envoltura fluídica. La curación se opera mediante
la sustitución de una molécula nociva por otra molécula sana. El poder
curativo será proporcional a la pureza de la sustancia inoculada;
pero depende también de la energía de la voluntad, que provoca una
emisión fluídica más abundante y otorga al fluido mayor fuerza de
penetración. Depende, además, de las intenciones de quien desee
realizar la cura, sea hombre o Espíritu. Los fluidos que emanan de
una fuente impura son como sustancias medicamentosas alteradas.
32. Los efectos de la acción fluídica sobre los enfermos son
extremadamente variados, de acuerdo con las circunstancias. Algunas
veces la acción es lenta y requiere un tratamiento prolongado,
como en el magnetismo común; otras veces es rápida como una
corriente eléctrica. Hay personas dotadas de tal poder que en algunos
enfermos producen curaciones instantáneas por medio de la
sola imposición de las manos, o incluso por un simple acto de la
voluntad. Entre los dos polos extremos de esa facultad hay infinitas
graduaciones. Todas las curaciones de ese tipo son variedades
del magnetismo y sólo difieren por la potencia y la rapidez de la
acción. El principio es siempre el mismo: el fluido desempeña el
papel de agente terapéutico, y su efecto se encuentra subordinado
a su calidad y a circunstancias especiales.
33. La acción magnética puede producirse de muchas maneras:
1.º) Por el fluido del magnetizador, en cuyo caso se trata
del magnetismo propiamente dicho, o magnetismo humano, cuya acción se encuentra subordinada a la potencia y, sobre todo, a la
calidad del fluido.
2.º) Por el fluido de los Espíritus, que actúan directamente y
sin intermediarios sobre un encarnado, ya sea para curarlo o calmar
un sufrimiento, sea para provocar el sueño sonambúlico espontá-
neo o para ejercer sobre el individuo alguna influencia física o moral.
Se trata del magnetismo espiritual, cuya calidad es proporcional
a las cualidades del Espíritu. *
3.º) Por el fluido que los Espíritus derraman sobre el magnetizador,
al cual este sirve de conductor. Se trata del magnetismo
mixto, semiespiritual o, si se prefiere, humano-espiritual. Combinado
con el fluido humano, el fluido espiritual le transmite a aquel
las cualidades que le faltan. En esas circunstancias, algunas veces
el concurso de los Espíritus es espontáneo, pero muy a menudo es
provocado por la evocación del magnetizador.
_______________________________________________
* Véanse ejemplos en la Revista Espírita, febrero de 1863; abril y septiembre de 1865. (N. de
Allan Kardec.)
34. La facultad de curar mediante la influencia fluídica
es muy común y puede desarrollarse con el ejercicio; pero la
de curar instantáneamente con la imposición de las manos es
más rara, y su apogeo puede ser considerado excepcional. No
obstante, en épocas diferentes, en el seno de casi todos los pueblos
han aparecido individuos que la poseyeron en grado sobresaliente.
En estos últimos tiempos han aparecido muchos
ejemplos notables, cuya autenticidad no puede ser cuestionada.
Dado que las curaciones de esta clase se basan en un principio
natural, y que el poder de producirlas no es un privilegio, se
deduce que estas no ocurren al margen de la naturaleza y que
sólo son milagrosas en apariencia. *
_________________________________________________
* Véanse los ejemplos de curaciones instantáneas relatadas en la Revista Espírita: “El príncipe
de Hohenlohe, médium curador”, diciembre de 1866; sobre las curas del Sr. Jacob, octubre
y noviembre de 1866 y de 1867; “Simonet, médium curador de Bordeaux”, agosto de 1867;
“El alcalde Hassan, o la bendición de la sangre”, octubre de 1867; “El cura Gassner, médium
curador”, noviembre de 1867. (N. de Allan Kardec.)
Apariciones. Transfiguraciones
35. En su estado normal, el periespíritu es invisible para
nosotros; pero como está formado por materia etérea, el Espíritu
puede, en ciertos casos y por un acto de su voluntad, producir en
él una modificación molecular que lo vuelva momentáneamente
visible. Así es como se producen las apariciones que, del mismo
modo que los otros fenómenos, no ocurren al margen de las leyes
de la naturaleza. Eso no tiene nada que sea más extraordinario que
el vapor, que es invisible cuando está muy enrarecido y se vuelve
visible cuando se condensa.
Según el grado de condensación del fluido periespiritual, la
aparición es algunas veces difusa y vaporosa; otras veces, más claramente
definida; y otras, por último, tiene todas las apariencias de
la materia tangible. Incluso puede llegar a ser realmente tangible,
a tal punto que el observador se engañe sobre la naturaleza del ser
que tiene delante de él.
Las apariciones vaporosas son frecuentes; ese es el aspecto
con el que se presentan muchos individuos, después de que han
muerto, a las personas por quienes sienten afecto. Las apariciones
tangibles son más raras, aunque de ellas hay muchos ejemplos,
perfectamente documentados. Si el Espíritu desea darse a conocer,
imprimirá a su envoltura todas las señales exteriores que tenía
cuando estaba vivo. *
_________________________________________________
* Véase El Libro de los Médiums, Segunda Parte, Capítulos VI y VII. (N. de Allan Kardec.)
36. Es de destacarse que las apariciones tangibles sólo tienen
la apariencia de la materia carnal, pero no sus cualidades. Debido
a la naturaleza fluídica que las caracteriza, no pueden tener la misma
cohesión de la materia, porque en realidad no poseen carne.
Se forman instantáneamente y desaparecen del mismo modo, o se
evaporan por la desagregación de las moléculas fluídicas. Los seres
que se presentan en esas condiciones no nacen ni mueren, contrariamente a lo que sucede con los demás hombres. Se los ve y dejan
de ser vistos sin que se sepa de dónde vienen, cómo vinieron, ni
hacia dónde van. Nadie podría matarlos, ni apresarlos, ni encarcelarlos,
puesto que no tienen un cuerpo carnal. Los golpes que acaso
se les lanzaran, caerían en el vacío.
Ese es el carácter de los agéneres, con los cuales se puede conversar
sin que se sospeche acerca de lo que son. Con todo, no permanecen
largo tiempo entre los hombres ni pueden ser comensales
frecuentes de una casa, ni figurar entre los miembros de una familia.
Además, los agéneres muestran siempre en su persona, en sus
actitudes, algo de extraño e insólito que sugiere al mismo tiempo la
materialidad y la espiritualidad; en ellos, la mirada es vaporosa y penetrante
a la vez, y carece de la nitidez propia de la mirada a través
de los ojos de la carne; su lenguaje, conciso y por lo general sentencioso,
nada tiene del brillo y la volubilidad del lenguaje humano;
su aproximación produce una sensación particular e indefinible de
sorpresa, que inspira una especie de temor, y quien se pone en contacto
con ellos, aunque los tome por individuos iguales a los demás,
es inducido a pensar involuntariamente: Este es un ser extraño. *
_________________________________________________
* Véanse ejemplos de apariciones vaporosas o tangibles y de agéneres en Revista Espírita,
enero y octubre de 1858; enero, febrero, marzo, agosto y noviembre de 1859; abril y mayo
de 1860; julio de 1861; abril de 1866; “El labrador Thomas Martin y Luis XVIII”, detalles completos,
diciembre de 1866. (N. de Allan Kardec.)
37. Como el periespíritu es el mismo tanto en los encarnados
como en los desencarnados, un Espíritu encarnado, por un
efecto absolutamente idéntico, puede aparecer, en un momento
en que se encuentre libre, en un punto distinto de aquel en que su
cuerpo descansa, con su fisonomía habitual y con todos los signos
característicos de su identidad. Ese fenómeno, del cual se conocen
muchos casos auténticos, fue el que llevó a que se creyera en la
existencia de los hombres dobles. *
___________________________________________________
* Véanse ejemplos de apariciones de personas vivas en la Revista Espírita, diciembre de
1858; febrero y agosto de 1859; noviembre de 1860. (N. de Allan Kardec.)
38. Un efecto peculiar de los fenómenos de ese tipo consiste
en el hecho de que las apariciones vaporosas, e incluso tangibles,
no son percibidas por todas las personas indistintamente. Los Espíritus
sólo se muestran cuando quieren y ante quienes quieren.
Por consiguiente, un Espíritu podría aparecerse en una reunión
ante uno solo o muchos de los presentes, y no ser visto por los
demás. Eso ocurre porque las percepciones de ese tipo se producen
por medio de la vista espiritual, y no por intermedio de la vista carnal.
Además, la vista espiritual no le es dada a todas las personas;
e incluso el Espíritu, por su sola voluntad y si fuera conveniente,
puede retirarla de aquel a quien él no quiera mostrarse, así como
puede conferirla momentáneamente si lo juzga necesario.
Así pues, la condensación del fluido periespiritual en las apariciones,
incluso en los casos de tangibilidad, no tiene las propiedades
de la materia ordinaria; de no ser así, las apariciones serían
perceptibles mediante los ojos del cuerpo por parte de todas las
personas presentes. *
__________________________________________________
* Sólo con suma reserva se deben recibir las narraciones de apariciones puramente individuales
que, en ciertos casos, podrían no pasar del efecto de una imaginación sumamente
excitada y, tal vez, de una invención con fines interesados. Conviene, pues, tomar en
cuenta muy escrupulosamente las circunstancias, la sinceridad de la persona, así como su
probable intención de abusar de la credulidad de individuos excesivamente confiados. (N.
de Allan Kardec.)
39. Dado que el Espíritu puede operar transformaciones
en la configuración de su envoltura periespiritual, y puesto que
esa envoltura se irradia en torno al cuerpo como una atmósfera
fluídica, puede producirse en la superficie misma del cuerpo un
fenómeno análogo al de las apariciones. La verdadera imagen del
cuerpo puede desvanecerse más o menos completamente bajo una
capa fluídica, y asumir otra apariencia; o bien, vistos a través de la
capa fluídica modificada, como a través de un prisma, los rasgos
primitivos pueden adoptar otra expresión. Si el Espíritu encarnado
toma distancia de lo terrenal, y se identifica con las cosas del mundo
espiritual, la expresión de un semblante desagradable puede volverse bella, radiante y hasta luminosa; si, por el contrario, el
Espíritu es presa de bajas pasiones, un rostro hermoso puede tomar
un aspecto horrible.
Así se producen las transfiguraciones, que reflejan siempre las
cualidades y los sentimientos que predominan en el Espíritu. Ese
fenómeno es, pues, el resultado de una transformación fluídica;
es una especie de aparición periespiritual que se produce sobre el
cuerpo mismo de una persona viva, y a veces en el momento de la
muerte, en vez de producirse a la distancia como en el caso de las
apariciones propiamente dichas. Lo que distingue a las apariciones
de ese género es el hecho de que son, por lo general, perceptibles
por todos los presentes mediante los ojos del cuerpo, precisamente
porque se forman en torno a la materia carnal visible, mientras que
en las apariciones puramente fluídicas no existe materia tangible. *
_______________________________________________
* Véase un ejemplo y la teoría de la transfiguración en la Revista Espírita, marzo de 1859 (El
Libro de los Médiums, Segunda Parte, Capítulo VII). (N. de Allan Kardec.)
Manifestaciones físicas. Mediumnidad
40. Los fenómenos de las mesas móviles y parlantes, de la
suspensión en el aire de los cuerpos pesados, de la escritura mediúmnica,
tan antiguos como el mundo pero comunes en la actualidad,
ofrecen la explicación de algunos fenómenos análogos
espontáneos, a los cuales por ignorarse la ley que los rige se les
había atribuido un carácter sobrenatural y milagroso. Esos fenó-
menos se basan en las propiedades del fluido periespiritual, ya sea
de los encarnados como de los Espíritus libres.
41. Cuando estaba encarnado, el Espíritu obraba sobre su
cuerpo vivo con el auxilio de su periespíritu. Ahora, desde el mundo
espiritual, se manifiesta por intermedio de ese mismo fluido:
actúa sobre la materia inerte y produce ruidos, movimientos de
mesas y de otros objetos, a los cuales levanta, derriba o transporta. Ese fenómeno no tiene nada de sorprendente, si consideramos que
entre nosotros los motores más poderosos se encuentran en los
fluidos más enrarecidos e incluso imponderables, como el aire, el
vapor y la electricidad.
También con el auxilio de su periespíritu, el Espíritu hace
que los médiums escriban, hablen o dibujen. Como ya no dispone
de un cuerpo tangible para actuar ostensiblemente cuando desea
manifestarse, se sirve del cuerpo de un médium, cuyos órganos
toma en préstamo, y hace que obre como si fuera su propio cuerpo,
mediante el efluvio fluídico que derrama sobre él.
42. Mediante ese mismo proceso, el Espíritu actúa sobre la
mesa, ya sea para que esta se mueva, sin que su movimiento tenga
un significado especial, o para que dé golpes inteligentes que indiquen
las letras del alfabeto, a fin de que formen palabras y frases:
fenómeno que se designa con el nombre de tiptología. La mesa no
es más que un instrumento del que se vale el Espíritu, como se
vale del lápiz para escribir, dándole una vitalidad momentánea por
medio del fluido con que la impregna, aunque sin identificarse con
ella. De ese modo, las personas que, embargadas por la emoción,
abrazan la mesa cuando se manifiesta un ser querido, realizan un
acto ridículo; es exactamente como si abrazasen el bastón de un
amigo que se sirve de él para comunicarse por medio de golpes en
el piso. Lo mismo hacen quienes dirigen la palabra a la mesa, como
si el Espíritu estuviera encerrado en la madera, o como si la madera
se hubiese convertido en Espíritu.
Cuando se transmiten comunicaciones por ese medio, hay
que imaginarse que el Espíritu está, no en la mesa sino junto a
ella, tal como se ubicaría si estuviese vivo, y tal como sería visto en
ese momento si pudiera volverse visible. Lo mismo ocurre en las
comunicaciones mediante la escritura: se vería al Espíritu al lado
del médium, guiando su mano o trasmitiéndole su pensamiento
por medio de una corriente fluídica.
43. Cuando la mesa se levanta del suelo y flota en el aire sin
un punto de apoyo, el Espíritu no la levanta con la fuerza de su
brazo, sino que la envuelve y penetra con una especie de atmósfera
fluídica que neutraliza el efecto de la gravedad, como lo hace el
aire con los globos y las cometas. El fluido que penetra en la mesa
le confiere momentáneamente una mayor liviandad específica.
Cuando queda pegada al suelo, esta se encuentra en una situación
análoga a la de la campana neumática dentro de la que se produce
el vacío. Estas son simples comparaciones destinadas a mostrar la
analogía de los efectos, pero no la similitud absoluta de las causas.
(Véase El Libro de los Médiums, Segunda Parte, Capítulo IV.)
De acuerdo con lo que se acaba de decir, se comprende que
para el Espíritu no es más difícil levantar una persona que levantar una
mesa, transportar un objeto de un lugar a otro, o arrojarlo donde sea.
Todos esos fenómenos se producen por obra de la misma ley. *
Cuando la mesa persigue a alguien, no significa que el Espíritu
vaya en esa dirección, pues él puede permanecer tranquilamente
en el mismo lugar. Lo que sucede en esos casos es que el
Espíritu le da un impulso a la mesa por medio de una corriente
fluídica, con cuyo auxilio esta se mueve según su deseo.
Cuando se escuchan golpes en la mesa, o en otro lugar, el
Espíritu no golpea con la mano o con algún objeto, sino que se
limita a dirigir sobre el punto de donde proviene el ruido un haz de fluido que produce el efecto de un choque eléctrico. El Espíritu
modifica el ruido, así como cualquier persona es capaz de modificar
los sonidos producidos por el aire. **
______________________________________________
* Ese es el principio del fenómeno de aportes, fenómeno muy real pero que no conviene
admitir más que con suma reserva, puesto que es uno de los que más se prestan a la
imitación y al fraude. La honradez indiscutible de la persona que los obtiene, su absoluto
desinterés material y moral, así como la confluencia de las circunstancias accesorias deben
ser considerados seriamente. Sobre todo, es preciso desconfiar de esos efectos principalmente
cuando estos se producen con excesiva facilidad, y tener por dudosos los que se
repiten con mucha frecuencia y, por así decirlo, a voluntad. Los prestidigitadores hacen
cosas más extraordinarias aún.
El levantamiento de una persona no es un hecho menos efectivo, pero sí mucho más raro,
tal vez porque resulte mucho más difícil de ser imitado. Es notorio que el Sr. Home se elevó
más de una vez hasta el techo y dio de ese modo la vuelta a la sala. Se dice que san Cupertino
poseía la misma facultad, hecho que no es más milagroso con este que con aquel. (N.
de Allan Kardec.)
** Véanse ejemplos, tanto de manifestaciones materiales como de perturbaciones producidas
por los Espíritus, en la Revista Espírita: “Manifestaciones físicas: La joven del Pasaje
de los Panoramas”, enero de 1858; “El fantasma de la señorita Clairon”, febrero de 1858;
“El Espíritu golpeador de Bergzabern”, relato completo: mayo, junio y julio de 1858; “El
Espíritu golpeador de Dibbelsdorf”, agosto de 1858; “El panadero de Dieppe”, marzo de
1860; “El fabricante de San Petersburgo”, abril de 1860; “El trapero de la calle Noyers”, agosto
de 1860; “El Espíritu golpeador del Aube”, enero de 1861; “Un Espíritu golpeador en el
siglo XVI”, enero de 1864; “Manifestaciones en Poitiers”, mayo de 1864 y mayo de 1865; “El
Espíritu golpeador de la hermana María”, junio de 1864; “Manifestaciones espontáneas en
Marsella”, abril de 1865; “Manifestaciones en Fives, cerca de Lille (Norte)”, agosto de 1865;
“Los ratones de Équihen”, febrero de 1866. (N. de Allan Kardec.)
44. Un fenómeno muy frecuente en la mediumnidad es la aptitud
de ciertos médiums para escribir en una lengua que les es extra-
ña; y tratar, ya sea en forma oral o por escrito, temas que están fuera
del alcance de la instrucción que recibieron. No es raro que se vean
algunos que escriben de corrido sin que nunca hayan aprendido a
escribir; otros componen poesías, sin que jamás en la vida hayan
sabido hacer un verso; otros dibujan, pintan, esculpen, componen
música y ejecutan un instrumento sin que conozcan dibujo, pintura,
escultura o el arte musical. Es muy frecuente el hecho de que
un médium escribiente reproduzca a la perfección la escritura y la
firma que los Espíritus que se comunican por su intermedio tenían
cuando estaban vivos, aunque jamás los haya conocido.
Con todo, ese fenómeno no es más maravilloso que el que
consiste en hacer que un niño escriba cuando se le lleva la mano;
de ese modo puede lograr que escriba todo lo que uno quiera. Si
a una persona se le dictan las palabras letra por letra, escribirá en
un idioma que ignora. Lo mismo sucede con la mediumnidad,
si nos remitimos a la manera por medio de la cual se comunican
los Espíritus a través de los médiums, pues estos no son más que
instrumentos pasivos. No obstante, si el médium conoce el mecanismo,
si ha vencido las dificultades prácticas, si las expresiones le resultan familiares y, por último, si posee en su cerebro los elementos
de aquello que el Espíritu quiere hacerle ejecutar, entonces se
encontrará en la posición del hombre que sabe leer y escribir de
corrido; el trabajo resultará más fácil y más rápido; y el Espíritu no
tendrá más que transmitir sus pensamientos al intérprete, para que
este los reproduzca por los medios de que dispone.
La aptitud de un médium para cosas que le resultan extrañas
proviene, la mayoría de las veces, de los conocimientos que poseyó
en otra existencia, y de los cuales su Espíritu conservó la intuición.
Si fue poeta o músico, por ejemplo, tendrá más facilidad para asimilar
el pensamiento poético o musical que un Espíritu quiera hacerle
expresar. La lengua que hoy ignora pudo haberle sido familiar
en otra existencia, lo que explica la mayor aptitud de su parte para
escribir mediúmnicamente en esa lengua. *
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* 4 La aptitud que algunas personas demuestran para las lenguas que dominan sin, por así
decirlo, haberlas aprendido, no tiene otro origen más que el recuerdo intuitivo de lo que
supieron en otra existencia. El caso del poeta Méry, relatado en la Revista Espírita de noviembre
de 1864, es una prueba de lo que decimos. Es evidente que si en su juventud
Méry hubiera sido médium, habría escrito en latín tan fácilmente como en francés, lo que
para todos habría pasado como un prodigio. (N. de Allan Kardec.)
Obsesiones y posesiones
45. Los Espíritus malos pululan alrededor de la Tierra a
consecuencia de la inferioridad moral de sus habitantes. La acción
maléfica de esos Espíritus forma parte de los flagelos con los que
la humanidad se debate en este mundo. La obsesión, que es uno
de los efectos de esa acción, debe ser considerada, al igual que las
enfermedades y las tribulaciones de la vida, como una prueba o
una expiación, y aceptada como tal.
La obsesión es la acción persistente que un Espíritu malo ejerce
sobre un individuo. Presenta características muy diversas, que van
desde la simple influencia moral sin signos exteriores notables, hasta
la perturbación completa del organismo y de las facultades mentales.
La obsesión anula las facultades mediúmnicas; en la mediumnidad
auditiva y psicográfica, se pone de manifiesto por la obstinación de
un Espíritu en querer manifestarse con exclusión de todos los demás.
46. Así como las enfermedades son el resultado de las imperfecciones
físicas que hacen al cuerpo accesible a las influencias
perniciosas exteriores, la obsesión proviene invariablemente de una
imperfección moral que da lugar a un Espíritu malo. A una causa
física, se opone una fuerza física; a una causa moral, es preciso
que se anteponga una fuerza moral. Para preservarse de las enfermedades,
se fortifica el cuerpo; para defenderse de la obsesión, es
preciso fortificar el alma. De ahí que el obseso necesite trabajar
para su propio mejoramiento, lo que la mayoría de las veces es
suficiente para librarlo del obsesor sin el socorro de otras personas.
Este socorro se vuelve necesario cuando la obsesión degenera en
subyugación y en posesión, porque en esos casos no es raro que el
paciente pierda la voluntad y el libre albedrío.
La obsesión pone de manifiesto casi siempre una venganza
tomada por un Espíritu, cuyo origen muchas veces se encuentra
en las relaciones que el obseso mantuvo con el obsesor en una
existencia precedente.
En los casos de obsesión grave, el obseso queda como envuelto
e impregnado de un fluido pernicioso que neutraliza la acción
de los fluidos saludables y los rechaza. De ese fluido se lo debe
liberar. Ahora bien, un fluido malo no puede ser eliminado por
otro fluido malo. Por medio de una acción idéntica a la que lleva
a cabo el médium curador en los casos de enfermedad, hay que
expulsar el fluido malo con el auxilio de un fluido mejor.
Sin embargo, no siempre alcanza con esta acción mecánica;
también es preciso, de manera especial, actuar sobre el ser inteligente,
al cual hay que hablarle con autoridad. Ahora bien, sólo posee
esa autoridad quien tiene superioridad moral. Cuanto mayor sea la
superioridad moral, tanto mayor será también la autoridad.
Pero eso no es todo: para asegurar la liberación es necesario
que el Espíritu perverso sea conducido a que renuncie a sus malos
propósitos; que en él asome el arrepentimiento tanto como el deseo
del bien, por medio de instrucciones hábilmente trasmitidas,
en evocaciones hechas particularmente con vistas a su educación
moral. Se podrá entonces tener la grata satisfacción de liberar a un
encarnado, y de convertir a un Espíritu imperfecto.
La tarea resulta más fácil cuando el obseso comprende su
situación y colabora con la voluntad y la plegaria. No sucede
lo mismo cuando, seducido por el Espíritu que lo domina, se
engaña acerca de las cualidades de este último y se complace
en el error al que es conducido, porque entonces, en lugar de
colaborar, el obseso rechaza la asistencia. Este es el caso de la
fascinación, siempre muchísimo más rebelde que la más violenta
subyugación. (Véase El Libro de los Médiums, Segunda Parte,
Capítulo XXIII.)
En todos los casos de obsesión, la plegaria es el auxiliar más
poderoso de que se dispone para oponerse a los propósitos maléficos
del Espíritu obsesor.
47. En la obsesión, el Espíritu actúa externamente con la
ayuda de su periespíritu, al cual identifica con el del encarnado; en
ese caso, este último queda atrapado en una especie de trama y es
obligado a comportarse en contra de su voluntad.
En la posesión, en vez de actuar externamente, el Espíritu
libre sustituye al Espíritu encarnado: elige su cuerpo para instalarse
en él, aunque este no haya sido abandonado definitivamente por
su dueño, pues eso sólo ocurre con la muerte. Por consiguiente, la
posesión es siempre transitoria e intermitente, porque un Espíritu
desencarnado no puede ocupar definitivamente el lugar de un
Espíritu encarnado, sobre la base de que la unión molecular entre
el periespíritu y el cuerpo sólo se produce en el momento de la
concepción. (Véase el Capítulo XI, § 18.)
Obtenida la posesión momentánea del cuerpo del encarnado,
el Espíritu se sirve de él como si fuese su propio cuerpo; habla
por su boca, ve por sus ojos y actúa con sus brazos, como lo haría si
estuviese vivo. No es como en la mediumnidad parlante, en la que
el Espíritu encarnado habla transmitiendo el pensamiento de un
Espíritu desencarnado; en el caso de la posesión, el desencarnado
es el que habla y actúa, de modo que quien lo haya conocido en
vida, reconocerá su lenguaje, su voz, sus gestos y hasta la expresión
de su fisonomía.
48. En la obsesión hay siempre un Espíritu maligno. En la
posesión puede tratarse de un Espíritu bueno que quiere hablar y
que, para causar mayor impresión a los oyentes, toma el cuerpo de
un encarnado, que se lo presta voluntariamente como le prestaría
su ropa a otra persona. Eso se lleva a cabo sin que haya perturbación
ni malestar, y durante ese tiempo el Espíritu encarnado se
encuentra en libertad, como sucede en el estado de emancipación.
Además, la mayoría de las veces se mantiene al lado de su sustituto
para escucharlo.
Cuando el Espíritu posesor es malo, las cosas ocurren de
otro modo. No toma el cuerpo del encarnado, sino que se apodera
de él en caso de que su titular no posea suficiente fuerza moral para
resistirse. Y lo hace por maldad hacia él, a quien tortura y martiriza
de todas las formas, incluso al extremo de intentar exterminarlo,
sea por estrangulamiento, empujándolo al fuego o a otros lugares
peligrosos. Valiéndose de los miembros y de los órganos del desdichado
paciente, blasfema, injuria y maltrata a los que lo rodean,
y se entrega a excentricidades y a actos que presentan todas las
características de la locura furiosa.
Los hechos de este tipo, en diferentes grados de intensidad,
son muy numerosos, y muchos casos de locura no tienen otra causa.
Con frecuencia se suman a ellos desórdenes patológicos, que
son meras consecuencias de ese proceso, y en oposición a los cuales de nada sirven los tratamientos médicos mientras subsista la causa
que les ha dado origen. El espiritismo, así como da a conocer
esa fuente de donde proviene una parte de las miserias humanas,
también indica la manera de remediarlo: actuar sobre el autor del
mal: un ser que, puesto que es inteligente, debe ser tratado con
inteligencia. *
49. La mayoría de las veces la obsesión y la posesión son
individuales, pero no es raro que también sean epidémicas. Cuando
un aluvión de Espíritus malos se lanza sobre una localidad, es
como si un ejército enemigo la invadiese. En ese caso, la cantidad
de los individuos atacados puede llegar a ser considerable.**
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* Véanse ejemplos de curas de obsesiones en la Revista Espírita, diciembre de 1863; enero y
junio de 1864; enero y junio de 1865; febrero de 1866; junio de 1867. (N. de Allan Kardec.)
** Fue una epidemia de esa clase la que hace algunos años atacó la aldea de Morzine, en
Saboya. (Véase el relato completo de esa epidemia en la Revista Espírita de diciembre de
1862; enero, febrero, abril y mayo de 1863.) (N. de Allan Kardec.)