EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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23. La esencia de la revelación de Cristo, la piedra angular de toda su doctrina, es la nueva manera de concebir a Dios que ella nos brinda. Ya no es el dios terrible, celoso, vindicativo de Moisés, el dios cruel y sin piedad que riega la tierra con sangre humana, que ordena la masacre y el exterminio de pueblos enteros sin exceptuar siquiera a las mujeres, a los niños y a los ancianos, que castiga a todo un pueblo por la falta de su conductor, que se venga del culpable en la persona del inocente, que golpea a los niños por la culpa de sus padres, sino un Dios clemente, soberanamente justo y bueno, lleno de mansedumbre y misericordia, que perdona al pecador arrepentido y juzga a cada cual según sus obras. Ya no es el dios de un solo pueblo privilegiado, el dios de los ejércitos que encabeza los combates para sostener su propia causa contra el dios de los otros pueblos, sino el Padre común del género humano que extiende su protección a todos los niños y los incita a que vayan a Él. Ya no es más el dios que recompensa y castiga sólo con bienes terrenales, que construye gloria y felicidad con la servidumbre de los pueblos rivales y con la multiplicidad de la progenie, sino que dice a los hombres: “Vuestra verdadera patria no es de este mundo: está en el reino de los cielos. Allí, los humildes de corazón serán elevados y los orgullosos, humillados.” Ya no es más el dios que considera virtud la venganza y ordena devolver “ojo por ojo y diente por diente”, sino el Dios de misericordia que dice: “Perdonad las ofensas si queréis que las vuestras sean perdonadas. Devolved bien por mal, no hagáis al otro lo que no queréis que os hagan a vosotros.” Ya no es más el dios mezquino y minucioso que impone la forma de adorarlo y rigurosas penas en el caso de no obedecerla y que se ofende ante la inobservancia de una fórmula, sino el Dios grande que considera nuestros pensamientos y no la forma exterior del culto. Ya no es más el dios que quiere ser temido, sino Dios que quiere ser amado.