EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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29. Cuando la Tierra se encontró en condiciones climáticas apropiadas para la existencia de la especie humana, encarnaron en ella Espíritus humanos. ¿De dónde provenían? Ya sea que hayan sido creados en ese momento, o que hayan llegado completamente formados del espacio, de otros mundos, o de la Tierra misma, su presencia en este planeta a partir de una cierta época es un hecho, pues antes de ellos sólo había animales. Se revistieron con cuerpos adecuados a sus necesidades especiales, a sus aptitudes, y fisioló- gicamente formaban parte de la animalidad. Bajo la influencia de esos Espíritus, y por medio del ejercicio de sus facultades, esos cuerpos se modificaron y se perfeccionaron: eso es lo que la observación demuestra. Dejemos, pues, de lado la cuestión del origen, por el momento insoluble; tomemos al Espíritu, no en su punto de partida, sino en el momento en que, al manifestarse en él los primeros embriones del libre albedrío y del sentido moral, lo vemos desempeñar su rol humano, sin que nos inquiete el medio donde haya transcurrido el período de su infancia o, si se prefieren, de su incubación. A pesar de la analogía entre su envoltura y la de los animales, podremos diferenciarlo de estos últimos por las facultades intelectuales y morales que lo caracterizan, así como debajo de las mismas burdas vestimentas distinguimos al hombre rústico del hombre refinado.