CIENCIA
| GÉNESIS
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I. PERÍODO ASTRONÓMICO. Aglomeración de la materia cósmica universal en un punto del espacio, en una nebulosa que dio origen, por la condensación de la materia en diversos puntos, a las estrellas, al Sol, a la Tierra, a la Luna y a todos los planetas. Estado primitivo fluídico e incandescente de la Tierra. – Atmósfera inmensa cargada de toda el agua en forma de vapor, y de todas las materias volatilizables.
| PRIMER DÍA. El Cielo y la Tierra. – La luz.
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II. PERÍODO PRIMARIO. Endurecimiento de la superficie de la Tierra por el enfriamiento; formación de las capas graníticas. – Atmósfera espesa y ardiente, impenetrable a los rayos solares. – Precipitación gradual del agua y de las materias sólidas volatilizadas en el aire. – Ausencia absoluta de vida orgánica.
| SEGUNDO DÍA. El firmamento. – Separación de las aguas que están por encima del firmamento de las que están por debajo de él.
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III. PERÍODO DE TRANSICIÓN. Las aguas cubren toda la superficie del globo. Primeros depósitos de sedimentos formados por las aguas. – Calor húmedo. – El Sol comienza a atravesar la atmósfera brumosa. – Primeros seres organizados de la más rudimentaria constitución. – Líquenes, musgos, helechos, licopodios, plantas herbáceas. Vegetación colosal. – Primeros animales marinos: zoófitos, poliperos, crustáceos. – Depó- sitos de hulla.
| TERCER DÍA. Las aguas que están debajo del firmamento se reúnen; aparece el elemento árido. – La tierra y los mares. – Las plantas.
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IV. PERÍODO SECUNDARIO. Superficie de la Tierra poco accidentada; aguas poco profundas y pantanosas. Temperatura menos cálida; atmósfera más purificada. Considerables depósitos de calcáreos por las aguas. – Vegetación menos colosal; nuevas especies; plantas leñosas; primeros árboles. – Peces; cetáceos; moluscos, grandes reptiles acuáticos y anfibios.
| CUARTO DÍA. El Sol, la Luna y las estrellas.
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V. PERÍODO TERCIARIO. Grandes levantamientos de la corteza sólida; formación de los continentes. Retiro de las aguas hacia los lugares bajos; formación de los mares. Atmósfera purificada; temperatura actual producida por el calor solar. Animales terrestres gigantescos. Vegetales y animales de la actualidad. Aves. DILUVIO UNIVERSAL.
| QUINTO DÍA. Los peces y los pájaros.
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VI. PERÍODO CUATERNARIO O POSDILUVIANO. Terrenos aluviales. Animales terrestres. Vegetales y animales de la actualidad. – El hombre
| SEXTO DÍA. Los animales terrestres. – El hombre
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6. El primer aspecto sobresaliente de este cuadro comparativo es que la obra de cada uno de los seis días no se corresponde de manera rigurosa, como muchos suponen, con cada uno de los seis períodos geológicos. La concordancia más notable es la de la sucesión de los seres orgánicos, que es casi la misma, así como la de la aparición del hombre en último término. Ese es un hecho importante.
Hay también coincidencia, no en cuanto al orden numérico de los períodos, sino en cuanto al hecho citado en el pasaje en que se lee que, al tercer día, “las aguas que están debajo del cielo se reunieron en un solo lugar y apareció el elemento árido”. Es la expresión de lo que ocurrió en el período terciario, cuando los levantamientos de la corteza sólida dejaron al descubierto los continentes y expulsaron las aguas que formaron los mares. Sólo entonces aparecieron los animales terrestres, según la geología y según Moisés.
7. Cuando Moisés dice que la Creación fue realizada en seis días, ¿habrá querido aludir a días de veinticuatro horas, o habrá empleado esa palabra en el sentido de período, de duración? La primera hipótesis es la más probable, si nos atenemos al texto mismo; en primer término, porque ese es el sentido preciso de la palabra hebrea iom, traducida por día; a continuación, la referencia a la tarde y a la mañana, como limitaciones de cada uno de los seis días, da lugar a que se suponga que Moisés ha querido referirse a días comunes. No se puede concebir ninguna duda al respecto, cuando consta, en el versículo 5: “Dio a la luz el nombre de día, y a las tinieblas el nombre de noche; y de la tarde y de la mañana se hizo el primer día”. Esto, evidentemente, sólo se puede aplicar al día de veinticuatro horas, constituido por períodos de luz y de tinieblas. El sentido resulta aún más preciso cuando dice, en el versículo 17, al hablar del Sol, de la Luna y de las estrellas: “Las puso en el firmamento del cielo para que brillen sobre la Tierra; para que presidan el día y la noche, y para separar la luz de las tinieblas. Y de la tarde y de la mañana se hizo el cuarto día”.
Por otra parte, en la Creación todo era milagroso y, desde que se toma la senda de los milagros, se puede perfectamente creer que la Tierra fue hecha en seis veces veinticuatro horas, sobre todo cuando se ignoran las leyes naturales elementales. Todos los pueblos civilizados compartieron esa creencia, hasta el momento en que la geología proporcionó las pruebas que demostraban su imposibilidad.
8. Uno de los puntos más criticados del Génesis es el de la creación del Sol después de la luz. Trataron de explicarlo con el auxilio de los datos proporcionados por la geología, alegando que en los primeros tiempos de su formación, como se hallaba cargada de vapores densos y opacos, la atmósfera terrestre no permitía la visión del Sol, que por ese motivo no existía para la Tierra. Esta explicación podría llegar a ser admisible si en esa época ya hubiese habido habitantes que verificaran la presencia o la ausencia del Sol. Ahora bien, según el propio Moisés, en esa época no había más que plantas que, pese a todo, no habrían podido crecer y multiplicarse sin la acción del calor solar.
Existe, pues, un evidente anacronismo en el orden que estableció Moisés para la creación del Sol. Sin embargo, involuntariamente o no, él no cometió un error al decir que la luz precedió al Sol.
El Sol no es el principio de la luz universal, sino una concentración del elemento luminoso en un punto o, dicho de otro modo, del fluido que en determinadas circunstancias adquiere propiedades luminosas. Ese fluido, que es la causa, debió forzosamente preceder al Sol, que es sólo un efecto. El Sol es causa en relación con la luz que irradia, pero es efecto en relación con la luz que recibió.
En una habitación a oscuras, una vela encendida es un pequeño sol. ¿Qué es lo que se hizo para encender la vela? Se desarrolló la propiedad lumínica del fluido luminoso, y se concentró ese fluido en un punto. La vela es la causa de la luz que se difunde en la habitación; pero si el principio luminoso no hubiera existido antes de la vela, esta no habría podido ser encendida.
Lo mismo ocurre con el Sol. El error proviene de la falsa idea, alimentada durante largo tiempo, de que el universo entero comenzó con la Tierra y, por consiguiente, no se comprende que el Sol pudiera haber sido creado después de la luz. Sabemos actualmente que antes de que nuestro Sol y nuestra Tierra fuesen creados, ya existían millones de soles y de tierras que, por lo tanto, gozaban de la luz. En principio, entonces, la aseveración de Moisés es absolutamente exacta; es falsa cuando lleva a creer que la Tierra fue creada antes que el Sol. Al estar sujeta al Sol por su movimiento de traslación, la Tierra debió de ser creada después de este. Eso es lo que Moisés no podía saber, ya que ignoraba la ley de gravitación.
Esa misma idea se encuentra en la génesis según los antiguos persas. En el primer capítulo del Vendidad, al describir el origen del mundo, expresa Ormuz: “He creado la luz que fue a iluminar al Sol, la Luna y las estrellas”. (Diccionario de mitología universal). La forma aquí es, sin duda, más clara y más científica que en el Génesis de Moisés, y no requiere comentarios.
9. Evidentemente, Moisés compartía las creencias más primitivas sobre la cosmogonía. Como los hombres de su época, creía en la solidez de la bóveda celeste, así como en los reservorios superiores de las aguas. Esa idea está expresada sin alegorías ni ambigüedades en el siguiente pasaje (versículo 6 y siguientes): “Dijo Dios: Hágase el firmamento en medio de las aguas, y que él separe las aguas de las aguas. Dios hizo el firmamento, y separó las aguas que estaban debajo del firmamento de las que estaban encima del firmamento”. (Véase el Capítulo V, “Antiguos y modernos sistemas del mundo”, §§ 3, 4 y 5.)
Según una antigua creencia, el agua era considerada como el principio, el elemento generador primitivo, de modo que Moisés no habla de la creación de las aguas, que aparentemente ya existían. “Las tinieblas cubrían el abismo”, es decir, la profundidad del espacio, a la cual la imaginación se representaba, de modo vago, ocupada por las aguas y en medio de tinieblas, antes de la creación de la luz. Por esa razón Moisés expresa: “El Espíritu de Dios era llevado (o se cernía) sobre las aguas”. Dado que se consideraba a la Tierra como formada en medio de las aguas, era necesario aislarla. Se supuso entonces que Dios había hecho el firmamento –una bóveda sólida– para separar las aguas de arriba de las que estaban en la Tierra.
A fin de que comprendamos ciertas partes del Génesis, es indispensable que nos coloquemos en el punto de vista de las ideas cosmogónicas de la época que este refleja.
10. A partir de los progresos de la física y la astronomía, una doctrina como esa es insostenible. * No obstante, Moisés atribuye esas palabras al propio Dios. Ahora bien, ya que estas expresan un hecho notoriamente falso, tenemos dos opciones: o Dios se equivocó en el relato que hizo de su obra, o ese relato no es una revelación divina. Como la primera suposición no es admisible, se debe concluir que Moisés se limitó a expresar sus propias ideas. (Véase el Capítulo I, § 3.)
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* Por más grosero que sea el error de esa creencia, todavía despierta el entusiasmo de los ni- ños de nuestro tiempo, como si se tratase de una verdad sagrada. Tiemblan los educadores cuando osan aventurarse a una tímida interpretación. ¿Cómo habríamos de pretender que eso no fuera más tarde a generar incrédulos? (N. de Allan Kardec.)
11. Moisés se aproxima un poco más a la verdad cuando dice que Dios hizo al hombre con el lodo de la tierra. * De hecho, la ciencia demuestra (Véase el Capítulo X) que el cuerpo del hombre está compuesto por elementos tomados de la materia inorgánica o, dicho de otra manera, del lodo de la tierra.
La mujer formada de una costilla de Adán es una alegoría, aparentemente pueril si se la toma al pie de la letra, aunque profunda en cuanto al sentido. Tiene por finalidad mostrar que la mujer es de la misma naturaleza que el hombre y, por consiguiente, es igual a este ante Dios, y no una criatura aparte, hecha para ser sojuzgada y tratada como un ilota. Al considerarla salida de la propia carne del hombre, la imagen de igualdad es más significativa que si hubiera sido formada por separado del mismo lodo. Equivale a decirle al hombre que ella es su igual y no su esclava, que él debe amarla como a una parte de sí mismo.
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* El término hebreo haadam, el hombre, del cual derivó Adán, y el término haadama, la tierra, tienen la misma raíz. (N. de Allan Kardec.)
12. Para los espíritus incultos, sin ninguna noción de las leyes generales, incapaces de abarcar el conjunto y de concebir lo infinito, esta creación milagrosa e instantánea presentaba algo de fantástico que ofuscaba su imaginación. El cuadro del universo extraído de la nada en unos pocos días, por un solo acto de la voluntad creadora, era para ellos la señal más evidente del poder de Dios. Qué mejor descripción, en efecto, más sublime y más poética de ese poder, que estas palabras: “Dios dijo: ¡Hágase la luz, y la luz se hizo!” Dios, al crear al universo mediante la acción lenta y gradual de las leyes de la naturaleza, les hubiera parecido de menor importancia, menos poderoso. Necesitaban algo maravilloso, que saliera del esquema común, porque de lo contrario supondrían que Dios no era más hábil que los hombres. Una teoría científica y racional de la Creación los hubiese dejado fríos e indiferentes. No rechacemos, pues, la génesis bíblica; por el contrario, estudiémosla de la misma manera que se estudia la historia de la infancia de los pueblos. Se trata de una epopeya rica en alegorías, cuyo sentido oculto debemos encontrar; alegorías que es preciso analizar y explicar con la ayuda de las luces de la razón y la ciencia. Al mismo tiempo que resaltamos su belleza poética y sus enseñanzas veladas por la forma llena de imágenes, es preciso que expongamos decididamente sus errores, a favor del interés mismo de la religión. Esta será mucho más respetada cuando esos errores dejen de ser impuestos a la fe como verdades, y Dios parecerá más grande y más poderoso cuando no se asocie su nombre con hechos controvertidos.