29. Aunque eso pueda costarle mucho a su orgullo, el hombre
debe resignarse a no ver en su cuerpo material más que el último
eslabón de la animalidad en la Tierra. Ese es el inexorable
argumento de los hechos, contra el cual sería inútil protestar.
No obstante, cuanto más disminuye para él el valor del cuerpo,
tanto más crece en importancia el principio espiritual. Si el
primero lo nivela con los irracionales, el segundo lo eleva a una
altura inconmensurable. Vemos el límite extremo del animal, pero
no vemos el límite al que puede llegar el Espíritu del hombre.